l 17 de julio de 2022 publiqué en el ex periódico Página Siete una columna titulada “Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el Rey de España”. AMLO al asumir la presidencia de México el año 2019 lanzó un desafío a Felipe Sexto, Rey de España, exigiéndole que pida perdón a México porque el reino de España había conquistado y destruido al imperio azteca el año 1521. Este reto causó obviamente un pequeño sacudón en España, en México y en otros países de América Latina y los eruditos de ambos lados del Atlántico hicieron correr tinta sobre el tema.
Claudia Sheinbaun, la nueva presidenta electa de México, informó que no cursó una invitación al Rey de España para que asista a su asunción presidencial en los próximos días, debido a que anteriormente no respondió al desafío que AMLO le lanzó años atrás. Para ella la falta de respuesta del Rey significaba una especie de insulto a México.
México no es el único país que manifiesta de vez en cuando alguna queja contra España por la historia de la conquista española. Desde hace unas décadas la fecha de la llegada de Cristóbal Colón a América sacude la modorra habitual de los investigadores, académicos y políticos populistas de los países de América Latina. En 2021, por ejemplo, un grupo de estudiantes de la universidad pública de La Paz rompió a martillazos la nariz de la estatua de mármol de Cristóbal Colón pensando que de esta manera asestaban un golpe político a los conquistadores españoles. En otros países se realizan diferentes manifestaciones similares consideradas actos políticos de desagravio.
Estas expresiones, incluyendo a la de AMLO y de Claudia Sheinbaum, están cargadas en realidad de la filosofía posmodernista europea —en Bolivia llamamos a esta filosofía “pensamiento pachamamista”—. Esta filosofía surgida a mediados del siglo pasado en Europa es dominante actualmente en las universidades europeas, de Estados Unidos y de América Latina en general, así como en los partidos políticos y gobiernos de corte populista. La filosofía posmodernista se fundamenta en la antropología funcionalista británica o culturalista, y constituye actualmente la metodología prácticamente única en los estudios de los imperios prehispánicos —maya, azteca, tiwanacota, inca, etc.— en las universidades del mundo. La ideología de los diferentes partidos políticos populistas de América Latina —como Morena en México, MAS en Bolivia, el Chavismo en Venezuela, el peronismo en Argentina, etc.— se inspiran en esta filosofía llamada “pachamamismo” en Bolivia.
La antropología dominante actualmente en las universidades de América Latina, de Bolivia, de Europa y del mundo considera a los imperios andinos precoloniales como si hubieran sido verdaderos paraísos terrenales y comunitarios y que la llegada de los conquistadores los destruyó violentamente. Los antropólogos y académicos populistas resultaron altamente beneficiados económicamente con esta idea, vendían bien sus escritos y sus conferencias rebalsaban de gente.
Las universidades formaron durante décadas a sus estudiantes de historia, economía, antropología, filosofía y sociología en esta filosofía y en la creencia de que ya no era necesario realizar investigaciones serias sobre estas sociedades puesto que ya todo estaba dicho y que todo ya se sabía, que todas las sociedades del pasado eran iguales, todas y todo era comunitario. Asimismo, se formaron los nuevos partidos políticos populistas dotados con fuertes ingredientes ideológicos comunitarios, campesinistas e indigenistas.
En México cayó pesadamente la filosofía posmodernista y funcionalista mencionada y la idea de que lo anterior a la llegada de Hernán Cortez era fraternal, comunitario, ideal y perfecto. Las universidades mexicanas olvidaron de un día para otro lo que era antes el imperio Azteca o Maya. Olvidaron que las sociedades pequeñas existentes en esos territorios luchaban incansablemente contra el imperio Azteca que buscaba destruirlas y masacrarlas. A los cientos y miles de prisioneros de guerra capturados en sus guerras permanentes los emperadores los lanzaban de lo alto de sus pirámides como sacrificio a sus dioses. Cuando Cortez triunfó los sacrificios humanos terminaron no por magnanimidad del conquistador sino porque para éste, como cristianos, los sacrificios significaban la existencia de una mentalidad sanguinaria, cruel y salvaje. Se trataba de dos mundos históricos diferente, Los españoles no buscaban satisfacer a sus dioses con la conquista sino otras cosas, buscaban otros bienes. Las sociedades vecinas de los aztecas se salvaron de la muerte gracias a los españoles, por eso se aliaron a ellos y los ayudaron, pero comenzó otra forma de servilismo hacia el español.
