
alderón de la Barca a través de Segismundo en su libro La Vida es Sueño, afirma: "Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende." En un paralelismo metafórico, suelo afirmar: así como la vida es sueño, la vida es juego. Esta comparación busca representar de manera simbólica aspectos esenciales de la existencia: su naturaleza efímera, como el sueño, y su carácter lúdico e incierto, como los juegos. Me gusta reflexionar no solo sobre la transitoriedad de la vida, sino también sobre su imprevisibilidad, ese juego constante de apuestas, riesgos y sorpresas que define nuestra experiencia.
Y en materia de juegos existe un menú variado a elección. Muchos se usan pedagógicamente, como los de memoria, rompecabezas, encaje, lotería o bancos de palabras. Hay otros en los que el rasgo enfatizado es el psicológico, como los de dramatización, mímica, construcción o espejo. Los juegos infantiles se clasifican en tres tipos: de función (desarrollo de una actividad o tarea específica), de ficción (ponerse en una situación “como si”) y de construcción (fabricando o armando). De manera general, se habla también de dos tipos de juegos: i) los no reglados, que se desarrollan en la primera infancia, caracterizados por ser sin reglas y que generalmente son funcionales y hedonísticos, y ii) los reglados, que aparecen después de los 2 años del niño y se caracterizan por establecer nexos con el entorno, procesos comunicativos y tomar en cuenta al otro. A medida que crecemos y podemos entenderlas, cada vez que nos enseñan un juego nos enseñan las reglas: lo que se debe y lo que no.
La vida es juego, y en Bolivia, un atributo de la bolivianidad, así como lo es la fiesta, es el deporte rey. Este atraviesa edades, niveles de ingreso, regiones, género, etc. Por eso, del juego del que hablaré de ahora en adelante será del fútbol. Escuché que el 2025, año de las “posibles” elecciones nacionales, se avizora como un campeonato nacional de fútbol, en el cual el elemento característico es la ausencia del árbitro, no de las reglas del juego, que tenemos a montones. En la analogía, estas serían el sistema normativo, las leyes y disposiciones nacionales.
En un partido de fútbol, contar con normas y reglamentos es importante, pero juega un papel secundario. La clave es la instancia que las haga cumplir al momento de ingresar en el juego; en el fútbol, esta instancia se llama árbitro. Pero ojo, no me refiero al árbitro “bombero” ni al árbitro “vendido/comprado”, sino al árbitro que actúa como juez imparcial. En la analogía, hablo de la ausencia de una labor imparcial y de cumplimiento de las normas por parte del órgano electoral y del sistema de justicia del país.
El TSE plurinacional es cuestionado en su independencia política, eficiencia y probidad por el conjunto de la población, aunque no sé si en mayor, igual o menor medida como se cuestiona al padrón electoral. Ni hablar del súper árbitro, que en nuestro caso sería el Tribunal Constitucional, el cual, aplastando al TSE, ahora define también procesos electorales. Empeora aún más la situación el hecho de que, en nuestro caso, carecemos también del VAR (Video Assistant Referee), que equivaldría a las instancias de control y equilibrio frente al monopolio del poder estatal.
En el Índice Global de Estado de Derecho, Bolivia ocupa los últimos lugares en la clasificación mundial (131 de 142), y en la clasificación regional estamos penúltimos en aspectos como los límites al poder gubernamental, la ausencia de corrupción y la justicia civil y penal (31 de 32).
En este contexto, nos enfrentamos a la posibilidad de un “rodillazo” en el partido de fútbol, con “amarrahuatos” que se hacen meter autogol o que se hacen dar walkover por no haber podido armar un equipo completo para enfrentar al adversario; ustedes saben a quién me refiero en esta analogía.
Estamos ante un juego sin reglas y no somos como los bebés menores a los dos años de vida. Desde la recuperación de la democracia, hemos vivido 42 años y estamos encaminados a cumplir 200 años como país. El equipo que ganó los últimos campeonatos ha eliminado a los árbitros honestos en un intento por ganar a toda costa. El resultado, como todo en lo que se juega sin respetar la norma, es el caos.
Dino Palacios es ciudadano.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.