l presidente Arce pidió hacer un análisis profundo, objetivo, sincero, responsable y realista para llegar a conclusiones y diagnósticos adecuados, en el inicio del Congreso Plurinacional de Educación, en la ciudad de Tarija el lunes 25 de noviembre.
Palabras más, palabras menos, se refirió al nuevo perfil del bachiller con un altísimo compromiso social y a los educadores, quienes no deben ingresar a la Normal para lograr un empleo seguro, sino, se debe contar con maestros absolutamente comprometidos.
"¿Cómo andamos en la educación? No sabemos. Bolivia es un país soberano y, desde ese punto de vista, nosotros no podemos aplicar las pruebas PISA”, dijo en su momento el exministro de Educación, Édgar Pary. Estas pruebas que son exámenes estandarizados se aplican a jóvenes de 15 años de todos los países en matemáticas, lectura y ciencias. Está claro que no queremos evidenciar la calidad educativa en el país y el desastre al que nos condujo la Ley Avelino Siñani–Elizardo Pérez.
En una evaluación realizada a jóvenes que ingresaban sin examen de ingreso a una universidad privada anoté estas lindezas: 1. Explica la expresión “irse por las ramas”. Respuesta: Es como la película de Tarzán que iba de rama en rama; 2. Explica la expresión “mi abuelita es abnegada”. Respuesta: Sí, mi abuelita es muy negativa.
Estos jóvenes, que empiezan la vida universitaria, aparte de aprender los conceptos fundamentales de la carrera que eligieron, deberían entender lo que leen, comprender textos largos, entender las instrucciones escritas, retener la información recibida; superar las dificultades en la grafía, ortografía y composición escrita, expresarse con claridad ordenando sus ideas y, sea cual fuere la carrera elegida, tener un correcto aprendizaje de las habilidades aritméticas.
El Ministerio de Educación tiene datos de cuántos alumnos hay en el país, cuántos en el ciclo fiscal y particular, cuántos varones y mujeres, la deserción escolar y universitaria, cantidad de reprobados y como solución propuso el bono Juancito Pinto, pero no se habla de ¿qué se enseña? ¿Cómo se enseña? ¿Por qué el afán de imponer determinados libros con contenido de doctrina? Pero, hay algo más importante que subyace en esta problemática: ¿Qué se enseña a quienes enseñan?
Docentes con treinta y cuarenta años en la educación han convertido sus enseñanzas en verdades apodícticas y nada les hará cambiar, a ellos se suma que las juntas escolares terminan sojuzgando a los maestros, especialmente a aquellos que reprueban a los flojos y lerdos en el aprendizaje.
Se escribe mal y cada vez peor, basta ver las redes sociales para comprobar los errores inconcebibles, solo hay que escuchar a parlamentarios y autoridades para darse cuenta de la débil formación recibida. Siguiendo a Enrique Santos Discépolo, se podrá agregar a “cualquiera es un señor”, la expresión: cualquiera es diputado o autoridad…
Un congreso de esta naturaleza no debería tener miedo a aplicar la prueba PISA para saber si estamos en el último puesto o en las alcantarillas educativas. Esta reunión debería replantearse en forma urgente los contenidos educativos que se transmiten y que tengan inmediata relación con las necesidades del país. Se debe evitar endiosar la inteligencia artificial, que se ha convertido en el recurso cotidiano de los jóvenes que, a la hora de explicar lo que escriben o plantean, se quedan más mudos que un loro recién adquirido. Tal vez así mejoremos el sentido común, que como diría Descartes “es la cosa mejor repartida en el mundo”.
Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.