En los imperios del sur la situación era diferente. Estos vivían en una economía, sociedad y cultura más avanzadas históricamente que los imperios del norte. Los ejércitos del imperio Inca (1440-1532), en sus guerras permanentes contra las sociedades periféricas más pequeñas también tomaban cautivos pero no para sacrificarlos sino para convertirlos en trabajadores, en yanaconas esclavos de propiedad de los nobles. Así como anteriormente en el imperio Tiwanacota -la primera sociedad andina en estructurar un nuevo tipo de sociedad- lo importante para la nobleza Inca era la fuerza de trabajo esclava para la producción minera, metalúrgica, textil y agrícola.
Cuando el conquistador Francisco Pizarro tomó prisionero al emperador Inca Atahuallpa en 1532, proclamó que “venía al Perú para liberar a los yanaconas”. Pizarro conocía que los yanaconas debían trabajar y producir bienes en condiciones atroces para los nobles. Al enterarse de la proclama los yanaconas se rebelaron por cientos de miles contra los Incas y los nobles (ver mi libro Economía y sociedad el imperio Inca, Amazon 2018). Cuando cayó el Estado Inca, los yanaconas libres invadieron las comarcas y poblados buscando alimentos para sobrevivir, ya no existía la nobleza para hacerlos trabajar y alimentarlos. Los yanaconas morían de hambre por miles y robaban y mataban a los que tenían alimentos. El infierno Inca terminó para los yanaconas pero otro comenzó con los españoles.
Preguntémonos ahora qué es lo que los imperios Azteca e Inca habrían llegado a ser si no hubieran sido destruidos por los conquistadores españoles. ¿Cuántos miles de cautivos más hubieran sido sacrificados por los emperadores aztecas y cuántos prisioneros más hubieran sido esclavizados por los Incas?
Preguntémonos, asimismo, con qué objetivo es que otras sociedades contemporáneas a las nuestras crearon el pensamiento de los reclamos a los españoles. ¿Los judíos actuales deberían exigir a los romanos actuales que les pidan perdón por la conquista de Jerúsalem en el tiempo de Cristo? ¿Los franceses actuales deberían exigir perdón a los romanos actuales por la conquista de la Galia en tiempos de Julio Cesar? ¿Los ingleses actuales deberían exigir perdón a los suecos y noruegos actuales por las barbaridades que cometían los vikingos antiguos a sus poblaciones costeñas? ¿Las autoridades ecuatorianas actuales deberían exigir perdón a las autoridades peruanas actuales porque los Incas esclavizaron a las poblaciones cañaris del Ecuador?
El objetivo populista verdadero de las autoridades mexicanas actuales y de otros países latinoamericanos contra el rey de España se dirige en realidad no ha exigir una reparación estrafalaria, sino a enfrentar y enemistar directamente a las poblaciones indígenas contra las poblaciones mestizas y criollas actuales. Más allá, el objetivo político e ideológico populista de de AMLO y de Claudia Sheinbaum es enemistar y enfrentar a los estratos sociales bajos y medios mexicanos y de otros países latinoamericanos contra los estratos sociales altos.
Lo que la población democrática de América Latina debería exigir a los académicos e investigadores de España y del mundo entero es de ser más serios en sus estudios e investigaciones sobre los imperios precoloniales de los Andes y de Norte América y de superar el ”pachamamismo filosófico”.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.