uando se habla sobre los quipus se piensa de inmediato en los incas como sus creadores. No se piensa, se sabe poco en realidad, que otras sociedades, como Tiwanacu, los crearon y utilizaron anteriormente. Tampoco se menciona que los aymaras hablantes, incluyendo a los primeros emperadores Incas, los utilizaron anteriormente.
¿Qué son los quipus? Los quipus significan “nudos en textiles” en el idioma quechua.
Los quipus fueron los instrumentos en los que los administradores del imperio Inca, los “quipucamayucs, tanto aymaras como posteriormente quechuas, registraban la información sobre diversos temas como ser las superficies de tierras, la población de los ayllus, los intercambios de bienes, o las batallas del ejército imperial, la historia de los emperadores y otros temas.
El quipu es el único instrumento conocido en el mundo de escritura mediante nudos en textiles. Las escrituras creadas por otras sociedades eran signos sobre piedras, en tablillas de barro (Mesopotamia), en cueros de animales y papiros (Egipto antiguo), en cortezas de árboles (mayas y aztecas), y sobre papel. Habría que añadir ahora la escritura sobre los medios electrónicos.
Cuando se habla de quipus, se piensa en general en los incas porque el mundo conoció esta escritura mediante los escritos de los cronistas durante la colonia española. El jesuita José de Acosta (año 1590) describió así el significado de los quipus: “Son quipus unos memoriales o registros hechos de ramales, en que en diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias y leyes, y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipus tan puntualmente, que admiran”.
Los virreyes españoles permitieron su uso durante varias décadas después de la conquista, pero fue disminuyendo a medida que aumentaba el uso del español en la administración, así como la escolarización en español de la población.
Actualmente existen registrados 750 quipus en diferentes museos en el mundo. Las investigaciones de los últimos quinquenios, muy avanzadas en algunas universidades de Estados Unidos principalmente, consideran que un 85 por ciento de los quipus trata sobre temas contables y administrativos, y un 15 por ciento sobre otros temas. Lo de “otros temas” sugiere a los académicos investigadores, los “quipuologos”, que los quipus conservados tratan sobre relatos personales, históricos, religiosos, filosóficos, médicos y otros. Se espera que se descubra algún día una especie de “Rosetta egipcia” para que un lingüista tipo Champolion pueda descifrar los misterios de este lenguaje. Habría que precisar, sin embargo, algo que al parecer los quipuologos no se dan cuenta, es si estos quipus corresponden al aymara de los primeros incas o al quechua de los últimos, al pukina de Tiwanacu o a otros idiomas.
Se sabe que los quipus fueron utilizados en el área andina siglos antes de la era cristiana, mucho antes de la llegada de los incas aymaras, Este período coincide con la presencia de la cultura tiwanacota (y de otras como la Pukara) en la región alrededor del lago Titicaca como en el sud del actual Perú, en la costa del océano Pacífico y en el norte de Argentina y Chile. Esta región, conocida en la arqueología como los Andes Centrales Sud, fue es una región de fuerte influencia social, comercial, política y cultural de Tiwanacu.
Desde siglos antes, como después de Cristo, diferentemente a otras zonas de los Andes Centrales, esta región fue poblada por cientos de habitantes bajo el dominio político y cultural de Tiwanacu. Los nobles de esta sociedad llegaron a contar con miles de cabezas de camélidos, sobre todo de llamas y alpacas, para transportar diversos tipos de bienes y alimentos a decenas de poblaciones del territorio mencionado. Las poblaciones beneficiadas se encontraban tanto en el frío altiplano hoy boliviano, en la costa del océano Pacífico, en el sud del actual Perú, en el norte de Chile y Argentina, así como en el occidente y centro de la Bolivia actual (Carlos Ponce Sanjinés, La Paz, 1995).
El transporte de ida y vuelta de diferentes mercancías en la región de alrededor de 600,000 km2, requería obligatoriamente de instrumentos de registro numérico, contable y de control administrativo por parte de los dueños y beneficiarios de las mercancías. No hubiera sido posible sobrellevar este inmenso sistema de intercambios con la simple memoria de los involucrados. Era necesario contar con soportes materiales contables al alcance de los habitantes y de los propietarios de los bienes producidos e intercambiados. Estos soportes lo proporcionaron en ese entonces la lana de los camélidos ya que no existía en la región en esos tiempos otro tipo mejor de apoyos materiales.
Por otra parte, los camélidos llegaron a constituir durante el período imperial de Tiwanacu entre los siglos V0 DC hasta fines del XI0 DC, cerca de 2 millones de cabezas (Carlos Ponce Sanjinés). Diez siglos antes, estos rebaños constituían miles de cabezas asegurando el transporte de bienes entre las pequeñas aldeas de la cultura de Tiwanacu.
Cuando comenzó el transporte de ida y vuelta de mercancías mediante el trueque entre las aldeas mencionadas, surgieron desde un principio las técnicas elementales de registro y de contabilidad de los bienes transportados para llevar el control entre los consumidores y los propietarios de los bienes. Es obvio suponer que existían propietarios y consumidores tanto en los alrededores de la capital de Tiwanacu en el altiplano hoy boliviano como en las aldeas de las regiones bajo su control.
Los bienes transportados desde el altiplano hasta las regiones consumidoras eran el pescado seco del lago, el charque y la lana de los camélidos, la papa, el chuño y otros. Posteriormente, durante el periodo imperial de Tiwanacu, los bienes transportados eran minerales de cobre, vasijas, tejidos finos, armas y herramientas de bronce, alimentos y otros. Los bienes trasladados a la sede de Tiwanacu desde lugares alejados eran los pescados, los animales y aves para carne, así como el guano de la costa que servía para la agricultura. Cada caravana de transporte podía contar con cientos de llamas. Como en todo sistema de intercambio y sobre todo de trueque era esencial para los dueños de las mercancías conocer los nombres de los lugares donde debían ser enviados, los nombres de los destinatarios y de los bienes. Esto obligó a los protagonistas a inventar y convenir sobre las formas y colores de los nudos numerales y literales. Probablemente diferentes formas y colores de los nudos representaban los nombres de los protagonistas de los intercambios. De estos mismos podían haber surgido los sonidos que representaban los nombres de los protagonistas, de las aldeas y de los bienes intercambiados. A partir de estos convenios y acuerdos entre los protagonistas surgieron los mensajes literales entre las personas, los sonidos, los pensamientos y las narraciones.
Como se mencionó, es probable que el descubrimiento de una especie de “piedra rosetta” facilitará el conocimiento de los quipus incaicos en el idioma quechua, así como en el aymara. En cambio podemos pensar que esto no podría suceder en cuanto a los quipus tiwanacotas.
Si bien puede ser posible encontrar quipus de esta sociedad en hallazgos de nuevas tumbas funerarias y en otros descubrimientos, se presentarían sin embargo otros obstáculos más complicados que dificultarían el conocimiento de los quipus tiwanacotas. Entre estos impedimentos está el hecho de que se conoce poco sobre el idioma pukina de Tiwanacu. Esta es la gran diferencia con las posibilidades que presenta el idioma de los incas quechuas y aymaras.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.