
in ánimo de caer en un optimismo ingenuo, considero necesario —al menos por hoy— pasar la larga página de eventos que ratifican la desesperanza aprehendida y, en su lugar, escribir sobre dos episodios de vivencias esperanzadoras.
Episodio uno: Jueves de feria en la 16 de Julio, en la ciudad de El Alto. El teleférico, un medio para llegar a la feria, iba abarrotado de compradores y de algunos “gringuitos” que la visitan como parte de un tour. En la cabina, el joven con su pareja, sentados frente a mí, pregunta:
—Señor, ¿se le ha caído la billetera?
Con mi vecina de asiento miramos al piso; con parsimonia me agacho a recoger la billetera. Sabía que no era mía, ya que antes de salir de casa me percaté de que la había olvidado. Al alzarla y mostrarla, todos en la cabina pudieron ver que contenía documentos y una buena cantidad de dinero. Vimos el nombre del dueño. Una señora con su hija propuso tomarle una foto para subirla a redes sociales. Una joven al frente sugirió contar el dinero, pues desconfiaba de que la billetera llegara completa si se la entregábamos al personal del teleférico o a la policía.
Al llegar a la estación, pedí a alguien que me acompañara para hacer la entrega y evitar malentendidos. Nos quedamos todos y, en grupo, reportamos el hallazgo. Esperamos al dueño unos 15 minutos; llegó corriendo, recibió la billetera y nos agradeció. Tenía el rostro de alivio.
Episodio dos. Al inicio de la semana, un incendio en Sopocachi. Inmediatamente se movilizan para atender el incidente los bomberos de la Policía, bomberos voluntarios y personal de la Alcaldía. Rápidamente, debido a la intensidad del fuego y a la falta de hidrantes cercanos, el camión cisterna queda sin agua.
Los vecinos, se organizan y hacen una cadena humana. Desde las casas del vecindario, con baldes y todo tipo de recipientes, reabastecen de agua al cisterna. El saldo: cinco personas afectadas por el humo, tres mascotas rescatadas, muchos daños materiales, pero sin consecuencias mayores.
Alguien me dijo alguna vez que hay nombres imposibles de pronunciar con rabia; también hay hechos que solo pueden narrarse con orgullo. Hoy, dos episodios que hinchan el pecho. Y de corolario una digresión, ese nombre que digo con amor, Margarita, que seas infinitamente feliz.
Dino Palacios es ciudadano.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.