
a economía boliviana en 2024-2025 presenta una de las contradicciones más fascinantes del panorama financiero latinoamericano contemporáneo. Mientras el Banco Central de Bolivia mantiene oficialmente un tipo de cambio estable de 6.96 bolivianos por dólar a través de controles cambiarios férricos, una economía paralela denominada en stablecoins ha emergido para satisfacer la demanda de divisas que el sistema oficial no puede cubrir. Esta divergencia entre la estabilidad nominal y la realidad del mercado ilustra las tensiones crecientes entre el control monetario estatal y la innovación financiera en economías emergentes.
El drama económico boliviano se desarrolla en tres actos distintos pero interconectados. Primero, la crisis estructural de liquidez en dólares que alcanzó su punto crítico a principios de 2024, cuando las Reservas Internacionales Netas del país se desplomaron desde un máximo histórico de 15.122 millones de dólares en 2014 hasta aproximadamente 3.800 millones en febrero de 2024. Esta caída del 75% en las reservas no fue un accidente, sino el resultado inevitable de años de políticas que privilegiaron la estabilidad cambiaria artificial sobre los ajustes necesarios para mantener la competitividad externa.
La causa inmediata de esta crisis radica en la dependencia histórica de Bolivia de los ingresos por exportaciones de hidrocarburos, particularmente gas natural, cuyos pagos experimentaron una reducción significativa desde 2014 que "resintió" al Estado boliviano económicamente. Esta vulnerabilidad estructural se vio exacerbada por factores externos como precios internacionales elevados y préstamos constantes de parte del Estado, cómo también factores internos, tales cómo la subvención del combustible y el mantenimiento de empresas públicas deficitarias. La combinación de estos elementos creó un círculo vicioso donde la escasez de divisas generó mayor demanda especulativa, alimentando precisamente el fenómeno que las autoridades buscaban evitar.
El segundo acto se desarrolló durante los primeros meses de 2024, cuando la crisis de liquidez se manifestó de manera tangible en el sistema financiero nacional. Las entidades bancarias implementaron restricciones drásticas en los retiros de dólares, limitándolos a entre 2.000 y 3.000 dólares por cliente, mientras que el retiro masivo e inusual de divisas del sistema financiero intensificó la presión sobre las reservas. El vocero presidencial Jorge Richter atribuyó este fenómeno a "sectores opositores" que buscaban generar "inestabilidad" y "desconfianza", pero la explicación política no alteró la realidad económica: Bolivia se había quedado sin dólares.
La respuesta institucional reflejó tanto la urgencia de la crisis como las limitaciones de las herramientas monetarias tradicionales. El Banco Central de Bolivia mantuvo niveles elevados y estables de liquidez en bolivianos por encima de 9.000 millones, introdujo exenciones temporales al encaje legal e intensificó la compra de divisas en el mercado local. Simultáneamente, el gobierno envió al Parlamento proyectos de ley para la aprobación de créditos externos por 771.3 millones de dólares y propuso la controvertida Ley del Oro, diseñada para fortalecer las reservas internacionales mediante la compra directa de oro local para su conversión a divisas.
Estas medidas, aunque técnicamente sólidas, no abordaron el problema fundamental: el desajuste entre un tipo de cambio oficial artificialmente estable y las presiones de mercado que demandaban una depreciación significativa.
Es aquí donde comienza el tercer acto, el más revolucionario: la adopción espontánea y masiva de stablecoins como mecanismo de supervivencia económica. En un giro radical que habría sido impensable apenas años antes, Bolivia levantó en 2024 su prohibición sobre Bitcoin y los pagos con criptomonedas, permitiendo a las instituciones financieras realizar transacciones con activos digitales. Esta medida representó una transformación fundamental respecto a la posición mantenida desde 2014, cuando el país había implementado una prohibición total sobre las criptomonedas.
Los resultados fueron inmediatos y espectaculares. Los datos oficiales revelan un aumento del 100% en el comercio de activos virtuales, con aproximadamente 15.6 millones de dólares en activos comercializados mensualmente entre julio y septiembre de 2024. El volumen total de 48.6 millones de dólares estuvo compuesto en gran medida por stablecoins, evidenciando la preferencia de los bolivianos por estas monedas digitales estables sobre otras criptomonedas más volátiles. En octubre de 2024, Banco Bisa introdujo un servicio de custodia de stablecoins con respaldo regulatorio, proporcionando infraestructura formal para el acceso a estas monedas digitales.
Lo más notable de este fenómeno no son las cifras, sino su penetración en el comercio cotidiano. Paolo Ardoino, CEO de Tether, documentó cómo tiendas bolivianas comenzaron a exhibir precios directamente en USDT para productos como chocolates Cadbury Dairy Milk, galletas Oreo y gafas de sol. Esta práctica indica que las stablecoins han comenzado a funcionar como una unidad de cuenta alternativa en sectores específicos de la economía boliviana, especialmente aquellos más sensibles a las fluctuaciones cambiarias. En un país donde históricamente solo el 11% de los residentes utilizaba tarjetas de débito y únicamente el 5% usaba tarjetas de crédito, las stablecoins han proporcionado una alternativa digital accesible que no requiere los requisitos tradicionales del sistema bancario.
La adopción de stablecoins ha generado efectos ambivalentes sobre la crisis económica boliviana. Por un lado, estas monedas digitales han proporcionado una solución parcial a la escasez de divisas estadounidenses, permitiendo a comerciantes y consumidores acceder a una forma estable de valor denominada en dólares sin depender del mercado oficial de divisas. Esta funcionalidad ha sido particularmente valiosa en un contexto donde el 66% de las estaciones de servicio del país carecían de combustible durante las semanas más críticas de la crisis, y donde la inflación interanual alcanzó el 12.03% en enero de 2025, el nivel más alto desde 2008.
Sin embargo, la proliferación de stablecoins también ha introducido complejidades nuevas en el panorama económico boliviano. La utilización de USDT y USDC como medios de pago ha facilitado el desarrollo de un ecosistema económico paralelo que opera al margen del sistema bancario tradicional y de los mecanismos de control monetario del Banco Central. Esta dinámica ha contribuido a una dolarización informal acelerada de ciertos sectores de la economía, potencialmente socavando la efectividad de las políticas monetarias tradicionales que el BCB había implementado para mantener la estabilidad.
El contraste entre los 6.96 bolivianos por dólar del tipo de cambio oficial y las menciones de tasas cercanas a 16.30 bolivianos en mercados paralelos ilustra la magnitud de las distorsiones que las stablecoins han ayudado a navegar. Al proporcionar una alternativa al mercado paralelo de dólares, donde los precios habían alcanzado niveles significativamente superiores al tipo oficial, las stablecoins han ejercido una presión competitiva sobre los cambistas tradicionales y han ofrecido a los usuarios una forma de acceder a valor denominado en dólares sin participar directamente en actividades especulativas del mercado negro.
La experiencia boliviana con las stablecoins revela tanto las posibilidades como los límites de la innovación financiera en contextos de crisis monetaria. En el comercio minorista donde se han adoptado estas monedas, los precios han tendido a mostrar mayor estabilidad al estar denominados directamente en USDT, evitando las fluctuaciones asociadas con la conversión constante entre bolivianos y dólares. Esta estabilización sectorial ha sido particularmente valorada por comerciantes que operan con márgenes estrechos y requieren predictibilidad en sus costos y precios.
No obstante, esta estabilización localizada ha ocurrido en paralelo con el deterioro general de la situación económica del país. Las protestas continuas de comerciantes y transportistas evidencian que la adopción de stablecoins, aunque beneficiosa para ciertos actores, no ha resuelto los problemas estructurales subyacentes de la crisis económica boliviana. La escasez generalizada de productos básicos y los déficits fiscales persisten como desafíos fundamentales que trascienden las soluciones proporcionadas por las monedas digitales.
La paradoja boliviana ilustra una verdad más amplia sobre la naturaleza del dinero en la era digital: cuando los gobiernos no pueden o no quieren proporcionar estabilidad monetaria, los mercados encuentran alternativas. Las stablecoins han demostrado ser una herramienta efectiva para proporcionar estabilidad de precios y acceso financiero en contextos donde el sistema bancario tradicional es inadecuado. Sin embargo, su adopción masiva también plantea preguntas fundamentales sobre la soberanía monetaria y la capacidad de los estados para mantener el control sobre sus economías.
El caso boliviano sugiere que las stablecoins pueden funcionar como válvulas de escape valiosas durante crisis monetarias, proporcionando estabilidad sectorial y facilitando el comercio cuando los mecanismos tradicionales fallan. Pero también demuestra que estas soluciones tecnológicas, por innovadoras que sean, no pueden resolver los desequilibrios macroeconómicos fundamentales que generan las crisis en primer lugar. La dependencia excesiva de las exportaciones de commodities, la falta de diversificación económica y los controles cambiarios insostenibles siguen siendo problemas que requieren soluciones de política económica, no solo innovación financiera.
En última instancia, la experiencia boliviana con las stablecoins representa un experimento fascinante en adaptación económica. Ha demostrado que la innovación financiera puede proporcionar alivio temporal y soluciones sectoriales, pero también ha confirmado que no existe sustituto para políticas macroeconómicas sólidas y estructuras económicas diversificadas. Mientras Bolivia continúa navegando entre la estabilidad artificial de su tipo de cambio oficial y la realidad de mercado reflejada en las stablecoins, el país ofrece un laboratorio único para observar cómo las economías emergentes adaptan las herramientas financieras del siglo XXI para resolver los desafíos económicos del siglo XX.
Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.