
n el debate del pasado domingo, los candidatos hablaron de los dólares, el gasto público, los precios de los productos, pero ni un solo comentario sobre la educación.
¿Les interesa a los candidatos a la presidencia hablar de educación? Por supuesto que no; porque es algo intangible, no la podemos medir, sino en un largo tiempo. Una sociedad poco instruida e inculta no la puede ver, tocar ni apreciar. Entonces, al político le interesa lucirse con obras públicas, que se pueden ver y tocar, además, no se puede sumar votos con un valor inmaterial. El político conoce de lo indiferente que es la sociedad con la educación; habla de este valor, pero no lo ejercita. Dice que estamos mal en educación, pero no está en su agenda de temas importantes.
A los únicos que les interesa el tema educativo es a los sindicatos de maestros, pero no precisamente el estado en que se encuentra sino sus reclamos se concentran en la cuestión salarial, lo que se vio en el último congreso de la educación cumplido en Tarija, la última semana de noviembre del año pasado. El propósito era modernizar la educación, mejorando la formación técnica y tecnológica; términos rimbombantes y nada más.
Para empezar, en Bolivia no se aplican las pruebas PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, por sus siglas en inglés), que son una herramienta fundamental para evaluar y comparar el rendimiento académico de estudiantes de 15 años a nivel internacional. Este sistema lo adoptan por el momento 83 países, pero Bolivia no participa de las pruebas PISA, según el Gobierno, por la Ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez, porque “Bolivia es un país soberano y, desde ese punto de vista, nosotros no podemos aplicar, porque tenemos nuestro propio sistema educativo plurinacional, establecido a partir de la Ley 070”. Palabras del exministro de Educación, Édgar Pary.
A los alumnos del primer año de una universidad privada les pregunté el primer día de clases ¿Qué han venido a hacer a la universidad? Me miraron de pies a cabeza, sonrieron y aparte de unas respuestas cómicas, la mayoría coincidió en afirmar: Venimos para sacar un título. No dije nada y les coloque un video de Nuccio Ordine, un extraordinario filósofo y docente de literatura del Renacimiento, quien en pocas palabras decía esto: Les pregunto a mis estudiantes ¿a qué han venido a la universidad? La respuesta concreta es: Hemos venido a obtener un título para luego trabajar. Qué difícil es hacerles entender que no se va a la universidad a obtener una licenciatura o que por ser abogado la gente le diga en la calle ¿cómo está doctor?
Es que el estudio, la cultura, no solo sirve para una profesión. La cultura y el estudio sirven para formar ciudadanos libres, hombres y mujeres capaces de razonar con su propia cabeza. Si los estudiantes responden de esta manera, la culpa no es de los estudiantes; la culpa es de la sociedad que hace entender de forma errónea que se debe obtener el título que luego le valdrá en el mundo laboral.
Como diría el poeta griego Constantino Cavafis en su poema Ítaca: lo que cuenta no es llegar a Ítaca, lo que cuenta es la experiencia que nosotros tenemos durante el viaje de la vida universitaria, es esa experiencia que nos hace mejores, es esa experiencia que nos enriquece. La verdadera Ítaca está en el viaje mismo.
Cuando un joven toma en serio sus estudios de colegio y universitarios, se deleita y entiende lo que lee en esos cinco años. Probablemente no dirá que el mejor presidente que ha tenido Bolivia fue Evo Morales; por el contrario, por lo menos hará una revisión somera de la historia de nuestro país, para no lanzar un despropósito.
No estamos tomando en serio la educación, ni los padres de familia, ni los educadores y menos los gobernantes (perdón por los buenos docentes y consagrados a su tarea). La respuesta la encontramos en la actitud de nuestros jóvenes en el día a día. De pronto, algún candidato desprevenido diga que antes de los dólares y el gasto público está la educación. Seguramente ganará pocos votos porque suena a arcano y a una tontería.
Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.