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En la mayoría de los mercados, el capital de riesgo opera bajo una lógica clara: despliega capital ágilmente, genera retornos consistentes, o enfrenta preguntas difíciles de los socios limitados. La industria boliviana de capital de riesgo ha desarrollado un modelo diferente. Al funcionar principalmente con capital filantrópico y de impacto social, los tres principales fondos del país han creado algo que podría describirse como "inversión de desarrollo" más que como capital de riesgo en su sentido tradicional.

Los números revelan un panorama particular. Después de seis años de operaciones combinadas, Escalatec, iThink VC y Babasú han desplegado 2,97 millones de dólares entre doce startups únicas. Su tasa interna de retorno colectiva es negativa al ciento por ciento, principalmente porque ninguna salida se ha materializado todavía. Ningún socio limitado ha visto retornos hasta la fecha. En mercados más establecidos de capital de riesgo, esto generaría preocupación significativa. En Bolivia, refleja la juventud del ecosistema y la naturaleza del capital que lo alimenta.

Las startups que han conseguido financiamiento muestran un patrón interesante en las preferencias del ecosistema. De los 2,97 millones desplegados, el ochenta por ciento ha fluido hacia empresas que ya demostraron tracción de mercado. Solo 225.000 dólares fueron a emprendimientos en etapa de pre-semilla que todavía desarrollaban sus productos. Ultra, anteriormente conocida como UltraGrupo, es beneficiaria de 300.000 dólares de iThink VC en 2020 y una valoración en papel de 21 millones. Bucksapp, un proveedor de soluciones de datos corporativos, aseguró una ronda de 1,1 millones divididos entre Escalatec con cien mil y iThink VC que lideró con un millón. La empresa ahora opera en cuatro países.

Koban, una plataforma logística, levantó 400.000 dólares de iThink VC en 2021 antes de conseguir una ronda de pre-semilla de 2,3 millones, mayormente de fuentes internacionales. MOBI, un proveedor de soluciones de movilidad, atrajo 600.000 en co-inversión de iThink VC y Babasú Ventures, alcanzando una valoración en papel de cinco millones. Estas historias comparten una característica común: todas tenían modelos de negocio validados antes de recibir financiamiento. El capital financió principalmente marketing y expansión, no desarrollo de producto. Los fondos bolivianos funcionan como aceleradores de crecimiento para conceptos probados, una estrategia de menor riesgo comprensible dado el tamaño del mercado.

Los emprendimientos genuinamente tempranos como iZi Soluciones, Cuponet y LUKA han recibido menos atención. Los 225.000 dólares asignados a pre-semilla representan tres acuerdos en seis años. Esta concentración en etapas posteriores refleja tanto la aversión al riesgo como las limitaciones estructurales del ecosistema boliviano.

La explicación fundamental radica en el origen del capital. Aproximadamente el setenta y cinco por ciento del capital desplegado de los fondos gestionados por VCs bolivianas provienen de fuentes que priorizan el impacto sobre los retornos financieros: fundaciones filantrópicas, presupuestos de responsabilidad social empresarial e instituciones de desarrollo.

El inversor ancla de Escalatec es la Fundación SOLYDES, una organización enfocada en desarrollo sostenible, complementada por inversionistas ángel bolivianos. Babasú Ventures obtiene recursos de inversionistas de impacto y programas corporativos de RSE. iThink VC tiene respaldo parcialmente institucional con tres millones del Banco Interamericano de Desarrollo, junto a family offices.

Esta estructura de capital genera dinámicas distintas a las del venture capital tradicional. Cuando los socios limitados valoran el desarrollo del ecosistema tanto como los retornos financieros, los administradores operan bajo parámetros diferentes. Escalatec, fundado en 2019, ha desplegado el treinta y tres punto ocho por ciento de su capital estimado después de seis años, cuando los estándares internacionales sugieren completar el despliegue en cuatro años. iThink VC, en su cuarto año, ha colocado el siete por ciento de sus veinte millones.

