Imagen del autor
E

l MAS, en sus casi veinte años de gobierno, como un cáncer, ha destruido todo el aparato estatal y social. No dejó piedra sobre piedra institucional. Ni la Constitución le sirve de guía para gobernar y avanzar hacia el desarrollo nacional. La kakistocracia enquistada en todas las reparticiones del Estado ha destruido la calidad de la gestión. Todas las autoridades estatales son interinas, salvo una que otra con cierto grado de legitimidad, pero sin protagonismo real.

Pusieron en estado catatónico la economía, destrozaron toda la capacidad productiva industrial y la agricultura es incipiente, salvo la agroindustria del oriente; no hay empleos de calidad y la informalidad campea en todo el país; la deuda externa se ha incrementado, el déficit público es crónico, no hay reserva monetaria y el oro ha desaparecido; no hay gas ni gasolina y estamos rascando las ollas para la subsistencia; los bosques siguen ardiendo, los ríos están contaminados; los servicios de salud y educación son precarios y de pésima calidad; la corrupción, el narcotráfico y el contrabando campean a su gusto.

Incluso las organizaciones sociales han sido divididas, debilitadas y prebendalizadas. Lo último es la destrucción de la justicia con la prórroga inconstitucional de sus autoridades. No están dejando nada en pie y lo peor es que buscan someternos y destruir hasta nuestras esperanzas por una vida mejor.

Frente a esta barbarie destructiva de la patria y sin dejar de denunciar el carácter autocrático del régimen actual, es un imperativo la unidad posible para cambiar el gobierno e impulsar la reconstrucción nacional que siente las bases para superar la pobreza y el subdesarrollo.

Reconstruir nuestro país con base a una democracia constitucionalizada que consolide el Estado de derecho, la institucionalidad, las autonomías y revalorice la unidad en la diversidad social, cultural y territorial; que despliegue un modelo económico sustentable que sincere la economía y responda a las necesidades de la población con una silenciosa y sostenida transformación productiva basada en las economías emergentes (verde, naranja, creativa, etc.) que tienen exigencias digitales, científicas y tecnológicas diferentes del fracasado modelo de producción socio comunitario extractivista.

Reconstruir nuestro país sobre bases éticas, morales y democráticas debe ser el eje motivador de nuestra lucha política actual frente a la autocracia destructiva que se ha instalado en el gobierno y lograr un país donde se pueda volver a vivir en libertad, con justicia y en democracia. La ciudadanía boliviana está dispuesta a dar todo por este compromiso de una Bolivia mejor.

Édgar Cadima Garzón es matemático y educador.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.