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raíz de la implosión y derrota del MAS en las pasadas elecciones del 17 de agosto, se ha generado una serie de opiniones referidas a la vigencia del ciclo nacional popular-indígena. Una cosa es el agotamiento del “proceso de cambio” del MAS, que podemos decir que fue un episodio largo, dentro del ciclo nacional popular indígena, pero ese agotamiento no supone que el ciclo nacional popular-indígena se haya cerrado. Creo que aún queda mucho camino por recorrer en este ciclo, aunque, lamentablemente, la deformación populista sea la tónica de los nuevos tiempos.

El ciclo nacional popular-indígena tiene su episodio fundacional el 9 de abril de 1952, pero esa fecha es referencial, ya que muchos factores que hace a ese ciclo se anticipaban muchas décadas anteriores a esa fecha.

El elemento central del ciclo nacional-popular fue la irrupción de los sectores populares (mineros, fabriles, campesinos, clases medias marginadas, etc.) en el quehacer político, esa irrupción rompió la marginalidad política a la que estaban condenados y logró desplazar, en parte, a los sectores sociales dominantes (rosca oligárquica de militares, empresarios y burócratas) que hegemonizaban la conducción del país.

Del voto universal y la reforma agraria que reconocieron derechos políticos y económicos, se continuó con la participación popular que permitió la intervención activa en la gestión estatal, particularmente en los gobiernos municipales, departamentales y alguna representación parlamentaria, para llegar a la inclusión social y la participación política en todas las esferas de gobierno (poder) con la llegada del MAS al gobierno.

En todo ese proceso, el sujeto activo fue el movimiento popular que, además de los señalados anteriormente se añade el componente indígena que se involucró activamente con la marcha por el territorio y la dignidad (1990). Este movimiento popular-indígena canalizó sus energías y reivindicaciones con el MNR de la revolución nacional; con el Gral. Barrientos a través del Pacto militar-campesino; con la UDP en la recuperación de la democracia; con el MAS y su engañoso proceso de cambio, ahora está buscando expresarse a través de la Democracia Cristiana (DC) con su candidato Rodrigo Paz y este movimiento no va a desaparecer por mucho sometimiento o represión que se ejerza (ya lo intentaron con muchas sangrientas masacres), por exclusiones que les impida participar en la dinámica política, como muchos están tentados de hacerlo, ni por la estigmatización sobre sus capacidades y visión de país que enarbolen.

Al momento, estamos viviendo una suerte de transición entre el cambio del ciclo nacional popular-indígena hacia un nuevo ciclo o cambio de época democrático ciudadana. Este cambio de ciclo sólo será posible en la medida en que podamos superar los actuales resabios que caracterizan lo nacional popular-indígena:

  • La pobreza. Actualmente, el 30 % de la población boliviana tiene sus necesidades básicas insatisfechas (ANF. 28-08-2025), 40 % se encuentra en el umbral de la pobreza (con grave riesgo de devenir más pobres con la crisis que vivimos) y solo 30 % las tiene satisfechas. Esta situación de pobreza es caldo de cultivo para que continúen las políticas populistas que están carcomiendo del ciclo nacional popular-indígena y la gente pobre, con tal de tener la esperanza de paliar su situación va tras las promesas que le ofrecen la “solución” fácil de sus problemas, antes que a las propuestas que exigen esfuerzos y cambios de conductas frente al Estado. Para superar la pobreza de forma estructural se requiere cambiar el actual modelo productivo que, a todas luces, muestra que solo reproduce más pobreza; significa diseñar e implementar una estrategia de desarrollo inclusivo, innovador y sostenible, democratizando el acceso a las oportunidades y poner énfasis de la economía en nuevos rubros como el turismo, la producción agroforestal, las energías renovables, la ciencia y la tecnología con habilidades digitales modernas, la biotecnología, etc. que permitan al país su desarrollo desde la creatividad, las energías limpias, la inclusión social y la solidaridad.

El desafío actual ya no es derrotar al MAS, es derrotar la pobreza y la exclusión social a fin de evitar el resurgimiento de un nuevo partido como el MAS, con sus nefastas políticas populistas.

  • La educación mediocre. La situación educativa del país podría calificarse de “desastre nacional”. Las evidencias son demasiado elocuentes: apenas tres de cien estudiantes bachilleres aprueban un examen de matemáticas o de química y solo dos de cien aprueban un examen de física; menos de la mitad puede escribir un párrafo coherente y otro tanto no entiende lo que lee (si no entienden lo que leen, entonces es difícil que puedan aprender). La actual educación es coherente con el modelo económico que requiere de gente que tenga los conocimientos mínimos para arañar la tierra en el agro o las minas y para vender en la informalidad del contrabando. Una población privada de pensamiento crítico o de capacidad de análisis desde la escuela, tiene mayores posibilidades de ser manipulada por propuestas populistas que caracterizan la coyuntura degenerada del actual ciclo nacional popular-indígena. Esta es la razón principal para luchar por una propuesta educativa de calidad que permita a los estudiantes desarrollar sus capacidades de aprendizaje creativo a través de la investigación, el pensamiento crítico, la lectura comprensiva y la escritura creativa.

