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l panorama del emprendimiento en América Latina, particularmente en Bolivia, está experimentando una transformación significativa en cuanto a las opciones de financiamiento y apoyo disponibles para las startups. Sin embargo, este escenario revela tanto oportunidades como desafíos críticos para los emprendedores de la región.

La viabilidad de los proyectos de emprendimiento se ha convertido en un tema central, con la inversión emergiendo como un requisito fundamental para el éxito. Los datos de CBINSIGHTS iluminan una realidad preocupante: el 38% de las startups fracasan debido a la falta de capital operativo o la incapacidad de levantar nuevos fondos. Este problema está intrínsecamente ligado a la dificultad de encontrar el ajuste producto-mercado (35%) y a las deficiencias en los modelos de negocio (19%).

El Mapeo del Ecosistema de Tecnología Digital en Bolivia 2024 corrobora esta tendencia alarmante, revelando una tasa de inactividad de startups del 38.69% entre 2019 y 2024, equilibrada apenas por una tasa de creación de nuevas startups del 41.60%. Este dato subraya la volatilidad del ecosistema emprendedor, donde por cada startup que nace, otra está al borde de la desaparición.

Frente a esta cruda realidad, el sector privado ha respondido con la creación de organizaciones de capital de riesgo (VC) como Escalatec. Estas entidades realizan un mapeo especializado de startups prometedoras, canalizando fondos de inversionistas privados dispuestos a asumir riesgos calculados en busca de innovación y alto rendimiento. La inversión de aproximadamente un millón de dólares por parte de Escalatec en seis startups disruptivas en los últimos cinco años ejemplifica este enfoque.

Por su parte, el Estado boliviano ha optado por una estrategia diferente, enfocándose en jóvenes emprendedores de 18 a 35 años a través del programa "Emprende Joven BDP" del Banco de Desarrollo Productivo. Este programa ofrece créditos con condiciones favorables, incluyendo una tasa de interés anual del 7.5% y un período de gracia de hasta dos años para el pago del capital que puede realizarse hasta en 10 años. Además, proporciona asesoramiento a través de mentores del BDP Lab para ayudar a desarrollar planes de negocio sólidos. La distinción crucial entre estas dos formas de apoyo radica en la distribución del riesgo. Los fondos VC se integran en la estructura de la startup, compartiendo tanto los riesgos como los potenciales beneficios con los fundadores. En contraste, el apoyo estatal, aunque valioso, mantiene una relación más tradicional de prestamista-prestatario, donde el emprendedor asume la totalidad del riesgo financiero.

Esta divergencia en los modelos de apoyo plantea importantes consideraciones para los emprendedores. Mientras que el financiamiento estatal puede ser más accesible y menos dilutivo en términos de propiedad, el respaldo de un VC no solo aporta capital, sino también experiencia, redes y un compromiso más profundo con el éxito del proyecto.

El panorama del emprendimiento en América Latina, y particularmente en Bolivia, se encuentra en una encrucijada. Por un lado, las startups enfrentan desafíos significativos en términos de financiamiento y viabilidad, como lo demuestran las estadísticas de CBINSIGHTS y el Mapeo del Ecosistema de Tecnología Digital en Bolivia 2024. Por otro lado, la región experimenta una paradoja laboral alarmante: jóvenes sin trabajo y empresas sin empleados.

Esta situación ha llevado a que el emprendimiento se convierta no solo en una opción de innovación y crecimiento económico, sino también en una estrategia de supervivencia laboral para muchos jóvenes. Los datos proporcionados por ManpowerGroup son reveladores: el 75% de los jóvenes latinoamericanos entre 18 y 29 años enfrenta dificultades para encontrar empleo, con porcentajes aún más elevados en países como El Salvador (92%), Costa Rica (88%), Paraguay (87%) y Argentina (86%). Aunque no se dispone de datos específicos para Bolivia, es razonable inferir que la situación podría ser igualmente grave, considerando las tendencias regionales y la crisis económica que está pasando el país.

Esta realidad ha catalizado el surgimiento del emprendimiento como una estrategia de supervivencia económica, o "subempleo", como se menciona. Sin embargo, este fenómeno no debe verse simplemente como una solución improvisada al desempleo, sino como una oportunidad para reorientar las políticas públicas hacia el fomento de una cultura emprendedora más robusta y sostenible.

En este contexto, instituciones como el Ministerio de Trabajo, Empleo y Previsión Social de Bolivia tienen la oportunidad de desempeñar un papel crucial. Una de las áreas clave donde el Ministerio podría intervenir es en la formulación de resoluciones ministeriales orientadas a capacitar y apoyar a los jóvenes emprendedores. Estas iniciativas no deberían limitarse a informar sobre los derechos laborales, sino que deberían extenderse a proporcionar conocimientos y habilidades esenciales para la gestión empresarial.

Paralelamente, la implementación de un régimen tributario especial para jóvenes emprendedores podría ser un catalizador significativo para el ecosistema emprendedor. Este régimen podría diseñarse para ofrecer beneficios específicos que faciliten la entrada de nuevos negocios al sistema tributario formal. Por ejemplo, se podrían considerar tasas impositivas reducidas durante los primeros años de operación, exenciones temporales para reinversión de utilidades, o esquemas de declaración simplificados adaptados a la realidad de las startups en etapas tempranas.

La idea detrás de este enfoque es crear un entorno fiscal que no sea percibido como una barrera intimidante para los nuevos emprendedores. Al proporcionar un camino gradual hacia el régimen general de impuestos nacionales, se permitiría a las startups madurar sus modelos de negocio y alcanzar una estabilidad financiera antes de enfrentar la totalidad de las obligaciones fiscales.

Este abordaje dual, combinando capacitación y apoyo con un régimen tributario favorable, podría ser instrumental en la transformación del panorama emprendedor en Bolivia. No solo abordaría las necesidades inmediatas de los jóvenes que buscan alternativas al empleo tradicional, sino que también sentaría las bases para un ecosistema empresarial más robusto y dinámico a largo plazo.

En última instancia, estas medidas podrían ayudar a cerrar la brecha entre la oferta de talento joven y las demandas del mercado laboral, convirtiendo el desafío del desempleo juvenil en una oportunidad para impulsar la innovación y el crecimiento económico sostenible en Bolivia.

Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.