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n los últimos meses el presidente Donald Trump criticó las manifestaciones antisemitas y propalestinas que surgieron en el campus de la universidad de Harvard. Los estudiantes de esta universidad y de muchas otras en Estados Unidos —Columbia en Nueva York, California, etc.—, protestaban por la represión en los territorios palestinos por el Ejército israelí. En las manifestaciones participaban estudiantes mayormente estadounidenses, pero también de otros países. Muchos de los matriculados estadounidenses—y extranjeros, pero en menor proporción— son beneficiarios de becas otorgadas por fundaciones privadas y gubernamentales. En cuanto a los extranjeros, son becados en gran cantidad por sus propios países como China, Japón, India y Corea del Sur, pero también a las diferentes universidades de Europa occidental.

Sobre un total de 30.000 estudiantes de Harvard, 6.736 son extranjeros originarios de China, India, de países árabes, del sudeste asiático y de países latinoamericanos. Estos últimos son originarios principalmente de México, Brasil, Chile y Colombia. En 2022 el 14% de los universitarios eran latinoamericanos, pero un año después subieron a 16%. Muchos latinoamericanos autofinancian privadamente sus estudios.

Donald Trump piensa que existen demasiados estudiantes extranjeros tanto en Harvard como en otras universidades estadounidenses privadas como públicas. ¿Cómo se explica este interés por estudiar en las universidades estadounidenses? Antes de responder a esta pregunta es necesario analizar la razón por qué la Universidad de Harvard y otras universidades de Estados Unidos y de Europa occidental son tan atractivas. ¿Cuál es el motorcito que las hace atractivas y por qué otras universidades carecen de ese motorcito?

Para responder a esta pregunta es importante saber que Harvard ha contribuido a generar hasta el presente con 161 premios Nobel en las distintas especialidades científicas, sociales y humanísticas desde que existen estas distinciones. Por otra parte, miles de los grandes millonarios y multimillonarios tanto de Estados Unidos como del mundo estudiaron en esta universidad, así como miles de altos empresarios y funcionarios de muchos países. Del mismo modo, otras grandes universidades de Estados Unidos, de Europa occidental y de Asia contribuyen también a la formación de cientos de científicos e intelectuales distinguidos con los mejores premios. Estos profesionales se destacan igualmente por sus capacidades para la innovación científica, técnica, económica y humanística y se caracterizan por contribuir a sus países y al mundo.

Cuando se estudia en estas diferentes universidades del llamado en general “primer mundo” los titulados aprenden y desarrollan en sus años de estudio actitudes y habilidades intelectuales proclives al análisis en profundidad, a la innovación, a la creatividad y al desarrollo. Las nuevas actitudes y aptitudes aprendidas contribuyen al desarrollo de las universidades, de sus instituciones y de las empresas de sus países.

En cuanto a las universidades de los países del llamado “tercer mundo”, se puede considerar que la mayoría carece desde hace muchas décadas de instituciones y estructuras esenciales de organización que les permita contribuir eficientemente a la formación intelectual y profesional de alto nivel de sus estudiantes, comparable a los formados en las universidades del “primer mundo”. El factor económico sería el menor de los factores intervinientes, ya que la mayoría de estas universidades cuenta con el suficiente financiamiento promedio por estudiante y para la investigación, según lo indican los diferentes rankings internacionales de evaluación. Estas universidades presentan otro tipo de insuficiencias sobre todo de tipo institucional. Entre estas se encuentran el bajo nivel de formación académica de sus autoridades y docentes, la ausencia de diferentes ciclos consecutivos de formación de sus estudiantes (licenciatura, maestría y doctorado) y otras. La mayoría o la casi totalidad de los docentes apenas llega al nivel de licenciatura, por lo que en esas universidades no es posible completar los diferentes ciclos de formación.

Por otra parte, siendo de nivel de licenciatura la mayoría de los docentes, la enseñanza que imparten a los estudiantes son bajas necesariamente. Una manera de disfrazar esta insuficiencia es la creación de diferentes “posgrados” suplementarios en las carreras y facultades (entre los que se encuentran los curiosos “diplomados de educación superior”) que tendrían por objetivo supuesto elevar el nivel académico de los docentes.

El bajo nivel académico de los docentes hace que los cursos que se imparten no llegan a transmitir a los estudiantes los conocimientos y habilidades suficientes para obtener un nivel de formación comparable con los generados en los países más desarrollados. El bajo nivel de enseñanza se traduce también en que los estudiantes no reciben tampoco la formación dirigida hacia la innovación y a la investigación, por lo que su contribución a la sociedad se vuelve mínima o nula. Este es el caso de la mayoría de las universidades públicas latinoamericanas.

Existen, sin embargo, en los países latinoamericanos universidades que realizan múltiples esfuerzos para superar sus insuficiencias, como en los casos de Brasil, Chile, México, Colombia y Argentina. En estos países, gracias al aporte de docentes formados como doctores en las universidades de los países desarrollados, han surgido hace varias décadas algunas universidades, tanto públicas como privadas, que lograron desarrollar niveles de formación de primer nivel. Varias promociones de profesionales formadas en estas universidades logran efectuar año tras año importantes aportes a sus sociedades en diferentes sectores económicos, científicos, empresariales y técnicos.

Lo malo es que, en algunos países se han formado desde hace varias décadas instituciones “supra universitarias” que impiden toda evolución individual o colectiva de las universidades públicas y privadas. Estas instituciones superiores actúan en realidad como fuertes caparazones institucionales protectoras del atraso y de los intereses económicos de los docentes más atrasados académicamente. La principal función de estos caparazones es impedir que las universidades efectúen cambios académicos fueras de lo vigente y establecido.

Finalmente, mientras las universidades del llamado “primer mundo” se encuentran en permanente cambio y superación, las del llamado “tercer mundo” mantienen y amplían su atraso. Felizmente, varias universidades de América Latina (Brasil, México, etc.), lograron superar los frenos y escollos tradicionales existentes.

Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.