
n relación con los metales, la prehistoria de la humanidad abarcó las edades del cobre, del bronce y del hierro. El bronce significó un paso importante en la evolución de las sociedades. El bronce resulta de la aleación del cobre y del estaño -además de otros como el zinc- y se caracteriza por su dureza, su ductilidad y resistencia superior al cobre.
Una de las primeras sociedades en acceder al bronce fue la minoica, en la antigua Grecia, años 3000 a 1000 aC, a orillas del mar Mediterráneo. Posteriormente sociedades al sur de España produjeron diversos tipos de bronces extendiéndose por Europa occidental y por Asia.
La producción de bronce coincide con el crecimiento de las ciudades y de sus poblaciones, con el desarrollo de la agricultura, de la ganadería, del comercio a grandes distancias y con la aparición de la escritura. También se caracteriza por el aumento de la desigualdad social en las sociedades y el surgimiento de clases sociales, incluyendo a los esclavos. Las élites controlaron mayores recursos, acapararon el poder político y aumentaron los conflictos entre sociedades vecinas.
Los estudios sobre el bronce en la parte occidental de América del Sud iniciaron con el arqueólogo japonés Ishumi Shimada en 1995. Este encontró que la sociedad Sicán del norte del Perú fabricaba en el siglo X0 dC herramientas en “cobre arsenical”, aleación de cobre y arsénico, una especie de bronce primario (mi libro Economía y sociedad del Imperio Inca, 1918).
Shimada informó que “el año 1983 hemos demostrado que a la mitad del siglo X0 dC los antiguos Sicán desarrollaron con éxito una tecnología y una industria de fundición de cobre arsenical. Como había que esperar, con el inicio de la fundición del bronce a grande escala, el cobre, soporte anterior de la metalurgia nor peruana, fue sistemáticamente reemplazada. Incluso las herramientas en piedra y en hueso fueron sustituidas gradualmente por los instrumentos de cobre arsenical. Por consiguiente, la cultura Sicán medio, años 900 a 1000 dC, ha sido realmente el antecedente de la “edad del bronce” del norte del Perú.”
Shimada fue apoyado por la arqueóloga francesa Anne Marie Hocquenghem (2004) al señalar que la edad del bronce nació efectivamente durante el siglo IX0 dC en la costa norte del Perú en la sociedad Sicán, con el “bronce arsenical”. La investigadora sostuvo que el descubrimiento de varias herramientas y ornamentos de esta antigüedad confirmarían que la sociedad Sicán “había ya accedido efectivamente a la “edad del bronce”.
Señaló además que “la sociedad Sicán se encontraba en un proceso de transformación, de ampliación de la frontera agrícola, de crecimiento demográfico, de construcción de vías de intercambio de bienes con otras sociedades, de crecimiento del sector administrativo y ceremonial y de aumento del poder de la teocracia de Sicán”.
Diferentemente, con otro enfoque, la arqueóloga estadounidense Heather Lechtman (1998), considerada una autoridad en temas del bronce en América, tenía una opinión distinta. Para ella el bronce e incluso un “rango de bronces” se producía mucho antes en Tiwanacu, cerca del lago Titicaca en el período llamado por los arqueólogos “horizonte medio” durante los siglos V0 al XI0 dC, es decir cinco siglos antes que la sociedad Sican del norte del Perú.
Lechtman se preguntaba “¿Dónde fueron creados los nuevos sistemas de fundición y de aleaciones? Dado que las aleaciones del bronce aparecieron hacia los años 600 después de Cristo tanto en la cuenca del lago Titicaca como en los valles del Cusco en los Andes Centrales, somos testigos de un acontecimiento tecnológico propagado que coincide con el fenómeno del Horizonte Medio. Es posible que el horizonte tecnológico asociado con la producción de las aleaciones del bronce tuvo sus orígenes en los Andes sud-centrales, con su expresión en la cultura material de Tiwanacu y Huari.
La relación de la costa norte del Perú con la producción del bronce arsenical pudo ser posterior a la llegada a la zona de un complejo tecnológico cuyos fundamentos estaban ya instalados.” Y continua “Durante el Horizonte Medio en toda la zona de los Andes Centrales, es decir, en el territorio correspondiendo actualmente al Perú y al Ecuador, se producía solamente bronce arsenical”. Por lo que afirma “el lago Titicaca constituía el límite para la producción de este tipo de bronce”.
Por su parte, Hocquenghem, en relación con las piezas de bronce arsenical encontradas en Pikillacta, en la sociedad Huari, considerado “el límite sud” de este tipo de bronces, insinúa -siguiendo a Lechtman- “que esos objetos podrían haber venido de la costa norte”.
Finalmente, Lechtman precisa que las “variedades más amplias de bronces fueron fabricadas por los tiwanacotas y no por otras sociedades” desde el siglo VI0 después de Cristo. Pese a afirmar que en Tiwanacu se producía una “variedad de bronces”, la investigadora considera, sin embargo, que no se puede sostener “que en los Andes haya existido alguna sociedad que se encontrara en la “edad del bronce”. Para ella, las sociedades andinas, en particular Tiwanacu, no reunirían las condiciones y las características necesarias para hacerlo, como lo hacían las sociedades europeas y otras. En este sentido la arqueóloga sostiene:
“No se debe confundir lo que sucedió en el Viejo Mundo. Allí los arqueólogos hablan de una “Edad del Bronce” cuando los cambios en el desarrollo de las ciudades, el intercambio a largas distancias de bienes exóticos y el crecimiento de grandes Estados políticos coincidieron con el desarrollo del bronce y, hasta cierto punto, fueron favorecidos por la producción de este material. Por lo que “No se puede sostener que haya habido una “Edad de Bronce” en los Andes, lo que se observa es la utilización de una gama mucho más amplia de recursos minerales y una experimentación prolija con nuevos materiales con propiedades diferentes de los metales y aleaciones más antiguas: propiedades de dureza, resistencia, ductilidad y color. Los conocimientos sobre la manera cómo fundir los minerales y cómo controlar las aleaciones fueron propagados por toda la región”.
Se podría pensar que Lechtman desconoce varios aspectos sobre el desarrollo económico, tecnológico, social y político de Tiwancu, pero sus observaciones son pertinentes en cuanto al “grado de progreso” de este desarrollo. Pese a que esta sociedad logró importantes avances durante los seis últimos siglos de su existencia, sobre todo en relación con otras sociedades anteriores y vecinas, este progreso no fue comparable “todavía” con el grado de progreso alcanzado por las sociedades del “viejo mundo”. Por ejemplo, mientras en las sociedades del viejo mundo las fundiciones de bronce se hacían en talleres provistos de fuelles y herramientas probablemente de hierro, en Tiwanacu, todavía se las hacía en las llamadas “huayrachinas” fabricadas con barro cocido y colocadas para la fundición en lo alto de las montañas para aprovechar los vientos.
Si bien Lechtman tiene razón de calificar el carácter incipiente de Tiwanacu, nosotros consideramos que esta sociedad accedió a una “etapa inicial” de la edad del bronce, caracterizada durante varios siglos por la producción de numerosos objetos tanto utilitarios como ornamentales, tanto en el altiplano hoy boliviano, como en lugares más alejados.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.