
olivia atraviesa una de las crisis ambientales más devastadoras de los últimos años, donde la política y las protestas sociales han jugado un papel clave. Entre el 14 de octubre y el 7 de noviembre, el país estuvo paralizado por bloqueos que aislaron a Cochabamba y provocaron pérdidas millonarias. Sus promotores, Evo Morales y sus seguidores, exigían levantar las prohibiciones a los incendios forestales y anular los procesos judiciales que pesan contra el exmandatario, entre otras demandas.
Curiosamente, durante estos días no se registraron nuevas quemas masivas, aunque las ya existentes continuaron devastando recursos naturales, especialmente en el Trópico de Cochabamba, en Santa Cruz y Beni, áreas donde la destrucción comenzó mucho antes.
Este hecho no es trivial, ya que revela una correlación clara: los mismos actores que impulsaron los bloqueos son responsables de la quema masiva de nuestros bosques. Morales, en una reciente declaración, afirmó que seguirán “chaqueando”, desafiando la pausa ambiental, bajo la premisa de que las quemas controladas son esenciales para la producción agrícola. Según él, si esto los lleva a la cárcel, que así sea.
La Ley de Quemas de 2015, aunque pensada para un manejo controlado, ha permitido incendios incontrolados que han destruido más de 10 millones de hectáreas, afectando áreas protegidas y contribuyendo al cambio climático. La evidencia sugiere que la quema de bosques no es una práctica indispensable para la agricultura; más bien, es necesario un cambio en las técnicas agrícolas.
Tras el levantamiento de los bloqueos, el Trópico de Cochabamba fue nuevamente afectado por un incendio de grandes proporciones, demostrando que la crisis ambiental continúa sin control, con los mismos actores al mando de la destrucción. Dejaron de bloquear y empezaron a quemar. Lo preocupante es que, en lugar de apoyar la pausa ambiental y las regulaciones que buscan mitigar los incendios, estos actores siguen defendiendo la quema masiva como una “práctica necesaria”.
Hoy, el país se encuentra en una encrucijada. Si realmente queremos proteger el futuro, debemos rechazar tanto los bloqueos como las quemas descontroladas y pensar en alternativas sostenibles que preserven nuestra biodiversidad y aseguren el bienestar de las generaciones futuras. La pausa ambiental es una oportunidad para repensar nuestras prácticas, pero si seguimos defendiendo las quemas como un derecho, el futuro que nos espera será sombrío: un país devastado por el fuego, con un clima impredecible y una economía debilitada.
Es momento de actuar con responsabilidad, buscar soluciones sostenibles y adaptarnos a los desafíos del siglo XXI. No podemos permitir que las llamas de la destrucción política consuman nuestro futuro.
Eliana Ballivián Ríos es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.