No olvidemos que el populismo se combate con educación de calidad

  • El Estado rentista. Bolivia se ha caracterizado por organizar su economía con base en la explotación de sus recursos naturales. Sea el gas, el petróleo, la soya o los minerales, Bolivia vive arañando la tierra para generar ingresos que le permitan atender las otras necesidades de la población. Las crisis que vivimos, generalmente, han estado asociadas a la fluctuación de los precios internacionales de las materias primas. Esta economía dependiente y la ausencia de verdaderas políticas de desarrollo sostenible que permitan salir de esta situación han generado un Estado frágil institucionalmente, un espacio codiciado, convertido en una veta importante para poder administrar esos recursos, con altos grados de discrecionalidad, en interés de ciertos grupos sociales y empresariales. La lucha política por acceder a espacios de poder para poder administrar los ingresos generados por la explotación de los recursos naturales se ha convertido en la razón de ser de muchas organizaciones populistas y la vía de enriquecimiento fácil de sus miembros que, usando diferentes discursos (endógenos, antiimperialistas, descolonización, etc.), enmascaran sus verdaderas intenciones de enriquecimiento ilícito.

Los populismos de izquierda o de derecha (V. Paz, Barrientos, Banzer, Goni o Evo) han actuado de la misma manera, haciendo depender la economía nacional del estaño, el petróleo, el gas, el oro y otros minerales y, ahora, el litio. No han tenido la capacidad de generar otras políticas de desarrollo que saque al país de ese círculo vicioso y nos coloque en la vía del desarrollo sostenible, del conocimiento, de las economías con valor agregado y de impacto social, como el turismo, las energías renovables, etc.

Este es un lastre que todavía vamos a arrastrar ya que su modificación no se produce de forma rápida y se requieren recursos, conocimiento y decisión para modificar la mentalidad rentista que espera que el desarrollo sea un efecto automático de la venta de los recursos naturales.

  • El Estado prebendal. En un intento por superar la pobreza, el Estado usa los recursos de la renta gasífera u otros para distribuir bonos a la población (escolares, tercera edad, discapacitados, mujeres embarazadas, subvenciones a los hidrocarburos, etc.) que generan niveles de dependencia y chantaje político, fácilmente manipulables en periodos electorales. El Estado prebendal requiere de un Estado “fuerte” con los recursos necesarios para distribuirlos oportunamente. Así, se genera un Estado que, además de las asignaciones anteriores se dedica a entregar diferentes canonjías (movilidades, sedes, insumos, viajes, patrocinio de reuniones, etc.) a las organizaciones sindicales o populares, a fin de controlarlos y evitar posibles protestas por las medidas antipopulares que podrían tomar. El Estado prebendal es otra rémora a superar para eliminar el populismo que nos agobia.

  • El corporativismo prebendal. La otra cara del Estado prebendal es el corporativismo prebendal que expresa la enajenación de las finalidades de defensa de los derechos y la solución de los problemas de los trabajadores y sectores sociales hacia objetivos ocasionales o de impacto emocional (movilidades, sedes sindicales, viajes, congresos, becas y hasta espacios de gestión pública asignados a determinados sectores, etc.); haciendo que los dirigentes de estas organizaciones olviden la razón de su mandato y se dediquen a buscar beneficio personal por la vía de apoyos oportunistas a autoridades de las diferentes instancias estatales o la neutralización de sus reivindicaciones por la vía de regalos corporativos. Así, enormes sectores de la población resignan su calidad de ciudadanos y su independencia política actuando como rebaño a cambio de acceder a ciertos beneficios logrados de forma corporativa o colectiva, lo que permite comprometer el apoyo político a candidatos que ofrecen esa posibilidad y al surgimiento de caudillos intermedios que se aprovechan de esa relación para fines personales o de grupo.

Mientras estos factores se encuentren aún vigentes, y todavía van a subsistir por cierto tiempo, no se podrá decir que el ciclo nacional popular se ha cerrado; otra cosa es que se encuentre en proceso de agotamiento, pero aún no se habrá cerrado y solo sucederá cuando sean superados esos factores señalados, entre tanto, el ciclo nacional popular-indígena va a seguir presente como telón de fondo de la dinámica económica y política de nuestra realidad.

La lucha ya no es contra una organización política como el MAS, ahora la lucha es contra la pobreza y la exclusión social para que ese 30% de la población tenga sus necesidades básicas satisfechas y su participación en las decisiones políticas no sea de forma decorativa, sino efectiva; es contra los resabios del Estado rentista, del Estado prebendal y del corporativismo. La lucha es por estabilizar la economía, por una educación de calidad y por la consolidación de la democracia.

En el fondo, estamos avanzando hacia la transformación del Estado que permita superar la restauración de viejas oligarquías señoriales, portadoras de esos factores, para consolidar una nueva hegemonía incluyente social, cultural y política, que exprese a una ciudadanía democrática capaz de abrir los cauces a un cambio de época.

Edgar Cadima Garzón es matemático, educador y político.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.