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odos hablan de la muerte, pero a nadie le gusta hablar de su propia muerte; eso sí, cuando pasan los años y el otoño llega a nuestras vidas, tocamos frecuentemente el tema de lo mucho que hicimos en vida y cómo nos gustaría que nos recuerden.

El 1 de noviembre Evo Morales le escribió una carta pública al presidente Arce, en cuyo último párrafo se lee lo siguiente: “Usted sabe quién dio la orden de disparar contra mi vida, y sabe que quienes están a su alrededor no dudarán en repetirlo si es necesario. Pero también sabe que la historia reivindicará mi lucha y mi dedicación a la Patria. Los bolivianos recordarán que dediqué mi vida a construir un país donde cada familia tuviera un plato de comida en la mesa y un futuro para sus hijos; sabrán que una Bolivia, libre, digna y soberana fue posible gracias a la nacionalización y a los sacrificios que hicimos junto al pueblo movilizado. ¿Y usted presidente, cómo cree que lo recordarán?".

Por supuesto que no es una carta póstuma, pero tiene las características de un pedido para aquel historiador que retrate su paso por el gobierno, para que la historia de Bolivia lo recuerde con todas esas virtudes, ignorando sus malos afanes.

Historiadores como Alcides Arguedas o la trica Vásquez Machicado, Mesa y Gisbert, que retrataban a cada uno de los presidentes con el calificativo correspondiente, ya no están en liza, los de hoy, están preocupados en escribir para que otros entiendan otros tiempos y entender el origen y complejidad de los problemas que nos rodean; por ejemplo, porque somos amigos de los paros y bloqueos y cómo empezó esta costumbre.

Herbert Klein, una eminencia en historia y un doctor en la materia, escribía en Historia Mínima de Bolivia: la sociedad boliviana de 1930 seguía siendo en muchos aspectos la misma que la que había sido en 1825; este atraso de la sociedad boliviana como nación, con una mayoría marginada y descuidada pedía a gritos una reforma, la cual llegaría en un intento formal el 1953.

Para consuelo de Morales, el mismo Klein escribía: Después de un largo periodo de inestabilidad económica y política marcado por la aplicación de políticas neoliberales, el régimen instalado en 2006 decidió recuperar para la nación la propiedad de la extracción de petróleo y gas, discutir y aprobar una nueva Constitución, y establecer mecanismos de participación popular en los procesos de toma de decisión, para así canalizar las demandas del pueblo; así, los aymaras compensaron el estancamiento económico y social de las clases medias mestizas. También, la creciente prosperidad de los aymaras dio lugar a una serie de resentimientos por parte de las clases medias blancas.

Nótese que no hace referencia a Evo Morales, ni sus ideólogos o las personas que participaron en ese proceso. Klein, de alguna manera, siguió los principios de Dilthey, uno de los padres de la historia moderna, tomó en cuenta que se debe comprender los hechos históricos y advertir que esta comprensión fue y será siempre subjetiva e individual.

Los más escrupulosos piden al historiador contar con una notable capacidad crítica para identificar evidencias y utilizar fuentes fiables, ser objetivos, asépticos y honestos en sus análisis y sería bueno que trabajen en equipo.

Morales no tiene que preocuparse, siempre encontrará personas que le hagan genuflexiones y escriban a la carta las lindezas de sus 13 años de gobierno, aunque también estarán otros que como Tomás O’Connor escribirán los dichos y hechos de Evo Morales.

Más allá de estas consideraciones historiográficas, queda el hecho central que marca la despedida de las personas del rol protagónico y corresponde saber afrontarlas con madurez.

Ernesto Murillo es filósofo y periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.