l vicepresidente de Bolivia, David Choquehuanca, recomendó el 10 de agosto de 2022 en Tarija, a los jóvenes campesinos e indígenas “no ir a las universidades porque no les servirá para despertar”. Les dijo: “Las universidades no te van a enseñar, no les conviene, debemos pensar en la comunidad…”. Se trata de un discurso interesante que no solo tiene aspectos “pachamámicos”, es decir que miran al pasado, sino también expresa aspectos que apuntan al futuro, a la modernidad.
En primer lugar, tiene razón ya que la baja calidad de las universidades públicas, privadas y católicas es reconocida internacionalmente y afecta no solo a los indígenas sino también a los no indígenas y citadinos. Uno de los defectos importantes de las universidades bolivianas es que la gran mayoría de los docentes tiene solo el nivel de licenciatura, es decir, el nivel académico más bajo. Esto significa que estos docentes-licenciados no han elaborado tesis personales de investigación auténticas, es decir, que no han generado nuevos conocimientos de nivel de maestría y de doctorado en sus tesis, por lo que sus conocimientos tienen un rezago de varias décadas. Los docentes de estos licenciados mencionados fueron a su vez también docentes-licenciados sin tesis, con años de atraso acumulado en los cursos que transmiten en las aulas.
Por otra parte, las universidades bolivianas son casi totalmente “endogámicas”, es decir que los docentes-licenciados son titulados en la misma institución, no vienen de otras instituciones y, sobre todo, no vienen de universidades extranjeras. Existe por consiguiente un amplio stock de conocimiento estancado en las universidades públicas, privadas y católicas del país. Si los docentes vinieran de otras universidades con doctorados y sobre todo del exterior, significaría que tienen conocimientos “frescos, útiles y modernos”, no atrasados.
En este caso el vicepresidente Choquehuanca tenía razón, estas universidades no servirán a los jóvenes indígenas para “despertar”, sino para estancarlos al igual que la mayoría de los profesionales citadinos actuales. Los profesionales indígenas“ no serían útiles para “servir y pensar en las comunidades”. El vicepresidente ha podido conocer a muchos de estos licenciados que cuando van al campo o ejercen tareas de profesionales en las instituciones y empresas públicas y privadas aportan poco o nada a su desarrollo y al país.
¿Por qué el atraso de las universidades bolivianas? ¿Existe alguna discriminación particular de las universidades hacia los jóvenes indígenas? En realidad, el trato de las universidades públicas y privadas no es discriminatorio en general respecto a los diferentes sectores sociales.
En la Constitución Política del Estado (artículo 97) se establece que “la formación post-gradual en sus diferentes niveles tendrá como misión fundamental la cualificación de profesionales en diferentes áreas, a través de procesos de investigación científica y generación de conocimientos vinculados con la realidad, para coadyuvar con el desarrollo integral de la sociedad”. O sea que la CPE señala a las universidades que no solo deben dedicarse a las licenciaturas y formar licenciados, sino que deben también formar a los profesionales de alto nivel —el “capital humano”— necesarios para el desarrollo económico y social del país “a través de procesos de investigación científica y generación de conocimientos…” Pero, ¿quiénes va a formar a los profesionales investigadores de alto nivel?, ¿los actuales docentes-licenciados? Se trata en realidad de una grave contradicción de las universidades bolivianas, públicas y privadas. Hasta aquí la preocupación del vicepresidente es genuina.
En segundo lugar, las expresiones mencionadas me hacen pensar en las posibilidades y recursos disponibles del vicepresidente para cambiar a las universidades anticuadas para que los jóvenes indígenas profesionales puedan “servir a la comunidad”. ¿Cómo hacer para cambiar a estas universidades? Aquí se complica el problema. Durante los 17 años que el MAS-IPSP se encuentra en el poder, al parecer no ha movido un dedo para modernizar a las universidades en relación con lo que manda la CPE (“… a través de procesos de investigación científica y generación de conocimientos...”), para coadyuvar con el desarrollo integral de la sociedad.
Ciertamente uno de los factores principales que traban el desarrollo de las universidades para cumplir con la misión encomendada es el funcionamiento del cogobierno docente-estudiantil (CD-E), es decir, la estructura central del poder político universitario conformado sobre todo por docentes-licenciados. Es probable que en este nivel operen las famosas “roscas lucrativas” que se benefician económica y socialmente del funcionamiento deficiente y anticuado de las universidades públicas. Son luego estas universidades las que difunden sus criterios de funcionamiento al conjunto de las universidades del país.
Me pregunto si el vicepresidente podría ejercer el poder político del que dispone tanto gubernamental como legislativo para cambiar y modernizar a las universidades y volverlas capaces para la formación de los jóvenes estudiantes, tanto indígenas como no indígenas. Es probable que el vicepresidente se sienta con las manos atadas y no tenga los recursos para cambiar el carácter actual de las universidades sobre todo públicas, lo que muestra el poder incrustado de las llamadas “roscas de lucro” universitarias conformadas por docentes-licenciados, administrativos y estudiantes, todos altamente politizados y organizados.
En este caso, podemos comprender por qué el vicepresidente recomienda a los jóvenes indígenas “a no ir a las universidades”, ya que ahí no podrían formarse para “servir a las comunidades”.
Pero esta recomendación también parece denotar un espíritu “pesimista y conservador” porque, por una parte, revela la impotencia política para promover cambios en las universidades anquilosadas para formar buenos profesionales indígenas, ¨por otra parte, otra parte, revela también la real magnitud del problema de las universidades que impiden que el país avance.
La calidad de las universidades no ha cambiado en los últimos 17 años del MAS-IPSP en el poder. Sin embargo, las estructuras internas de poder de las universidades han promovido algunas “innovaciones” en los últimos 10 años pero no tendentes a la mejora de la calidad académica de los estudiantes, sino simplemente a cambiar la “fachada” de las facultades y carreras. Estas innovaciones han consistido en crear decenas de “posgrados” en las facultades, entre los cuales el denominado “diplomado de educación superior”, importado de la Cuba actual. Lamentablemente, estas innovaciones de fachada tienden simplemente a esquivar los niveles de maestría y de doctorado, es decir, justamente los niveles que permiten generan nuevos conocimientos científicos, culturales y sociales.
Estas innovaciones no podrán obviamente promover una mejor formación de los jóvenes indígenas y no indígenas cuando ejerzan funciones profesionales en las comunidades del campo y de las ciudades.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.