
inuto 88. Paniagua se fue por la derecha hizo un amague y el defensor uruguayo quedó en el camino, vino el centro al área que superó al portero Sergio Rochet, el público se levantó de sus asientos, los que estaban frente al televisor preparaban el grito contenido en toda la jornada y Algarañaz no llegó porque el balón iba a 100 kilómetros por hora y la pierna del delantero boliviano no llegó a conectar, cuando estaba a dos metros de la valla vacía.
Como esa jugada hubo una decena de ocasiones favorables incluido el remate de Vaca que se estrelló en el parante, otro de Villamil que le sacó pintura al poste y la decena de disparos al pórtico que atajó el portero visitante. “La pelota no quiso entrar”, fue el comentario unánime, dando vida a ese esférico de cuero que la tarde del 25 de marzo pareció pintarse de celeste para dar un grito de alegría a los charrúas. El cero a cero, no reflejó la diferencia que marcó el dueño de casa.
Los apergaminados Valverde, Ugarte, Núñez terminaron extenuados porque Bolivia los tuvo contra las cuerdas, golpeó arriba y abajo, repiqueteó la campana del gol, pero el esperado gol, no llegó.
Nada que reprochar al equipo local. Terceros apiló defensores uruguayos en sus corridas y llegadas en diagonal; Vaca se cansó de colocar balones medidos y precisos entre los defensores uruguayos y rematar de uno y otro lado; Robson midió los espacios, superó a sus marcadores y fue un eje en el medio campo; Villamil corrió como en sus mejores jornadas; Medina impuso su velocidad y ganó en el mano a mano. ¿Qué le falta entonces a este equipo? Un delantero con olfato goleador, con físico, con ubicación, pero esta es una tarea pendiente, porque ni Ábrego, ni Algarañaz tienen ese oficio que marca la diferencia.
Uruguay jugó un gran partido, defendiéndose con oficio, colocando una muralla en el medio terreno y atacando en bloque cuando se le presentaba la oportunidad, pero no hizo daño salvo un misil de Ugarte que pasó a centímetros del travesaño.
Pocos partidos se viven con tanta tensión, porque en cada ataque boliviano parecía que llegaba el gol, pero no ocurría ese feliz desenlace. De los 18 tiros de esquina 15 favorecieron a Bolivia, pero no se capitalizó esta ventaja porque no se tiene jugadores de estatura frente a los espigados defensores visitantes.
¿Qué viene ahora? Las esperanzas disminuyen; en una carrera corta de 100 metros, la ventaja de un metro que llevaba Bolivia desaparece en favor de Venezuela, Perú y Chile, que son los rivales directos en la lucha por el repechaje.
Una vez más habrá que decir una verdad de Perogrullo: A Bolivia le faltó cinco centavos; se jugó como nunca y solo se obtuvo un empate…
Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.