
e encanta Pamela Anderson, diva de los 90 e ícono de belleza. Ha empezado a presentarse en diferentes eventos sin maquillaje. A sus 57 años, está dando que hablar sobre el amplio sentido de la belleza. Después de décadas de cargar con el peso del makeup, ha decido dejar de llevarlo, y a más de un hombrecillo, le ha causado asombro y repudio.
El makeup es la prueba de fuego en las parejas. Ese momento crítico cuando pasas de estar toda diva, un sábado por la noche, a ser tú sin maquillaje, un domingo por la mañana. Sin delineador, ni lápiz labial, ni pestañas, ni rubor. Un skin care de rostro natural al sol es la mejor terapia de amor propio que no todos están preparados a asumir, no hay filtro de Instagram que soporte lo natural.
Bolivia está igual. Finalmente, sin maquillaje. Durante dos décadas, el rimmel del cambio de nombre, de los elefantes azules, de los museos de la “revolución”, de la ciudadela sudamericana, de la piscina olímpica en Villa Tunari o la sede del Unasur en San Benito, fue el makeup perfecto para mostrar el rostro de un país “en proceso de cambio”. Pero finalmente vemos la verdad. Era “proceso de cumbia”.
La burbuja ha explotado. El tipo de cambio fue una mentira, el precio de la gasolina fue una mentira, los productos baratos importados fueron una mentira. Todo era una mentira y en sólo seis meses, estás viviendo de golpe, todo el impacto económico que debió suceder en 20 años.
Bolivia sin maquillaje te muestra quién es realmente la gente. Son los que votaron por Evo el 2005 “porque ya no iban a haber más marchas”; los que apoyaron el cambio de república a estado plurinacional porque “somos soberanos diciendo”; los que apoyaron al MAS el 2014; los intelectuales y artistas que firmaron una carta de apoyo a la re re re postulación de Evo el 2016; los que te decían “pitita” el 2019, los que defenestraron a todos los candidatos opositores. Ellos fueron los artífices del maquillaje, son los que hoy lloran en la Tv porque son parte del gobierno de Arce, los que niegan con su silencio su pasado azul, los que miran a un costado comentando la “dura coyuntura”, pero recibiendo tranquilamente su sueldo de docente de universidad pública o funcionario público.
El exceso de maquillaje daña la piel, produce todo tipo de males en el cutis y un signo de evidente envejecimiento. Y no estoy hablando de la cara, sino de una sociedad pacata, que se rige por comunicados, pronunciamientos, ofrendas florales, bailes por “devoción”, cuartos intermedios, mesas de diálogo y palabras vacías que terminan en el basurero del olvido Mucho hablar, pero nada de hacer. Un país de gente que tuvo la desfachatez de proponer al “líder de los humildes” al premio nobel de la Paz, o al cajero Arce como nobel de Economía.
Como dijo Cantinflas: “Estamos peor, pero estamos mejor, porque antes estábamos bien, pero era mentira; no como ahora que estamos mal, pero es verdad”.
Tal vez es hora de mira en tus propios contactos, en tu propio circulo, quiénes dijeron Si a Evo desde el 2005, quiénes te dijeron “fascista”, “neoliberal”, “gamonal de la derecha” “pagado por el imperio”, para empezar a darte cuenta que están cayendo las máscaras, y estás rodeado de maquilladores del sistema.
¿Se solucionará todo? No. Primero tenemos que entender cuál es el real problema. No es la gasolina, ni los dólares. Es la fascinación que tiene este país por maquillar a la gente, a la política, a la ciudad. Si necesitas hablar mal de otros candidatos, para hacer quedar bien al tuyo, eres otro maquillador más. Es hora de mirarse al espejo y mirar de frente, la verdadera cara de Bolivia, desmaquillada. Cumplirá 200 años y está cansada y arrugada de tanto maltrato.
Mónica Briançon Messinger es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.