Imagen del autor
H

ace poco más de tres décadas, un acucioso periodista hizo una breve encuesta, previa a las elecciones, realizando tres preguntas. ¿qué edad debía tener el presidente? ¿cuál debía ser su profesión? y ¿qué inclinación ideológica debería tener? El comunicador sintetizó las respuestas entregando como síntesis los siguiente: la mayoría se inclinaba por un hombre mayor de 50 años (por su experiencia); de profesión abogado o economista y de tendencia centro izquierda.

Este trabajo sirvió para señalar (viendo ese perfil), que ninguno de los candidatos reunía esas condiciones, razón por la que la población votaría no por un candidato que quería, sino por aquél que la corriente señalaba en ese momento, como persona que podía responder al descontento.

Se puede asegurar que el pueblo, la opinión pública, el hombre común o como quiera referirse el lector, busca a un hombre cercano a él, que conozca sus problemas, que no esté lejos de la realidad. Según esta visión, los primeros descalificados serían los filósofos o los que se pasan la vida pensando. Esta atrevida aseveración me remonta al poeta griego Aristófanes quien en su comedia llamada “Las Nubes” pintaba a Sócrates colgando de un cesto desde el que observaba el cielo. Estaba allí porque, según él mismo, debía estar lejos de la tierra para poder pensar bien. Algo más, en el Teeteto, Platón relata una famosa anécdota sobre Tales de Mileto. Estudiando las estrellas se cayó a un pozo y una muchacha tracia se burló de él, diciendo que estaba loco. Tanto se concentraba en lo que estaba en los cielos que el filósofo no podía ver lo que estaba debajo de sus pies.

Vuelvo al relato para constatar que el tema de la edad es irrelevante y son magras aquellas acusaciones a algunos a los que consideran “viejos políticos”; basta constatar que Biden tiene 82 años, Lula 79 Trump 78, el colombiano Petro 64, Nicolás Maduro y Dina Boluarte 62, Luis Arce 61, Yamandú Orsi 57 y Milei 54, frente a los más jóvenes: Daniel Noboa 37 y Gabriel Boric 38.

Tampoco la profesión parece ser relevante para los electores, porque Lula es sindicalista y sin estudios superiores, Maduro se forjó en las luchas sindicales y sin estudios terciarios, lo mismo que Evo Morales, mientras que Noboa, Milei, Petro, Peña y Arce son economistas.

Nuestra historia está repleta de sables, porque los primeros 14 presidentes fueron militares y se tuvo que esperar hasta 1857 para que el abogado José María Linares asumiera el poder. Los militares volvieron tras la Guerra del Chaco y luego nuevamente tras la revuelta de René Barrientos en 1964, hasta que se recuperó la vida democrática. En este recuento, tras la brutal predominancia de los uniformados se encuentran los abogados y economistas; son lunares los médicos, industriales y periodistas.

Aspectos esenciales pasan a segundo plano, tal el caso de los debates presidenciales que dejaron e existir; hoy constatamos las constantes alusiones al pasado que sirven para descalificar al candidato opositor, especialmente en las redes sociales donde abunda la mentira y la ausencia de análisis; cada vez aparecen más tiendas políticas en el afán de buscar a último momento una alianza, para así ganarse una parcela en la hacienda estatal; estamos lejos de un sistema bipartidista que eliminaría las pretensiones particulares de los politiqueros. Para colocar la cereza en la torta aparecieron los encuestadores que son tantos y variopintos que parecen estar a la medida de quienes los propician.

Varios profesionales aparecen como primerizos en el espectro político y tratan de apabullar a sus rivales con el irrebatible argumento de haber estudiado en Harvard, aunque hayan trastabillado en el examen de licenciatura. Nadie menciona a Oxford, Stanford, Cambridge o Princeton, que son las principales universidades en el mundo académico del presente. La mayoría, sea de izquierda o derecha, afirma que irá al Fondo Monetario Internacional o al BID para salir del descalabro económico del presente, sin conocer previamente si somos dignos de más créditos. No aparecen las propuestas para mejorar la esquelética estructura educativa, vivienda, turismo y salud, para citar solo cuatro casos.

La edad si es relevante, cuando se habla de la experiencia, también la juventud de la autoridad para conocer el país en sus profundidades, porque no se puede gobernar desde un escritorio. Es importante la formación profesional si se toma en cuenta los problemas que necesitan soluciones bien pensadas y de largo alcance. Tal vez, lo menos importante sea la inclinación ideológica si se piensa antes en las necesidades del país que en engordar los bolsillos.