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a calidad de la educación es el resultado de un conjunto de factores que intervienen en el proceso educativo, en un momento determinado. Así, la calidad educativa es la consecuencia de políticas, estrategias, acciones y factores que intervienen en el sistema educativo, tales como el apropiado y pertinente currículo, la buena formación y ejercicio de los docentes, los adecuados procesos de generación y consolidación de los aprendizajes, la calidad y cantidad de las condiciones materiales para el aprendizaje, la conectividad a los medios informáticos, los “factores asociados” referidos a las condiciones de vida de los estudiantes, etc.

Para conocer el estado o nivel de la calidad de la educación, se aplican un conjunto de pruebas a los estudiantes de un determinado rango de edad (o de curso), generalmente en matemáticas, lenguaje y ciencias; esas pruebas pueden ser propias, elaboradas por cada país, o mediante la participación en procesos organizados por entidades de carácter internacional. Conociendo las respuestas brindadas por los estudiantes a esos instrumentos, es posible determinar la calidad de las competencias y los aprendizajes logrados; es decir, la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes permite conocer la calidad de la educación del país en un momento determinado.

A tiempo de concluir ese proceso, las entidades que aplicaron las pruebas, emiten un informe con los resultados de las evaluaciones y con importantes indicadores y recomendaciones que tienen, como efecto implicaciones pedagógicas y curriculares, así como una serie de sugerencias orientadas a mejorar la calidad del servicio educativo, que pueden ser adoptadas por los países participantes. Bajo esos criterios, es importante precisar que la participación en las evaluaciones del Programme for International Student Assessment (PISA) o de otra naturaleza no mejorará, automáticamente, la calidad de la educación; para ello será necesario atender y aplicar, de forma oportuna, las recomendaciones que surgen del análisis de los resultados de las pruebas y realizar los ajustes, las correcciones o los cambios más pertinentes al conjunto de las políticas y de los procesos educativos.

Lamentablemente, en nuestro país el gobierno se empeñó en negar la validez de la aplicación de esos instrumentos e impidió la generación de información que hubiese permitido orientar los ajustes necesarios que requería el sistema educativo y mejorar la calidad educativa en el país. El argumento para negar esa participación fue baladí, señalaban que esas evaluaciones tenían un componente comparativo sesgado entre los países, dando lugar a competencias o concursos que no expresaban la calidad de los servicios, ocultando, deliberadamente, el carácter cualitativo de esas evaluaciones y las recomendaciones que de allí surgían.

Luego de muchos años de opacidad, el año 2017 recién se participó en la evaluación realizada por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa (LLECE) que mostró que la calidad de los aprendizajes era de mediocre para abajo, situación que luego fue corroborada con la evaluación que realizó, el año pasado, el Observatorio Plurinacional de la Calidad Educativa (OPCE) y cuyos resultados fueron lapidarios, mostrando que apenas 3 bachilleres de 100 aprueban las evaluaciones de matemáticas, física o química y que estos estudiantes arrastran un bajo nivel de comprensión lectora y un “dominio deficiente de la producción escrita evidenciada por dificultades en la organización de ideas, cohesión textual y corrección gramatical”, mostrando así, la baja calidad del servicio educativo plurinacional.

Con este lastre a cuestas, será importante participar, a futuro, en las evaluaciones de PISA y del LLECE que realiza las pruebas de Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) o de otras iniciativas nacionales (pruebas censales) que pueda realizar el OPCE a fin de contar con información necesaria para orientar las políticas educativas que permitan mejorar la calidad del servicio. Pero, es importante aclarar que esas evaluaciones no se realizan cualquier momento o a pedido ya que tienen programaciones definidas y no se realizan todos los años; así, PISA se aplica cada tres años y la próxima evaluación internacional será el año 2028. La evaluación de ERCE/LLECE para América Latina y el Caribe, dirigida a estudiantes de 3° y 6° de primaria en las áreas de lectura, escritura y matemáticas, se realizó este año, por lo que esos resultados se conocerán a fin de año y servirán como línea base para hacer los ajustes necesarios que permitan mejorar la calidad de la educación boliviana. Es mejor no crear ilusiones pensando que el año próximo se aplicaran las pruebas de evaluación de la calidad con organismos internacionales, eso ya no es posible por ahora; cuando mucho, se podrá aplicar una prueba censal por medio del OPCE y trabajar con los resultados y recomendaciones de la evaluación realizada por el ERCE.

Por otra parte, es importante aclarar que la participación en PISA o en cualquier otro mecanismo de evaluación no es el objetivo de los procesos educativos ni modifican, automáticamente, la calidad del servicio; esas evaluaciones solo son un medio o mecanismo para conocer el estado en el que se encuentra la educación, a partir de las cuales se pueden estudiar y definir las medidas más pertinentes de ajuste para asegurar la calidad del servicio que reciben nuestros estudiantes.

Edgar Cadima Garzón es matemático, educador y político.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.