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as fiestas de fin de año suelen llenarse de deseos de felicidad, salud y prosperidad. Aunque estos buenos deseos son una tradición entrañable, suelen quedarse como meras palabras de ocasión. El año que se avecina nos plantea desafíos que exigen algo más que buenas intenciones: requieren fortaleza y una actitud diferente.

Es un año electoral, al menos en teoría. En agosto deberíamos votar para elegir presidente, vicepresidente y asambleístas. Esto significa un panorama lleno de promesas electorales, enfrentamientos, alianzas frágiles y acusaciones cruzadas en constante aumento. ¿Cambios reales? ¿Esperanzas renovadas? Francamente, lo dudo. Así que probablemente lo que tendríamos que desearnos es sabiduría para elegir, si llega la hora.

Los precios de los productos siguen subiendo día tras día en los mercados, mientras que el aumento salarial, que apenas beneficia a los trabajadores formales –menos del 10% de la población–, está lejos de cubrir la diferencia. ¿Creación de más empleos? Ni pensarlo. ¿Dólares para dar un respiro a la economía? Tampoco. Así que “prosperidad” es una utopía, necesitamos que la mayoría tenga un trabajo digno y un salario que le alcance.

Trump, de vuelta en el poder en Estados Unidos, generará expectativas sobre su relación con Putin y cómo manejará ese delicado equilibrio. Mientras tanto, Musk, ahora al mando de DOGE y dueño de Twitter –me niego a llamarlo X–, no solo administrará la información global, sino que también tendrá acceso a los secretos de Estado estadounidenses. Netanyahu continuará riéndose de la Corte Penal Internacional, Zelenski seguirá desplegando sus drones, y el destino de Siria seguirá siendo incierto. En Latinoamérica, Maduro y Ortega, fieles a su estilo, seguirán haciendo de las suyas. Es decir, estamos muy lejos de la “paz”, ese deseo no alcanza para el mundo de hoy.

El año que viene, 2025, se perfila particularmente difícil. Por eso, es importante que enfrentemos este año con plena conciencia e información sobre lo que nos depara. Al mismo tiempo, debemos regalarnos, como individuos y como sociedad, la fuerza, serenidad y claridad necesarias para afrontarlo, pensando en el bienestar de nuestras familias, nuestro país y nuestro planeta.

Dino Palacios es ciudadano.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.