lgunos analistas bolivianos dicen que actualmente —en 2024— Bolivia se encontraría “en las puertas del socialismo” o al “borde del socialismo”. Bolivia se encontraría en un período aún democrático y fuera del socialismo. Casi 20 años después de gobiernos masistas Bolivia ¿aún se encontraría en un régimen democrático? Esta afirmación no toma en cuenta las diferentes transformaciones políticas, sociales, económicas, institucionales e ideológicas ejecutadas en el país durante tantos años.
Debemos preguntarnos ahora sobre lo que significa, en estos tiempos, el “socialismo”, ¿qué es el socialismo y dónde comienza?
En realidad, el socialismo ya no es como hace más de 100 años, en tiempos de Lenin, de Trotzki, de Stalin o de Fidel Castro. Eso ya pasó. Ya no se trata ahora de tomar el poder por las armas y fusilar y encarcelar a los gobernantes y capitalistas. Ahora los socialismos se hacen mediante diversas vías, pacíficas o violentas, legítimas o ilegítimas, transparentes o no transparentes, e inmediatamente se realizan las transformaciones internas con diversas formas y contenidos. Los socialismos actuales de América Latina -exceptuando Cuba- se caracterizan por desarrollar y mantener solo algunas estructuras autoritarias, no necesariamente expropiando a los capitalistas. Algunos llaman a estos socialismos dictaduras populistas, fascistas, castrochavistas o socialismos del siglo XXI.
Estos socialismos se caracterizan también por estar encabezados por dirigentes salidos de la clase media elevada -no por obreros o de la clase media baja-, o incluso por “empresarios dudosos y cuestionables” (por ejemplo por empresarios “informales” ligados al narcotráfico, al contrabando, a la extorsión, a la trata de personas, etc.).
La ideología de estos socialismos se caracteriza ya no por plantear la lucha de clases en favor del proletariado y de los obreros contra el capitalismo y los empresarios, como antes, sino simplemente contra la “pobreza” en general o en favor de los “indígenas” o por las minorías como los “afros”, los homosexuales, etc. Por encima de todo, sin embargo, la lucha contra “el imperialismo extranjero” y por la “defensa de la soberanía “se mantiene como objetivo sagrado de todos los regímenes populistas o socialistas.
En el caso de Bolivia, el MAS construyó el llamado socialismo desde el inicio el año 2006 tras ganar las elecciones generales con amplia mayoría electoral. La clase política anterior de la “democracia liberal” se encontraba ampliamente desprestigiada por su ineficiencia gubernamental durante varios años y la altísima corrupción de los altos funcionarios.
Sobre esta base política, una de las medidas iniciales en el poder fue el “control” de la producción de hidrocarburos, hasta entonces en manos de empresas transnacionales, y la decisión de absorber la mayor parte de sus ingresos. Ya no se trató, como antes, de expropiar las empresas privadas y extranjeras y de expulsar a sus propietarios, sino solo de “controlar” su funcionamiento y acceder a sus ingresos. Lo importante para los nuevos gobernantes era asentar su poder económico en la explotación de empresas productoras de recursos naturales como los hidrocarburos, la minería (el litio del Salar de Uyuni, el hierro del Mutún…) y otros.
Una segunda medida política e ideológica fue la realización de la Asamblea Constituyente el año 2009 y la declaratoria de Bolivia como “Estado Plurinacional”, ya no República. Desde entonces el Estado, como en los países socialistas, asumió en los hechos y en las leyes la preeminencia institucional en la conducción de la sociedad, por encima de los distintos poderes del Estado como el Tribunal Constitucional, poder legislativo, el electoral y el judicial. El término de “Estado Plurinacional” evocaba la existencia de varias naciones en un solo país, haciendo alusión a la existencia de poblaciones indígenas. Ya no se hablaba de clases campesinas o populares, sino de “indígenas”. El denominativo “Plurinacional” si bien se refería a la “presencia” de gente de origen indígena en el Estado, no significaba que existieran indígenas con poder de decisión en la ”cúpula del poder”, es decir, indígenas auténticos que ejercieran efectivamente el poder político en las instituciones principales, sino simplemente a la presencia visible en algunas instituciones subordinadas. La verdadera cúpula del poder estaba conformada físicamente por personas de la clase media, algunos con estudios universitarios, que constituirá desde entonces la “oligarquía de Estado”, es decir la cúpula del gobierno que construye el Socialismo del siglo XXI.
En cuanto a un segundo conjunto de medidas económicas tomadas no se dirigieron a expropiar a los empresarios en general, como en Cuba, sino inicialmente a mantenerlos sometidos y sin posibilidad de expandirse. Con este objetivo el gobierno fue riguroso en cuanto a la elevación periódica de los impuestos empresariales altamente confiscatorios, a la imposición de normas laborales abusivas y al control político de las empresas por las cúpulas sindicales. La presión estatal y política contra los empresarios privados fue intensa desde entonces, lo que impidió la expansión empresarial al interior y exterior y el crecimiento de los empleos formales en el país.
Simultáneamente se crearon paulatinamente las empresas estatales en los diferentes sectores de la economía con el objetivo de “sustituir las importaciones” y crear una fuente de “ingresos propios” para la oligarquía de Estado. Se pretendía asimismo aumentar el poder económico y político del sector gubernamental frente al sector empresarial privado.
Todo esto se hizo y se ejecutó en Bolivia desde el principio del gobierno del MAS en el marco del Modelo Económico Social, Comunitario, Productivo y Comunitario (MESCP) formulado por Luis Arce cuando era Ministro de Economía. Las estructuras institucionales y económicas creadas respondían funcionalmente al llamado socialismo del Siglo XXI.
Como cabía esperar, estas estructuras no contribuyeron a la prosperidad económica y social de los diferentes sectores sociales y populares y no impulsaron la creación de empleos formales e ingresos para los trabajadores. Las empresas estatales de los diferentes sectores se caracterizaron desde un principio por ser ampliamente deficitarias, por dilapidar los subsidios crecientes, los créditos y las ayudas estatales. Una buena parte del déficit público proviene de las empresas estatales.
Luego de muchos años las empresas estatales no lograron generar una “fuente propia” de ingresos para la oligarquía de Estado.
Lo mismo sucedió con las grandes empresas productoras de recursos naturales “nacionalizadas” al inicio del gobierno del MAS. A partir del año 2015 YPFB, la empresa más importante del Estado productora de gas natural cayó en una fuerte declinación productiva afectando calamitosamente los ingresos del Estado y de la inversión pública departamental. El país, de importante productor de gas en Sudamérica se convirtió en importador en pocos años.
Asimismo, la oligarquía de Estado cifró esperanzas en las ganancias que podría generar la producción de litio del Salar de Uyuni, debido a que este yacimiento constituía la mayor reserva natural en el mundo. Al cabo de los años no se produjo ni un solo kilo y los ejecutivos de la empresa y sus familiares resultaron millonarios. Casi lo mismo sucedió con el hierro del Mutún.
La población y los trabajadores del país sufren por la implementación del Socialismo del Siglo XXI. El desabastecimiento de alimentos aumenta, lo que pone a las familias de las diferentes regiones en situación desesperada. La inflación es también creciente lo que afecta los precios de los alimentos de los bienes y servicios en general. Bolivia ha llegado a ser el tercer país de América Latina con la mayor inflación después de Venezuela y Argentina.
El socialismo del siglo XXI de Bolivia dura 18 años ya. No se vislumbra que la situación económica y política vaya a mejorar. Las protestas de la población van en aumento desde hace muchos años, así como la represión de los disidentes.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo