n un movimiento que promete sacudir las bases del ecosistema emprendedor boliviano, Marcelo Claure, empresario de renombre internacional, ha anunciado un fondo de 10 millones de dólares para invertir en startups locales. Este gesto, aunque ambicioso, plantea preguntas fundamentales sobre su impacto en un mercado históricamente marginado de los flujos de capital de riesgo.
El ecosistema de startups en Bolivia se encuentra en una etapa embrionaria, caracterizado por una mezcla de innovación latente y desafíos estructurales. Mientras que países vecinos como Chile y Colombia han consolidado circuitos de financiamiento robustos, Bolivia sigue luchando contra una desconexión entre sus emprendedores y las fuentes de inversión. La ejecución de este fondo será un punto crítico. Si Claure elige canalizarlo a través de su organización Bicycle Capital, ello podría representar una oportunidad sin precedentes para formalizar un mercado de capital de riesgo en el país. Sin embargo, esto requerirá una tesis de inversión clara y la implementación de prácticas internacionales de deal flow y due diligence.
Una de las claves será evitar el fenómeno de "pólvora seca", donde los fondos no se despliegan con rapidez debido a la incertidumbre económica global. Para maximizar el impacto, Claure tendría que asegurar la colocación del capital en un plazo razonable, posiblemente dos años, evitando los cuellos de botella que otros mercados enfrentan. Este momento también es particularmente oportuno en un contexto donde América Latina, que alguna vez fue un imán para los fondos de capital de riesgo, ha experimentado una caída dramática en las inversiones desde los máximos de 2021. Aun así, regiones subinvertidas como Bolivia presentan una ventaja estratégica: sus startups, aunque jóvenes, están valoradas por debajo del estándar regional, lo que potencialmente ofrece mayores retornos a los inversores internacionales.
El desafío radica en superar las limitaciones estructurales locales, como la falta de incubadoras y aceleradoras, y la brecha digital entre áreas urbanas y rurales. Estas condiciones, si bien adversas, podrían ser mitigadas mediante un enfoque metódico que combine capital financiero con smart capital, es decir, acceso a redes y mentoría estratégica. El horizonte de 10 años para las inversiones de Bicycle Capital requerirá paciencia y una estrategia de salidas bien definida. Idealmente, las startups respaldadas deberían alcanzar madurez suficiente para atraer rondas de Serie A, lo que posicionaría a Bolivia como un nodo emergente en el circuito de venture capital regional. Además, establecer estándares internacionales para las valuaciones podría ayudar a las startups locales a escapar del fenómeno de subvaloración crónica que las aqueja. Esto no solo beneficiaría a los emprendedores, sino que también incentivaría la entrada de nuevos fondos al ecosistema. Este fondo de Claure podría ser el inicio de un cambio estructural en el ecosistema boliviano, pero el éxito dependerá de la implementación. El país tiene una oportunidad única para aprender de los errores y aciertos de sus vecinos, evitando caer en la trampa de las modas pasajeras en inversión y apostando por un crecimiento sostenible. En última instancia, el impacto de esta iniciativa no se limitará a los beneficiarios directos del fondo. Si se ejecuta correctamente, podría sentar las bases para una transformación más amplia, conectando a Bolivia con el flujo global de capital de riesgo y consolidando su posición como un jugador emergente en la región.
Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.