Es un jugador de buen pie”. Esta es una de las afirmaciones que más escucho entre los reporteros y relatores de fútbol; alguien la impuso y el resto repite. Pronto me imagino a un futbolista con pie de Ceniciento, muy bien cuidado, uñas recortadas y empeine bajo. Error. El relator no se refiere a ese tipo de pie, sino a aquel que toca el balón con sutileza, que envía los pases con precisión milimétrica, que adormece el balón bajo la suela y que conoce todos los efectos para enviar la pelota donde quiera. Es probable que debajo de esos botines descanse un pie maloliente con sabañones, callos y hongos; eso no importa. Entonces, tenía razón mi profesor de gramática cuando decía que “el lenguaje se hizo para confundirnos”.
“Pueblo de Bolivia”, empezó diciendo el presidente Arce en su discurso, luego de cumplir cuatro años al frente del país. Inmediatamente surgieron mis dudas, porque yo entiendo pueblo a la generalidad y otros a la particularidad. Basta leer en las redes sociales una opinión contraria al expresidente Morales; inmediatamente los guerreros digitales salpican cientos de comentarios con la frase: “Evo es pueblo” que en lenguaje marxista ha de entenderse como una fracción caracterizada por su situación social; es más, el propio Marx prefirió utilizar el término proletario para ser más preciso. Volviendo al relato, debo colegir que no son pueblo los odiados de la derecha, los empresarios, los que piensan de forma diferente… Es que el lenguaje se hizo para confundirnos.
Cuando Hitler llegó a Canciller tenía el 33% de los votos de los germanos, es decir no todo el “volk” (pueblo) simpatizaba con el hombre de los bigotitos pequeños, de manera que tuvo que hacer una alianza; a partir de entonces en todas las elecciones convocadas, Adolf Hitler obtuvo una mayoría abrumadora. Cuando Evo Morales empezó su camino político no tenía el 20% de apoyo popular, pero cuando llegaron las elecciones de diciembre de 2005 llegó al sorprendente 54%.
Los mismos encargados de la propaganda del Partido Nacional socialista Obrero Alemán durante los años 20 y 30 (entre ellos, el ministro Joseph Goebbels) confirmaron en sus biografías y diarios personales que habían mentido a la sociedad para ganarse los votos de todas las clases sociales. Una vez en el poder, el MAS conformó un poderoso aparato de comunicación orientado principalmente a la clase trabajadora y el campo, favorecidos por algunos periodistas besamanos de gran influencia en la comunicación.
Hitler apeló a la expresión “puñalada por la espalda”, la causa de haber perdido la Primera Guerra Mundial y que Alemania había capitulado por culpa de los traidores judíos que, desde la retaguardia, habían conspirado contra el ejército. Los seguidores de Morales utilizaron la expresión de Juan Domingo Perón: “los vende patria” para referirse a los políticos a quienes no les importa su país, sino beneficiarse a sí mismos para endeudar y postergar al país.
Hitler fue crítico con el estamento militar que había sido derrotado en la Primera Guerra Mundial, pero en el afán de contar con su apoyo los unió a su proyecto. Morales y su partido, quiso echar un epitafio a los partidos de derecha y la clase empresarial; no dudo en llamar la “reserva moral” a la clase campesina para mostrar que alguien debía salvar al país que empezaba un nuevo capítulo de su historia, desterrando la vieja República.
Una vez en el poder, Goebbels y jóvenes entre veinte y treinta años que, además de aportar frescura al proyecto nazi "Reichspropagandaleitung", organizaron eventos, distribuyeron millones de folletos, llenaron las paredes de carteles, a ello sumaron, películas, altavoces, acompañando a Hitler por todas las ciudades. No hace falta explicar la tarea que realizan los llamados guerreros o vagos digitales que parecen haber copiado al pie de la letra a Goebbels, para construir la escalera del partido que, con un paréntesis está 18 años en el gobierno, aunque ahora divididos y volviendo al plano deportivo, los guerreros digitales evistas tienen buen pie y derrotan por goleada a los arcistas.
Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.