l ecosistema global de startups está experimentando una transformación que está cambiando el paradigma de financiamiento y creación de empresas tecnológicas. En un contexto donde el capital de riesgo (VC) ha disminuido drásticamente su alcance y disponibilidad, los fundadores están recurriendo a estrategias alternativas como el "bootstrapping" para mantener sus negocios a flote y alcanzar el crecimiento.
El "bootstrapping" se refiere a la estrategia de iniciar y hacer crecer una empresa utilizando exclusivamente recursos propios o generados por el negocio, en lugar de depender de inversores externos. Los emprendedores que adoptan esta práctica suelen financiar sus operaciones a través de ahorros personales, ingresos provenientes de clientes o pequeñas contribuciones de amigos y familiares. Aunque implica mayores sacrificios y limitaciones iniciales, el bootstrapping permite a los fundadores mantener el control total de sus empresas y evitar la dilución accionaria, a la vez que fomenta una cultura empresarial centrada en la eficiencia y la rentabilidad temprana.
Un reciente informe de Carta destaca que en 2024, el 38% de las startups creadas en su plataforma tienen un único fundador y no cuentan con financiamiento de VC. Este porcentaje ha aumentado de manera constante desde 2015, cuando solo el 22.2% de las startups con un fundador operaban sin inversión externa. Este cambio no es simplemente una señal de un mercado más conservador, sino una adaptación a un entorno de financiamiento más desafiante, marcado por altas tasas de interés y un menor apetito por el riesgo.
El "bootstrapping", o financiamiento propio, se está consolidando como una estrategia dominante. Fundadores que eligen esta vía están financiando sus operaciones con recursos propios, ingresos de clientes o pequeñas inversiones de amigos y familiares. Esta tendencia también refleja un cambio en las aspiraciones de los emprendedores: en lugar de perseguir rápidamente rondas de inversión y altos niveles de crecimiento con dilución significativa, muchos prefieren construir negocios sostenibles, manteniendo el control y reduciendo la dependencia de terceros.
En el caso de Bolivia, el contexto presenta características únicas. Según datos del SEPREC, las empresas unipersonales representan el 77,8% de todas las empresas formalmente registradas en el país, lo que evidencia una fuerte inclinación hacia emprendimientos liderados por un solo fundador. Estas empresas, típicamente autofinanciadas, encuentran en el bootstrapping no solo una estrategia viable, sino a menudo la única opción dada la limitada disponibilidad de financiamiento externo. Además, Bolivia muestra una notable diversidad en sus tipos de emprendimientos, desde negocios artesanales y gastronómicos hasta startups tecnológicas en áreas como fintech y logística.
La crisis en el mercado de VC ha sido especialmente visible desde 2022. El fenómeno del "dry powder", que refleja la acumulación de capital no invertido en los fondos de VC, ha resultado en una concentración del financiamiento en startups más avanzadas o con menor riesgo percibido. Esto ha dejado a las startups en etapas iniciales, y particularmente a aquellas lideradas por un único fundador, enfrentándose a mayores barreras para acceder a capital externo.
Con una economía marcada por una escasez de liquidez —las reservas líquidas del Banco Central apenas alcanzan los 50 millones de dólares—, el acceso al financiamiento de riesgo en Bolivia es extremadamente limitado. Este contexto obliga a los emprendedores locales a depender en gran medida del bootstrapping, perpetuando un ciclo de crecimiento restringido y limitando el impacto potencial de las startups en la economía nacional.
Sin embargo, el auge del modelo de fundador único y autofinanciado también trae consigo lecciones valiosas. En mercados como Estados Unidos, el bootstrapping ha permitido a los emprendedores enfocar sus esfuerzos en la eficiencia operativa y la rentabilidad temprana. En Bolivia, los emprendedores pueden adoptar estrategias similares, priorizando modelos de negocio que generen ingresos rápidamente y optimicen el uso de recursos limitados. No obstante, el crecimiento sostenible del ecosistema emprendedor boliviano también requiere cambios estructurales. Sería fundamental fomentar un entorno que facilite la formación de redes de inversión local, programas de aceleración y espacios de coworking que conecten a los emprendedores con mentores y recursos. Además, una mayor colaboración entre el sector privado y el gobierno podría estimular el desarrollo de instrumentos financieros innovadores, como fondos semilla o coinversiones con capital extranjero.
En conclusión, el modelo de startups autofinanciadas está redefiniendo las reglas del juego en el ecosistema global y local. Si bien plantea retos importantes, también ofrece una oportunidad para que los emprendedores bolivianos desarrollen resiliencia y modelos de negocio más sostenibles. Con el apoyo adecuado, el bootstrapping podría convertirse no solo en una estrategia de supervivencia, sino en un catalizador para un crecimiento más inclusivo y sostenible.
Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.