
as luchas políticas que conquistan y amplían derechos simultáneamente modifican el orden establecido; la historia está escrita por la multitud que tiene pertenencia e identidad constituida en movimiento social; solo la plebe constituida en sujeto tiene la capacidad de ser la fuerza trasformadora.
El devenir histórico del proceso descolonizador, antiimperialista y antineoliberal que irrumpió en los años 90 tiene en el sindicato territorial campesino, cocalero y popular al actor que ordena el curso de la historia.
La fuerza del movimiento devino en la superación de la tradición reivindicativa del sindicalismo obrero y la izquierda clásica, que se desenvolvían dentro los mismos esquemas del viejo Estado republicano colonial y capitalista.
El paso inicial fue construir, desde de mismo seno sindical campesino y cocalero, el norte, la consigna que no es un simple eslogan, sino tiene sentido identitario político, cultural: “tierra, territorio, coca, soberanía, instrumento político”; la lucha contra la privatización del agua y contra la exportación del gas por puerto chileno evocaba vivencia y horizonte, pero a la vez interpelaba a las sociedades urbanas, al poder político y a las estructuras estatales.
La élite estatalizada en el poder respondió como lo hizo desde la fundación de la república acudiendo a la violencia política, judicial, policial incluso militar para preservar el orden establecido como razón estatal.
“De la protesta a la propuesta” no era la consigna electoral, sino la aspiración de la multitud convertida en proyecto estatal; la multitud, por decisión orgánica —democracia interna—, se expresaba sindicalmente; es el sujeto que se despliega nacionalmente; el núcleo organizacional es el sindicato.
Los escenarios de desenvolvimiento de la multitud no son del conflicto como lo presentan permanentemente desde los círculos políticos, académicos, mediáticos y religiosos, porque la imagen proyectada sobre la multitud es negativa e incluso de violencia; se la etiqueta como “narcoterroristas, vándalos, hordas”; es decir, todo el adjetivo que les sea útil para la descalificación a los plebeyos con una alta dosis de racismo étnico. Contrariamente a la verdad fetichizada impuesta, el escenario para la constitución de la multitud es lo sindical-deliberativo, que está presente en todo el país.
En esta coyuntura, las elecciones son decisivas, el estado de situación es de crisis, la sensación social es de angustia e incertidumbre; es la plataforma que las múltiples y folklóricas derechas necesitan para vender su eslogan e imponer sus imágenes de salvadores; su única disyuntiva está en quién será el elegido para llevar al país al paraíso del que nos sacaron los indígenas izquierdistas anticoloniales. Se consideran a sí mismos Bolivia, la frase que reiteran en las encuestas es ‘los bolivianos quieren un candidato de unidad’ y los plebeyos, como siempre, no son considerados parte de esa bolivianidad que aparentemente quiere la unidad.
Lo interesante es que la disputa por la unidad está circulando en la pasarela mediática, en las conferencias de prensa en un pub, en las encuestas privadas, en los tiktok; es decir, la fiesta democrática es de discoteca urbana y clasemediera.
En la otra vereda está la multitud descalificada política y racialmente, esa multitud sindical campesina, cocalera y popular que convocó y concentró en Villa Tunari a delegaciones de los departamentos y municipios del país sin más consignas que volver a ser horizonte desde el presente.
La multitud desafía a las diversas élites políticas y al Estado, como lo hizo en 2005 con la misma triada: liderazgo (candidato), organización sindical-política y movilización nacional. La propuesta política no es un legajo interminable de anuncios, sino sentimientos traducidos en deseos, perspectivas; es decir, es la visión de lo plurinacional popular convertida en plan de gobierno a partir de la deliberación sindical.
La multitud es el sujeto que asume y se impone el desafío de recuperar, bajo la lógica democrática representativa, la titularía del poder político; es decir, no aspira a ser un participante electoral más, sino es el eje por donde circula el tiempo electoral.
Este tiempo será contaminado por la parafernalia mediática y de las redes para mostrar qué aspirante presidencial tiene los atributos ideales del marketing, pero, a diferencia de sociedades absorbidas por el individualismo consumista, la nuestra tiene en la intersubjetividad colectiva, comunitaria o sindical el sentido de desenvolvimiento, movimiento y decisión; por ello, este tiempo seguirá siendo de la multitud como sujeto que ordena el Estado y la sociedad.
César Navarro Miranda es escritor y exministro de Estado.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.