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urante los años 30 y 40 del siglo pasado existía un modelo de desarrollo económico exitoso en Cochabamba, pero se truncó a partir de 1952 con la Revolución Nacional (¿golpe de Estado?) y la Reforma Agraria de 1953.

¿Se puede hablar de “modelo de desarrollo? ¿Quién lo formuló? Ciertamente el modelo surgió espontáneamente, después de la aciaga Guerra del Chaco (1932 a 1935) y gracias al esfuerzo emprendedor de cientos de productores agropecuarios cochabambinos, y sobre todo, al esfuerzo de arrastre de los promotores mineros bolivianos.

La actividad agropecuaria exitosa de ese tiempo fue la agricultura intensiva basada en la producción de granos como el maíz, el trigo, la cebada, las verduras, la fruta, así como, por otra parte, la ganadería intensiva basada en la producción de carne vacuna, lácteos y cuero. Las superficies de tierra de los propietarios privados se extendían por varias hectáreas. En los años 40 Cochabamba fue llamada “el granero de Bolivia”.

El sistema de organización era semifeudal y semicapitalista basado en la relación en que el propietario concedía una parcela familiar al campesino a cambio del trabajo en su propiedad. Ya se desarrollaba, sin embargo, el trabajo asalariado de algunas franjas campesinas. Hasta principios de los años 50 el sistema no registraba contradicciones sociales conflictivas.

El granero exportaba los productos mencionados a las ciudades de Oruro, La Paz y Potosí, y sobre todo a las minas del altiplano y occidente del país. Miles de trabajadores mineros se beneficiaban con los alimentos baratos. Los grandes propietarios de minas como Patiño, Hoschild y Aramayo constituyeron el motor del desarrollo capitalista minero del occidente y de la agricultura de Cochabamba.

Los alimentos eran transportados diariamente hacia los centros de consumo mediante los trenes de la empresa Bolivian Railway Company —creada gracias a los acuerdos con Chile después de la Guerra del Pacífico. Los mismos trenes transportaban desde la costa del Pacífico maquinaria, tractores, herramientas y los cientos de insumos mineros y agrícolas que requerían la minería del occidente y la agricultura de Cochabamba.

La producción del Valle Alto de Cochabamba -con las provincias Tarata, Punata, Arani, Mizque y la zona de la Angostura- llegó a ser la más avanzada tecnológicamente respecto a otras regiones agropecuarias de Bolivia. Estas rezagadas no se conectaron con el polo de los motores mineros de occidente.

Las ciudades de Cochabamba, La Paz, Oruro y Potosí, se convirtieron en centros empresariales de servicios de importación de tecnología y de insumos productivos, además de la exportación de bienes y materias primas minerales al mundo exterior. La ciudad de La Paz albergó también desde esos años a varias industrias manufactureras privadas cuya producción se dirigió a los centros mineros y a las ciudades del interior.

La estructura descrita (minas-granero) conformó un “polo de desarrollo capitalista” con cadenas productivas proyectadas hacia otros sectores y hacia otras provincias, incluyendo a los departamentos de tierras bajas como Santa Cruz.

Consecutivamente, se extendió la infraestructura de caminos interdepartamentales y provinciales en las ciudades mencionadas y se concluyó en los años cuarenta la carretera a la ciudad de Santa Cruz. Se inició asimismo la prolongación de la vía férrea desde el Valle Alto hacia la ciudad mencionada, pero no fue concluida por los problemas de los años cincuenta.
Sin embargo, otros vientos soplaban en sentido contrario. y contra el espíritu empresarial de las fuerzas progresistas. Estos vientos se generaron después de la Guerra del Chaco (1932-1935) y se convirtieron en tormentas desde fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta.

Un sector intelectual de la clase media de las ciudades de occidente, influenciados por corrientes ideológicas provenientes tanto del nacionalismo e indigenismo latinoamericanos (Argentina, México,,,), así como del estalinismo de la Unión Soviética, encabezaron un amplio movimiento para destruir la estructura capitalista del occidente y centro del país.

Estos intelectuales formularon la consigna “Tierra para los indios y minas para el Estado” como banderas de lucha. La consigna “tierra para los indios“ se convirtió con la Reforma Agraria de 1953 en la supresión por la violencia de la propiedad privada de la tierra. De esta manera se desbarató la estructura “Cochabamba granero de Bolivia”.

Simultáneamente la consigna “minas para el Estado” encabezó la estatización de las minas y liquidó el capitalismo minero internacional —en manos de bolivianos. De esta manera se destruyó finalmente el “polo de desarrollo nacional” sustentado en la minería y en la agricultura.

Desde la Reforma Agraria la producción de alimentos del minifundio semifeudal cochabambino es casi marginal respecto a las necesidades alimenticias de la población. Los revolucionarios nacionalistas y socialistas de los años 40 y 50 no previeron este resultado que profundiza el atraso y el subdesarrollo de Bolivia.

Bolivia se dirigía con este polo de desarrollo a constituir uno de los países más desarrollados de Sudamérica.
Posteriormente, 20 años después, gracias a la carretera Cochabamba-Santa Cruz y sobre todo al dinamismo de los empresarios cruceños, se desarrolló fuertemente la producción agropecuaria de este departamento. Ahora Santa Cruz produce, bajo formas capitalistas de producción, alrededor del 85 por ciento de los alimentos de Bolivia. Sus principales mercados de exportación son, sin embargo, varios países latinoamericanos importadores de los bienes cruceños.

Lamentablemente, los empresarios sufren una serie de restricciones por parte del Estado con el objetivo de bloquear su dinamismo y su mayor modernización tecnológica. Por otra parte, después de la destrucción del capitalismo internacional minero y del capitalismo agropecuario del Valle Alto surgió un nuevo tipo de capitalismo, pero esta vez clandestino, oculto, ilegal, delincuencial e internacional en la zona tropical del Chapare cochabambino. Gracias a la producción de hojas de coca por miles de pequeños campesinos, grupos de acopiadores capitalistas manufactureros nacionales y extranjeros la transforman en cocaína y la venden a narcotraficantes nacionales e internacionales.

Varios industriales y comercializadores de la cocaína han accedido desde fines de los años 90 y principios del 2000 a las altas cumbres del poder y del Estado. Con el fin de legitimar y ampliar sus actividades y su base política y social en el contexto nacional e internacional, el discurso político de los narcotraficantes se cubrió con el indigenismo tradicional, con el socialismo internacional y sobre todo con el pachamamismo nacional generado por algunos intelectuales bolivianos. Todavía no está dicho hasta cuando va a durar este “capitalismo socialista”.

Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.