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olivia, país de ganadores. Esta expresión repetida varias veces durante su gestión, entre 1989 y 1993, por el expresidente Jaime Paz Zamora, se asociaba más al ámbito deportivo que al político, económico y cultural.

Si nos guiamos por las cifras, no siempre certeras, entregadas por nuestros gobernantes, 1,8 millones de bolivianos viven en el exterior, lo que nos otorga el calificativo de país expulsor. Como diría el escritor irlandés Peter Stalker: En un mundo de ganadores y perdedores, los perdedores no desaparecen, simplemente buscan un lugar donde ir.

Argentina, Chile, España y ahora Perú, son los países elegidos por nuestros jóvenes que abandonan el hogar en busca de mejores días, porque la patria que los vio nacer tiene poco o nada que ofrecerles.

Entre las explicaciones que dan cuenta de los motivos de este fenómeno de expulsión se vinculan a la falta de trabajo, la inseguridad, la falta de inversión en un país que tranca a los potenciales inversores, los problemas socio-económicas, la baja calidad de vida y las casi nulas oportunidades de empleo.

Salir bachiller es solo un trámite, obtener un título universitario no garantiza en absoluto una fuente de trabajo, porque en la lista de postulantes se adelantan los que tienen el carnet del partido, los que tienen familiares en puestos de gobierno y hasta los que entregan el dinero por un puesto precario de trabajo.

“Paso mis cumpleaños sin mis padres y me olvide se soplar velas ese día. Eso es lo de menos porque aquí la vida continúa y al menos tengo una fuente regular de ingresos. Me emociono al recibir una llamada telefónica y escuchar la voz de mis progenitores. Ya me voy acostumbrando a este ritmo de vida”, dice un joven profesional.

Siento la casa vacía, ya no oigo las risas y las discusiones, cocino para los dos, aunque parece que perdimos el apetito: tengo que acostumbrarme a este nuevo tipo de vida. El país expulsó a mis dos hijos, protesto y me resigno, no queda más, dice la progenitora.

Antes se hablaba de éxodo intelectual, un concepto global que daba cuenta de la migración de mano de obra calificada, principalmente profesionales y técnicos, desde países en desarrollo hacia países industrializados; hoy se van los intelectuales y los menos intelectuales; recursos humanos valiosos cuya migración reviste especial relevancia, porque el país invirtió en ellos.

Los candidatos, ávidos de ganar votos, prometen bonos por doquier incluidos los destinados a los jóvenes; son cataplasmas sociales para satisfacer a todos los sectores sociales. Nadie promete fuentes de trabajo o se realizan estudios para ocupar esa mano de obra juvenil.

Para quienes gustan de las cifras he aquí un botón: la migración se ha dirigido principalmente a Argentina (45,6%), España (17,2%) y Chile (13,8%). En términos anuales, en todo 2024, Perú recibió un total de 242,108 ingresos de ciudadanos bolivianos.

Una encuesta realizada por Panorama Regional laboral preguntó: “En el próximo año, si usted y su familia tuvieran la oportunidad, ¿qué tan probable sería que emigren a otro país?”, a lo que el 37% respondió que sería “muy probable”, el 23% dijo “medianamente probable”, el 22% “poco probable” frente al 13% que lo considera “nada probable”. Finalmente, el 6% no respondió. Respuesta elocuente.

En ciudades grandes, los empleadores prefieren trabajadores con mayor nivel educativo, más del 90% son trabajadores egresados o titulados a nivel técnico o licenciatura. El saber qué trabajos surgen y qué habilidades requieren, necesitan información de mercado laboral que no siempre está disponible en al país. Ese es otro de los puentes que deben superar nuestros jóvenes.

Si cerca del 8% de los bolivianos viven en el exterior, este es un signo preocupante. Algo hicimos mal, para que nuestros hijos abandonen el país, encuentren mejores días en otras latitudes, nos envíen unas remesas con las cuales se pretende hacer creer que estas divisas contribuyen al desarrollo general de la economía del país; en realidad, si observamos con detenimiento los montos que llegan, cómo llegan y a quiénes se dirigen, nos daremos cuenta de que es verdad que contribuyen, pero solamente como un complemento del salario familiar básico; además, el gobierno se quedó con la parte del león (dólares) y deja a las familias la parte del ratón (dinero en bolivianos).

Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.