
oy es un día crucial: está en nuestras manos definir el rumbo de, al menos, los próximos 20 años. El nuevo siglo trajo esperanzas de una era renovada. Atrás quedaron las dictaduras militares, la lucha por recuperar la democracia y la llamada “democracia pactada”, con sus megacoaliciones, hiperinflación, relocalización, capitalización y ajustes estructurales.
En lo que va del siglo, vivimos el “proceso de cambio”. Se reformó la Constitución, se renombró el Estado y sus instituciones, y el reloj de la Plaza Murillo giró al revés. Los altos precios de nuestros productos en el mercado mundial trajeron bonanza, ampliaron el acceso a servicios, redujeron la pobreza y fomentaron la inclusión. Sin embargo, la crisis global, la corrupción, la ineficiencia y la irresponsabilidad de los gobernantes nos han dejado un país quebrado, desinstitucionalizado, polarizado y enfrentado.
Aspiramos a un fin de ciclo. Pero, ¿qué nos impulsa a elegir? No creo que sean las “decisiones racionales”, el amor o la libertad. Por el contrario, votamos movidos por el miedo, la intolerancia, el rechazo o el “menos peor”. Nuestro cerebro integra tres partes: el reptiliano, que controla instintos de lucha y supervivencia; el límbico, que rige emociones, memoria y relaciones sociales; y el neocórtex, encargado del lenguaje y el pensamiento abstracto. Al votar, predominan los instintos reptilianos y las emociones límbicas, herencias profundas de nuestra evolución.
Estamos listos para la carrera, aunque no sepamos por qué equipo correr. Vamos a votar con esperanza, pero no con expectativas. Esperanzas, es decir ese anhelo profundo de que algo mejor ocurra. No son expectativas, basadas en datos o indicios racionales, sino un deseo visceral de cambio.
Hoy, nuestra decisión no solo elige un futuro, puede marcar el fin de un ciclo y el inicio de otro: el retorno de Perséfone, el resurgimiento del Fénix, el verdadero Pachacuti. Hoy, somos responsables de las decisiones que adoptemos y de no volver al pasado oscuro y nefasto.
Dino Palacios es ciudadano.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
