
e dice que todo está en movimiento, nada está quieto, todo cambia. Ya no somos los que éramos antes de leer esto… ¿Exageración? Tal vez pero basada en una verdad indiscutible, nunca somos los que éramos, ni seremos los que somos. Todo nos afecta, nos influye, nos transforma y nos mueve. Ya no somos los mismos.
La vida nos impulsa hacia adelante aunque a veces sintamos que no avanzamos o pareciera retroceder. Reconocer qué nos mueve es nuestro deber; pensar con cierto grado de conciencia aquello que nos impulsa a crecer. ¿El amor, la sobrevivencia, el deseo de tener dinero, el reconocimiento, la pasión a lo que haces, la injusticia, nuestra fe? O ¿…? Como también explorar aquello que nos limita, que nos ata, que nos condena, que nos convierte en personas amargadas con la habilidad de amargar a los demás… ¿La venganza, el orgullo, la ignorancia, el egoísmo, la soberbia, la rabia, el abuso, el miedo? O ¿…? La falta de evidencia no es la ausencia de ella; o podemos negar que conocemos personas que no presentan rastros de dolor, pero sufren; o que no existen familias que no demuestran su desmembración; como también gobiernos que apantallan galas cuando el pueblo hambrea o sociedades que no se levantan pero que su silencio grita disconformidad.
Este pensamiento nos lleva a movernos hacia historias que no parecían relevantes y que al transcurrir los años fueron importantes; no porque algo no se vea quiere decir que no exista. No todo es visible, objetivo o medible; la frustración por ejemplo, la decepción o el desazón de la traición no lo son pero están.
No obstante hay situaciones que también nos reconfortan y pasan desapercibidas para todos menos para uno (un abrazo o un te quiero); experiencias que nos impulsan hacia adelante con velocidad extraordinaria que sólo el que la vive la nota ¿cuánto se hace en privado o en silencio?, no todo es evidenciable para todos. Sólo el que siembra sabe lo que cosecha; la semilla sólo es vista por el sembrador y el fruto saboreado por todos los comensales; hay frutos ricos y otros no tanto.
Esto trae a mi memoria la historia del Bambú Japonés, siete años está bajo tierra y nadie lo ve, no existe evidencia de su existencia. Pero en ese tiempo sus raíces se alimentan, engrosan, concentran toda la energía para que en solamente seis meses se vea de treinta metros. No es que en seis meses creció; es que en seis meses se dio a conocer, desde que fue sembrado no paró de crecer. La falta de evidencia no es la ausencia de ella, esa semilla estaba ahí siete largos y silenciosos años como que nada cambiara.
Pero, todo está en movimiento, nada está quieto, todo cambia. Ya no somos los que éramos antes de leer esto… ¿Exageración? Había dicho que tal vez pero basada en una verdad indiscutible, nunca somos los que éramos, ni seremos los que somos. Todo nos afecta, nos influye, nos transforma y nos mueve.
Nos mueve a besar más o a despreciar; nos mueve a abrazar o a golpear; nos mueve a criticar o a entender; nos mueve a juzgar o a comprender… nos mueve a volar o a descender.
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de el mana la vida (Prov. 4:23). No sabemos qué semillas están sembradas durante años en nuestro interior aparentemente todo está bien o todo está mal (depende de cómo lo veamos), hasta que en sólo meses por cualquier circunstancia de la vida se dan a conocer, algunas agradan, otras sorprenden, muchas asustan y otras tantas decepcionan.
Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.