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irando desde el ventanal económico, el país se metió en un tobogán y vamos al default, es decir, somos insolventes y pronto ya no nos alcanzaría el dinero para pagar nuestras deudas; si miramos nuestra patria desde el lado político nos encontramos con un escenario atomizado, porque hay tantos candidatos y frentes, que los pretendientes a la dirección del país presentan un zancocho de ideas indigeribles. Desde la perspectiva social el panorama es menos alentador por la falta de fuentes de trabajo, la escasez de dólares, los problemas de combustible, el pobre sistema educativo, la atención de salud deficiente y un panorama que obliga a expulsar a cientos de jóvenes del país que buscan mejores días en otras latitudes.
Llegó el 2025 y no sabíamos ni cómo lo vamos a celebrar, porque la pobreza llegó hasta las ideas. “El Bicentenario debe ser una oportunidad para la unidad y la paz social ante un contexto internacional cambiante que se orienta a un destino multipolar y hago una convocatoria a la unidad y resolver nuestras diferencias en democracia”, alcanzó a decir el presidente Arce, agobiado por los problemas. Todo parece estar encaminado a la austeridad, como lo fue el discurso del mandatario, en una clara muestra de su escaso conocimiento de historia, negando 200 años de buenos y malos gobernantes, porque a juicio suyo solo merecen reconocimiento los indígenas del tiempo colonial, mientras en 200 años de la vida republicana, los diversos gobiernos no hicieron nada digno de reconocimiento.
Esta, la prueba más evidente de lo mal que se enseña la historia en la escuela, porque se toman textos y fechas que se enseñan de memoria, con el color ideológico del maestro de escuela, mientras son contadas las personas que van a los documentos, que son sepultados por los tiktokeros y los influencer de las redes sociales, quienes validan sus apreciaciones particulares como verdades taxativas expresadas en términos como “el mejor presidente de la historia” o “los mejores momentos del país”, sin haber leído seriamente un ápice de historia.
Escuché a un docente universitario preguntar ¿puede hacerse un pan sin harina? ¿puede el panadero elaborar una marraqueta sin manipular la harina? La respuesta al unísono fue “no”, ya que la harina está en la definición misma del pan, tal como dice la Real Academia Española: “porción de masa de harina por lo común de trigo y agua que se cuece en un horno y sirve de alimento”.
¿Puede hacerse historia sin documentos? Pareciera que no pues los documentos son la materia prima usada por el historiador para generar sus productos; sin embargo, en la práctica, hay pocos libros que tienen respaldo documental. En otros casos, a falta de este documento respaldatorios se acude a tradiciones, fuentes orales, objetos físicos y en casos, el autor reemplaza el documento con su imaginación. Hoy esos documentos pueden ser fotografías, mapas, croquis, grabaciones, videos y hasta sitios de Internet.
Esto, si se quiere ver nuestros 200 años de manera diferente a la habitual, ver la historia a través de documentos, dejar que los documentos hablen por sí solos y no por boca de los historiadores, políticos y gobernantes. Soñar no cuesta nada.
Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.