
a verdadera batalla del ser humano es interna. Esa es la premisa detrás de "El Enemigo", un vino argentino elaborado con mínima intervención, cuyo nombre lanza una provocación: ¿quién es realmente nuestro enemigo? Según sus creadores, "El Enemigo" alude a esa lucha personal que cada individuo libra consigo mismo y que, en el fondo, define quiénes somos.
En la vida cotidiana tendemos a reducir todo a bandos. Simplificamos las relaciones y la realidad en meras oposiciones: lo bueno contra lo malo, lo verdadero contra lo falso, lo blanco contra lo negro, el 0 contra el 1, la barbarie contra la civilización, la derecha contra la izquierda.
Así, si los argumentos de mengano te parecen menos molestos, entonces eres progresista; si prefieres a perengano, eres conservador. Si votas por “x”, eres derechista; si votas por “y”, eres izquierdista. Toda identidad se construye en oposición al otro; no hay “yo” sin “tú”.
El territorio, los hechos, la narrativa y hasta los sueños se encuentran divididos entre el cielo y el infierno. Al asumir una bandera, te enfrentas/discriminas/alejas del Otro y en ese momento, te conviertes en su enemigo en términos ónticos.
La tendencia a reducir la realidad a bandos opuestos, con su lógica de amigo y enemigo, quizás tenga raíces en la idea de que vivimos en un estado permanente de guerra, donde definir bandos es esencial. Sin embargo, detrás de esta visión binaria subyacen dos formas de comprender el mundo: el monismo, que sostiene que todo proviene de una única sustancia o principio, y el dualismo, que afirma la existencia de dos principios irreductibles.
Tal vez por eso, al final, todo se entrelaza: la izquierda puede tener rasgos conservadores, el revolucionario puede aferrarse a costumbres tradicionales, y las aparentes oposiciones resultan ser, en realidad, partes complementarias de una misma unidad.
Quizá todo forma parte de una misma unidad donde las divisiones son más aparentes que reales.
Por eso, mientras escribo esto, decido abrir una botella de "El Enemigo". Al fin y al cabo, el verdadero enfrentamiento no es con el Otro, sino con nuestras propias sombras, miedos y contradicciones. Tal vez allí empieza la única reconciliación posible.
Dino Palacios es ciudadano.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.