
arece que Donald Trump y su grupo no han entendido cual es la verdadera naturaleza y las intenciones de largo plazo de Vladimir Putin y de su grupo respecto a Ucrania y Europa occidental.
Trump considera a primera vista que Putin y Rusia son similares a cualquier otro país, como Canadá y los países europeos individualmente, constituidos por grupos de altos funcionarios liberales y empresarios privados, o por pequeñas oligarquías estatales como la mexicana, la venezolana y otras. En este sentido, Trump ha formulado una política hacia Rusia basada en esta creencia y sin comprender la verdadera naturaleza de Rusia y sus oligarquías internas. Esta confusión puede causar graves daños a Estados Unidos y al mundo.
En realidad, en Rusia existen dos oligarquías principalmente, es decir dos grupos sociales dominantes que dirigen el vasto país en su conjunto. Por una parte, la oligarquía de Estado que dirige el Estado y la política del país y, por otro lado, la oligarquía de los grandes propietarios privados de los diferentes sectores productivos —industria, agricultura y servicios— que dirigen sus empresas grandes y medianas esparcidas en todo el territorio nacional.
Estas dos oligarquías se encuentran en conflicto permanente, pero también operan en el corto y mediano plazo bajo la dirección política de Vladimir Putin, el jefe del Estado. La actual oligarquía privada de Rusia que surgió durante los años ochenta, después de la política de la Glasnot (“transparencia”) de Gorbachov, accedió directamente a la propiedad privada de las empresas antes estatales, según las normas establecidas por Joseph Stalin, el jefe del Estado. Antes estos nuevos propietarios privados eran solo funcionarios y directores de la empresas estatales, acostumbrados a seguir los planes anuales y quinquenales establecidos por el Estado central.
Otro grupo fuerte de oligarcas de Estado de la actual Rusia, está constituido por lo altos funcionarios de las actuales grandes empresas del Estado, como las grandes fábricas de armamento (tanques, cañones…), las empresas fabricantes de aviones civiles y militares y de la marina civil y militar. Esta oligarquía civil, anteriormente funcionarios del KGB y colegas de Vladimir Putin, depende directamente de los planes estatales y de las órdenes de Vladimir Putin. Esta fracción de la oligarquía rusa forma parte de la oligarquía de Estado del país. En este sentido, la naturaleza de la oligarquías rusa no tienen nada o poco que ver con los grupos en el poder político de las democracias occidentales, ni incluso con las pequeñas oligarquías narcotraficantes actuales de países como Venezuela, Nicaragua y otras.
Las distintas oligarquías rusas registran décadas de atraso tecnológico y económico respecto al nivel alcanzado por los empresarios de los países europeos y de Estados Unidos. Este atraso les impide contribuir al desarrollo tecnológico de sus propias empresas, así como al desarrollo económico del vasto territorio ruso y de las diferentes regiones.
El control político desde arriba y las normas burocráticas durante décadas han impedido a las empresas rusas desarrollar su competitividad en un ambiente de libre competencia y de libertad de mercados internos e internacionales. Los bienes producidos por las distintas empresas rusas se caracterizan desde siempre por su atraso tecnológico y de diseño lo que les impide ser competitivas frente a los bienes industriales de las empresas europeas y de otras latitudes.
Frente a esta realidad que dura muchos años, la oligarquía de Estado rusa llegó a la conclusión de que para desarrollarse y satisfacer sus necesidades empresariales económicas, tecnológicas y de competitividad, así como los requerimientos sociales de la población y de la economía rusas, debe conquistar por la fuerza las economías europeas. Esta conquista debe sin embargo pasar primeramente por el aplastamiento de Ucrania. O sea que la beligerancia actual de la oligarquía rusa es debida a su atraso y a sus necesidades económicas internas.
Una prueba del atraso tecnológico actual de Rusia y de sus empresas reside en que pese a su dominio militar de las provincias del Este de Ucrania, aquellas que contienen los grandes yacimientos de las llamadas tierras raras o críticas, no tuvieron la capacidad tecnológica y económica de explotarlas y de integrarlas a su aparato productivo.
Al parecer Donald Trump tampoco tuvo la capacidad de entender la situación económica, social y política de Rusia y de Ucrania.
Los europeos se dieron cuenta que sus países constituyen uno de los objetivos mayores de las ambiciones de la oligarquía rusa y de Putin. Es por esto que el apoyo a Zelensky a Ucrania es amplio aunque con inferioridad de recursos y de capacidades militares.
Al final de cuentas, el grupo de Trump debe rendirse a la evidencia de que los intereses de la oligarquía rusa frente a Ucrania no están basadas simplemente en la aritmética militar, sino en sus intereses sociales y económicos internos de largo plazo. Aquí reside el nacionalismo y el patriotismo de la oligarquía rusa.
Lo que Trump debe determinar actualmente es de qué manera se puede establecer una mesa de negociación entre los intereses económicos de medio plazo de la oligarquía de Estado rusa y los intereses de paz de Europa occidental y del mundo.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.