riedrich Nietzche en su libro “Más allá del Bien y del Mal” recomienda a los filósofos del porvenir, ciertas cualidades serias y profundas que distinguen al crítico del escéptico, la seguridad en la medida de los valores y el valor reflexivo entre otros. Estas máximas también se aplican al comunicador social de la era digital que no solo asiste al cambio de las formas sino del contenido de las noticias, porque ahora sobrevive en medio de un enjambre social donde todos juegan a hacer periodismo.
Para Friedrich Nietzche el racionalismo griego de Sócrates y el cristianismo son sus rivales visibles, ya que estos valoran la mortificación, el sacrificio y la humildad. Hoy el comunicador social tiene enfrente varios rivales que la sociología del siglo XXI empieza a descubrir como el cinismo, la injusticia, la deshonestidad, el odio, la pérdida del sentido de culpa, arrogancia, irresponsabilidad…
Sólo cito un párrafo de este pensador que como recomendación sostiene: Quizá para la educación del verdadero filósofo convendrá que recorra todos los grados en que se detuvieron aquellos sus ministros; quizás deba ser crítico, y escéptico, y dogmático, e historiador, y poético, y observador y viajero, y adivinador de charadas, y moralista, y vidente, y “espíritu libre”, recorriendo todo el recinto de valores humanos y de las estimaciones del valor para disfrutar de mil ojos y de mil conciencias desde las más excelsas cimas hasta los abismos.
Las redes sociales se encargan de lanzar la primicia sin fuente y sin medir los alcances de lo que se afirma. El periodista interpreta el acontecer cotidiano y orienta sobre lo que parece muy importante en el momento. Ejerce una comunicación responsable porque toma contacto con la realidad, la interpreta, recoge datos, selecciona y elabora el mensaje para enviarlo a los receptores.
El ejercicio periodístico es incompatible con la espontaneidad, por eso tiene que partir de un plan científico preconcebido, de unos datos que busquen ser irrebatibles. Un solo ejemplo. La denominada marcha por la vida que concluyó el 23 de septiembre y remató en inmediaciones del puente de la Cervecería, contó a decir de los partidarios del expresidente con al menos un millón de participantes. Nadie se tomó la molestia de hacer un recuento aproximativo. A la llegada de la cabeza de la marcha un camarógrafo hizo el recorrido a la inversa en cámara lenta para mostrar a los marchistas y agrupando en grupos de 100 personas, se pudo constatar que no superaban 60 grupos, lo que equivale a 6.000 personas y si a ello se suma mil curiosos que esperaban en el puente de los discursos, la multitud nunca superó las diez mil personas. ¿Cuál millón?
En la misma línea se informa que Roger Mariaca Montenegro fue elegido como Fiscal General del Estado tras recibir 115 votos, más de los dos tercios requeridos. Pronto se lanzaron las acusaciones de quienes vendieron sus votos o entregaron sus conciencias siendo de la oposición y se espera que algún comunicador se anime a investigar haciendo un recuento de votos, para saber quiénes son los 19 felones.
Dicen los manuales que para que un hecho califique y adquiera el estatus de noticia, los medios establecen determinados requisitos catalogados como noticiabilidad, factibles de medir por llamados valores noticia. Hoy el panorama cambió, son las redes sociales las que definen qué es y qué no es noticia, de acuerdo a sus conveniencias y en este panorama se ve la intromisión directa de los llamados guerreros digitales definidos por algunos como “vagos digitales encargados de desorientar a la opinión pública”.
Bajo la presión del mercado los periodistas de hoy trabajan más, disponen de menos tiempo para realizar sus investigaciones y para escribirlas, lo que conlleva a informaciones más superficiales. Se suma a ello una tendencia de las empresas de entretenimiento que utilizan la información como una mercancía, de ahí que la prensa escrita se ha ido convirtiendo progresivamente en periodismo de revelación, es desvelar escándalos, corrupciones y puntos oscuro de la vida profesional o privada de ciertos personajes, particularmente de los hombres de televisión.
Si a ello se suma que a nuestros jóvenes les cuesta una enormidad leer. Quedan dos caminos, seguir tozudamente en la línea de los espíritus libres o sucumbir ante la evidencia. Nietzsche tenía razón.
Ernesto Murillo es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.