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oy en día, las apuestas están en todas partes y se puede apostar por casi cualquier cosa o evento. Desde el fútbol hasta quién será el próximo papa, el ingenio humano no tiene límites cuando se trata de apostar.

Las apuestas son una forma de “juego” en la que el apostador arriesga algo, generalmente dinero, con la expectativa de una recompensa. En el cacho, podemos apostar un “seco”; en el fútbol, apostamos por un corte de cabello inusual o unas cervezas al concluir el partido. Cotidianamente, apostamos por cualquier evento sujeto a discusión y la recompensa puede ser una hamburguesa, un vino o una cena cocinada por el perdedor.

La dinámica de las apuestas ha asumido múltiples expresiones. Las plataformas virtuales cubren desde resultados de cualquier evento deportivo hasta quién será el próximo gobernante o cuán bien le irá al lanzamiento de un nuevo producto. Todo está sujeto a apuestas, esta forma de ganar dinero no tiene límites. En esta sociedad líquida, la decisión racional queda fuera de juego, reemplazada por algoritmos y tendencias en la ingeniería de datos. Las apuestas naturalmente también se vinculan a estructuras de blanqueo de dinero, evasión impositiva y prácticas ilegales.

En nuestro país, los juegos de azar no están prohibidos, pero requieren un soporte regulatorio administrado por la Autoridad de Juegos. Pero claro, eso no impide que se apueste y se juegue en privado y, gracias a la globalidad, a través de la Internet. Allí se encuentra lo mismo al Oriente que al Bolívar.

Numerosos estudios han demostrado que las crisis económicas incrementan comportamientos supersticiosos y afinidad hacia prácticas azarosas. Si antes referíamos que la vida es sueño, hoy podemos afirmar que la vida es juego. Por eso, probablemente describe mejor la identidad humana autoproclamarnos como Homo Ludens que como Homo Sapiens.

Personalmente, le huyo a los juegos de azar por mis tendencias hacia la ludopatía, pero de vez en cuando no puedo resistir la tentación de apostar, generalmente en política. Y claro si alguien quiere, podemos intentar apostar con quienes serán nuestros próximos gobernantes, por un helado o un café.

Dino Palacios es ciudadano.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.