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osotros somos el pueblo; Evo es el pueblo; que no jueguen con el sentimiento del pueblo; el pueblo se está cansando… Estas son algunas de las expresiones que escuchamos y leemos diariamente, terminando por confundir al ciudadano.

El pensador alemán Hermann Heller afirmaba que "la extraordinaria variedad en que es usada la voz del pueblo (volk) da lugar a tantas y tan peligrosas confusiones y errores que se hace preciso previamente investigar los diversos sentidos en que tal palabra se emplea".

Si nosotros somos el pueblo ¿qué son los otros? Si una persona es el pueblo, habrá que deducir que los que piensan distinto ya no son pueblo. ¿Entonces que término se aplica a esta colectividad que no es pueblo?

En nuestro país se ha asociado el concepto pueblo con lo popular y sus largas expresiones culturales como música del pueblo, bailes del pueblo, lenguaje del pueblo, sentimiento del pueblo.

Pueblo también denomina al grupo de gente común y humilde de una población; es decir, la gente de clase baja, también conocida a lo largo de la historia como la plebe, el común, el del gentío, el de las clases populares.

En sentido general, el pueblo es el conjunto de personas de un lugar, una región y en última instancia de un país, tanto así que los gobernantes empiezan su discurso con la expresión: pueblo de Bolivia… involucrando a todos sus habitantes; en sentido general son los que forman parte del Estado, sin ningún tipo de distinciones, sea raza, género, religión, nivel económico o social.

Otros aplican un sentido étnico, cultural y racial para referirse a las distintas variedades que forman parte del tejido social de una nación: el pueblo indígena, el pueblo latinoamericano, el pueblo afroamericano.

En la antigüedad tenía un sentido excluyente, así en Grecia, el demos (δῆμος), es decir, el pueblo, era el sujeto de la soberanía en el sistema democrático. De esta manera no formaban parte del demos, las mujeres, los niños, los esclavos o los extranjeros.

Si una persona visita el coliseo de Roma, el guía le mostrará los cinco niveles de las graderías. En el pódium, muy cerca de los gladiadores o de los combates con animales, estaban el César, los senadores, magistrados y sacerdotes; un piso más arriba se ubicaban los patricios y plebeyos adinerados: encima de ellos estaban los plebeyos de los sectores medios; en el penúltimo piso se ubicaban los plebeyos de bajos ingresos económicos y al último piso acudían las mujeres, los no ciudadanos y los esclavos; en otras palabras, los que no formaban parte del pueblo.

El sentido político de pueblo se lo debemos a Juan Jacobo Rousseau, el gran teórico de la democracia moderna que en su libro “El Contrato Social” lo define como la suma de todos los ciudadanos que se reúnen para tomar decisiones de bien colectivo. Ese conjunto de ciudadanos que encarnan y ejercen la soberanía popular es el que expresa la voluntad general que vincula y obliga a todos los miembros de una comunidad; en ese ese sentido se involucra el pueblo involucra a todos los ciudadanos, con independencia de sus opiniones y si coinciden con la mayoría o minoría.

Para Rousseau el pueblo no se identifica con la mayoría, que es la que tiene el derecho de tomar las decisiones colectivas, ni tampoco excluye a las minorías.

En contraposición con esa idea de pueblo, se ha planteado otra, expresada por Carl Schmitt, precursor del nazismo, para quien el pueblo es un conjunto homogéneo y monolítico de individuos que tienen un pasado político común y que se identifican a partir de la contraposición amigo-enemigo; es decir, existen políticamente porque comparten a un enemigo común, ejemplo, el odio a los judíos; es decir les interesa una parte de la sociedad y no la totalidad, distorsionando y tergiversando así su significado inicial.

Además, al concebir al pueblo como algo compacto y homogéneo, en consecuencia, se integra por individuos que quieren lo mismo y que piensan igual. Schmitt naturalmente concluía que al frente de aquél siempre debería existir un jefe que, representando a sus seguidores, actuara como su líder (Führer, en alemán). Siguiendo esta premisa, los que acuden permanentemente al concepto pueblo en nuestro país, soigien la tendencia nazista, por ende, Evo Morales, Andrónico o quien fuese son la encarnación del Führer.

El artículo 3 de a Constitución señala: La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano.

Por tanto, se habla de una totalidad, no de un grupo, ni de una minoría o mayoría. Si Evo es pueblo, también lo es Juan, Pedro, Maclovio, Tato, Tuto y Tito.

Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.