Babasú, con dos años, va al nueve por ciento de sus diez millones. Estas velocidades de despliegue serían cuestionadas en VCs internacionales, pero pueden ser aceptables para inversionistas enfocados en impacto social.

Los fondos de capital de riesgo profesionales típicamente completan su despliegue en los primeros cuatro años, dedican los años cinco a ocho a gestión de portafolio, y preparan salidas en los años nueve y diez. El modelo boliviano opera con una temporalidad diferente. Los tres fondos han consumido 229.000 dólares en comisiones de administración sin generar retornos todavía.

La situación se complica por la existencia del programa estatal FOCASE, que desplegó 85,7 millones de dólares entre 2019 y 2023 en más de nueve mil operaciones crediticias. Con un promedio de 8.753 dólares por operación a tasas del siete por ciento para sectores productivos y once y medio para servicios, con plazos de hasta siete años y períodos de gracia, FOCASE coloca veintinueve veces más capital que todos los fondos de capital de riesgo combinados. Para los emprendedores, la comparación es directa: crédito accesible garantizado por el Estado versus equity dilutivo. Esta competencia con financiamiento estatal subsidia el crecimiento pero puede desincentivar la búsqueda de capital de riesgo en instituciones VCs en Bolivia.

El ecosistema enfrenta limitaciones estructurales adicionales. Con solo ciento cincuenta y cinco startups activas en todo el país y el ochenta y seis punto siete por ciento de las inversiones requiriendo validación de mercado previa, el conjunto de empresas invertibles es limitado. Escalatec analiza más de quinientas startups para invertir en seis, una tasa de aprobación del uno punto dos por ciento. Para desplegar veinte millones con tickets promedio de trescientos mil dólares, iThink VC necesitaría sesenta y siete acuerdos, una cifra desafiante con el flujo actual de oportunidades. Los procesos de diligencia debida se extienden entre seis y doce meses versus treinta a noventa días en mercados maduros, reflejando la curva de aprendizaje de fondos pioneros en la región.

El resultado es un ecosistema que opera bajo una lógica filantrópica que sitúa los retornos en un segundo plano. Los fondos funcionan como instrumentos de construcción de ecosistema con equity, priorizando el impacto en el desarrollo empresarial sobre la velocidad de retornos. Bolivia ha desarrollado un modelo híbrido que combina elementos de inversión social con estructuras de venture capital, un experimento comprensible en un mercado emergente donde el capital puramente comercial podría ser demasiado selectivo o ausente.

En abril de 2025 llegó Yango Ventures con veinte millones de dólares, representando una nueva fase potencial. El fondo, respaldado por capital corporativo del Grupo Yango, representa siete veces todo el capital desplegado por los tres fondos activos combinados. Sus tickets planeados de entre doscientos cincuenta mil y trescientos cincuenta mil dólares son competitivos regionalmente. Con entre el diez y treinta por ciento destinado a Bolivia, podrían colocar entre dos y seis millones en el país. Sin embargo, sus criterios declarados buscan producto validado y equipo sólido, sugiriendo continuidad con el patrón existente. Yango representa una prueba interesante: ¿puede un fondo con capital corporativo mantener velocidades de despliegue más cercanas a estándares internacionales en el contexto boliviano?

Lo que emerge del análisis es que Bolivia ha desarrollado un modelo distintivo de financiamiento para startups. No replica los estándares tradicionales del venture capital porque opera con capital que tiene objetivos diferentes: construcción de ecosistema, desarrollo económico e impacto social por encima de retornos financieros. El mercado emprendedor boliviano prioriza el desarrollo sobre lo comercial, lo que explica tanto sus particularidades como sus limitaciones.

Esta realidad plantea una pregunta importante: ¿es esto un modelo alternativo válido para mercados emergentes pequeños, o una fase transitoria? Independientemente de que las startups bolivianas muestren potencial, la realidad es que si la inversión sobre ellas no demuestra ser rentable al corto plazo, actores internacionales estarán menos dispuestos a pagar el Exit de Escalatec, iThink y Babasú.

Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.