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ientras los medios de comunicación centran su atención en cómo la crisis económica afecta a sectores tradicionales como el transporte público y la economía nacional, resulta fundamental analizar su impacto en el dinámico sector emprendedor boliviano. Este ecosistema, lejos de ser homogéneo, está compuesto por diversos actores: desde emprendimientos en fase inicial y pymes tradicionales, hasta tech pymes que incorporan elementos tecnológicos, y startups innovadoras que revolucionan mercados establecidos.

La actual crisis cambiaria, que ha elevado el dólar paralelo hasta aproximadamente 10.5 bolivianos, está generando ondas expansivas en todo el sector. Este fenómeno ha provocado un incremento sustancial en los costos operativos, especialmente para aquellos negocios que dependen de insumos importados o servicios digitales internacionales. Un ejemplo ilustrativo es el caso de la publicidad en plataformas como Facebook: una campaña de 100 dólares que antes costaba 696 bolivianos, ahora requiere una inversión de 1.050 bolivianos.

La búsqueda de realizar los pagos con el sistema bancario tradicional, que opera con el tipo de cambio oficial, se ha visto frustrada por las restricciones impuestas al uso de tarjetas de débito y crédito, limitando el uso de la divisa extranjera con cuentas en bolivianos. Esta situación ha evidenciado la creciente fragilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional y ha puesto en jaque a numerosos emprendedores.

El panorama es particularmente desafiante para tres grupos específicos de emprendedores: los importadores emergentes, que enfrentan obstáculos significativos para acceder al dólar y el no conseguirlo significa su disolución; los nuevos emprendimientos gastronómicos, que deben lidiar con el incremento en el costo de insumos sin poder beneficiarse de economías de escala (cuando el volumen de producción mitiga los costos fijos); y aquellos negocios que dependen de la publicidad digital para su crecimiento, quienes ven limitada su capacidad de inversión en marketing debido a las restricciones bancarias.

Las pymes y tech pymes bolivianas, respaldadas por su posicionamiento en el mercado y su capacidad productiva consolidada, están implementando estrategias defensivas ante la crisis cambiaria, aunque no sin consecuencias significativas para el tejido empresarial y social. Estas organizaciones se debaten entre dos alternativas principales: la optimización agresiva de costos operativos o la transferencia del incremento cambiario a los precios finales.

La magnitud de esta crisis se refleja en indicadores alarmantes del mercado laboral. La rotación de personal ejecutivo ha alcanzado niveles sin precedentes, oscilando entre el ocho y diez por ciento anual, cuando históricamente se mantenía por debajo del uno por ciento. Por otra parte, también se ha visto otras alternativas como la liquidación y posterior recontratación de empleados, una estrategia que busca reducir las obligaciones relacionadas con los beneficios sociales.

Un caso emblemático que ilustra la tensión en el sector comercial se manifestó hace aproximadamente mes y medio en el Prado, donde comerciantes del rubro ferretero y vidriero protagonizaron protestas ante el incremento dramático en los precios de sus insumos. El caso más citado fue el de las láminas de estaño, cuyo precio se disparó de setenta a ciento cincuenta bolivianos. Si bien inicialmente se acusó a los importadores de especulación, la realidad evidencia un fenómeno más complejo: la inevitable transferencia del costo cambiario a lo largo de toda la cadena de suministro.

El impacto de la crisis cambiaria en el ecosistema de startups revela una dimensión particularmente compleja, especialmente en lo que respecta a su capacidad para atraer inversión y mantener su valoración en el mercado. Este escenario plantea desafíos significativos para el emprendimiento tecnológico y de innovación en Bolivia.

La realidad actual del mercado está modificando dramáticamente las ecuaciones de financiamiento. Una startup que busca levantar un capital de 50.000 dólares, que anteriormente representaba una inversión de 348.000 bolivianos, ahora requiere aproximadamente 525.000 bolivianos. Este incremento sustancial no solo altera las proyecciones financieras originales, sino que también modifica significativamente la dinámica de negociación con potenciales inversores.

Esta nueva realidad presenta un dilema crítico para los fundadores: enfrentan el riesgo de una mayor dilución de su participación accionaria en la búsqueda del capital necesario para mantener sus operaciones y planes de crecimiento. La perspectiva de futuras fluctuaciones en el tipo de cambio añade un factor adicional de incertidumbre que hace menos atractivas las inversiones para el capital nacional. El escenario se torna aún más complejo para aquellas startups con aspiraciones internacionales. La erosión del poder adquisitivo del capital levantado localmente podría forzar a estos emprendimientos a buscar inversores extranjeros, una estrategia que, si bien podría mitigar los riesgos cambiarios, introduce nuevos desafíos en términos de relaciones comerciales internacionales y adaptación a estándares globales de inversión.

La ya compleja situación económica enfrentara ahora un nuevo catalizador de inestabilidad: la crisis en el suministro de combustibles. El incremento en los precios de la gasolina y su creciente escasez actuará como un amplificador de los efectos inflacionarios que ya experimenta el mercado boliviano. Los costos de transporte, un componente fundamental en la estructura de precios de bienes y servicios, están sujetos a experimentar alzas significativas que inevitablemente se trasladan al consumidor final. Esta situación está creando una presión adicional sobre los márgenes operativos de las organizaciones, que ya se encontraban comprometidos por la volatilidad cambiaria.

Contrario a la percepción inicial, ni siquiera los negocios puramente tecnológicos están inmunes a esta crisis energética. Si bien estos emprendimientos no dependen directamente del transporte físico de mercancías, enfrentan una doble presión: por un lado, el incremento sostenido en los costos de licencias internacionales debido a la escasez de dólares, y por otro, los crecientes costos en publicidad digital, fundamental para su crecimiento y posicionamiento en el mercado.

Este escenario está forzando a todos los actores económicos a repensar sus estrategias de operación y supervivencia. La situación actual no solo pone a prueba la resiliencia de las empresas establecidas, sino que también plantea serios cuestionamientos sobre la viabilidad de nuevos emprendimientos en un entorno cada vez más desafiante y volátil.

Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.