
l relajo es de los mineros, los propietarios de camiones, los pobladores del Chapare, los ocupantes de tierras ajenas, banqueros, exportadores de carne o agropecuarios, para citar algunos. Pretenden que se les otorgue atención preferente, o que sus excesos sigan intactos.
En el tiempo de elecciones los políticos germinan espontáneos, o son promovidos por intereses particulares, con el señuelo de que estarán al servicio del pueblo. La justificación para el quehacer de los políticos es que dicen interpretar el clamor del pueblo, y su habilidad para construir discursos que coincidan con las necesidades de un conglomerado social, que, aunque no son mayoría, le denominan el pueblo, Entonces, existen tantos pueblos como etiquetados demagogos aparecen en la palestra política; en la feria de los discursos en calles y plazas, en el menú de las promesas adornadas de palabrería, para que el ciudadano elija el destino del pueblo, por convicción o capricho.
Todo este comportamiento puede entenderse a través del análisis de la cultura, como fenómeno social. La cultura es origen de ideología, y esta, a su vez, genera cultura, lo cual debe entenderse como concepto de vida: una manera de comprender las cosas, percibir realidades; adoptar la escala de los valores; cambiar de opciones a medida que aparecen nuevas fronteras.
Todo esto sale a cuento porque en noviembre habrá en Bolivia un nuevo gobierno, elegido con los votos de varios estratos sociales. El accionar de los elegidos debería compaginar con los intereses de esos grupos de electores, comprender los estímulos que condicionan sus decisiones, e interpretar ese realismo político donde se agitan las olas de las diversas culturas; esos principios personales con los que los ciudadanos exponen aspiraciones, revelan expectativas. Esa sociedad que habla aymara, quechua, o guaraní; que exagera la letra “ese”, o la sustituye por la “jota”.
El desacreditado concepto de plurinacional, es de todas maneras, evidencia de que existen variadas culturas, y el gobierno está para lograr el bienestar de todas. Ampliar su imaginario fantástico: tierras con verdores de siembra y cosecha a mano, tierras explotadas con tractores y cosechadoras de tecnología avanzada. Gobernar es aceptar, negociar o someter.
Este país necesita también educación colectiva, orientada para aproximar esas culturas distantes, donde se inculcan teorías para que sean extremas, intentando desaparecer a los otros, porque, dizque, son enemigos; fuera mejor que se sumerjan en ese universo fascinante de emociones y conexiones humanas; integrar visiones, resolver más fácilmente problemas por intereses comunes y fundamentales.
No es lo mismo terminar con el gobierno del MAS, que extinguir esa cultura patrocinada por Hugo Chávez al amparo de un socialismo acomodado, cuyas secuelas son visibles y de su desaparición quedan dudas.
Una vez asuma el nuevo gobierno, la inquietud estará a flor de piel esperando las medidas económicas y sociales que cada candidato anunció aplicar. Cualesquiera sean las decisiones: la infaltable expresión: ¡por los intereses del pueblo!
Mario Malpartida es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.