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n los años felices de nuestra niñez nos gustaba jugar de delanteros, los menos buenos jugaban en el medio terreno y en la defensa y, es posible, que el más malo iba al arco, donde era “fusilado” o víctima de las descalificaciones por haber dejado pasar un balón. Siempre felicitábamos al goleador y casi nunca a nuestro arquero. Se podía jugar sin arquero, pero nunca sin nuestro goleador. Al final, como decía Galeano: ganábamos o perdíamos, igual nos alegrábamos.

En el campo periodístico este arquero se llama “Gatekeeper” que puede traducirse de inglés por portero, guardabarreras o vigilante. Es la columna del equipo, es el profesional que tiene por misión decidir sobre el contenido de las informaciones, es por decirlo así un filtrador, un vigilante guardabarreras que a veces es calificado como censor.

Este gatekeeper es como un periodista juez que tiene a su cargo el control del material noticioso y generalmente es un jefe de sección, del propio director pasando por los redactores, jefes coordinadores de área y subdirectores. En sus manos está el resultado final del producto comunicacional, un producto que se basa en centenares de unidades informativas. Los periódicos físicos o digitales, en resumen, no sólo hacen los periodistas de pie, sino que, principalmente, son el resultado final de un proceso de toma de decisiones por parte de los guardabarreras, del gatekeeper. En periodismo se puede jugar sin delanteros, pero nunca sin el arquero, quien nos puede salvar de arrepentimientos, errores y hasta nuestra fuente de trabajo.

Hoy, en las redes sociales, jugamos sin arqueros ni defensas, todos quieren ser goleadores. No importan los errores ortográficos o de sintaxis, no importa si es noticia importante o irrelevante, porque un rumor vale tanto o más que la noticia confirmada. No hay ningún gatekeeper, porque estamos en una carrera contra el tiempo y se debe escribir ya, de inmediato.

¿Quién controla la emisión de ese tipo de noticias? Nadie. ¿Quién controla la ortografía o edita los dislates de los entrevistados? Nadie. ¿Quién averigua si lo dicho por la autoridad es verdad? Pocos, entre ellos, aquellos comunicadores que vienen de hacer periodismo escrito en las grandes redacciones y se aferran a los principios de la profesión.

Hay algunas iniciativas particulares de comunicadores que intentan hacer un periodismo digital siguiendo los principios básicos de los periódicos o medios donde había una mesa de redacción, éstos, no pueden ser arqueros, defensores, mediocampistas y delanteros al mismo tiempo, solo les queda la autocensura para corregir sus errores. Estos son contados y tenemos buenos ejemplos en nuestro medio.

La sociedad del siglo XXI dio paso a otro tipo de comunicadores, con título en mano, que tratan de acomodarse a las nuevas formas, lo que significa acomodarse a las nuevas estructuras de poder, que otorga zanahoria a los sumisos y da con un palo a los rebeldes. No extrañe que aparezcan en las conferencias de prensa los que preguntan “a la carta”, para que el entrevistado se luzca en su alocución. Hay más, están aquellos que entregan en su pregunta la respuesta: “como usted dijo la anterior vez, se cumplió…”, dando paso a la sonrisa del entrevistado. Nadie cuestiona a estos jóvenes reporteros, porque no hay mesa de redacción, ni jefes que le pongan en evidencia, ni un gatekeeper que le haga notar su sumisión desmedida y la falta de ética que raya la desfachatez.

Hoy tenemos encuestas a la carta, periodistas a la carta, analistas a la carta; cada cual juega a su manera. La sociedad debería encargarse de frenar esta avalancha colocando su propio gatekeeper para atajar estos atropellos; eso solo se logra con una lectura profunda y crítica. Particularmente, no pido la utilización de un vocabulario culto y para minorías, aunque sí exijo a mis colegas un tratamiento veraz de la información y una actitud menos genuflexa ante las autoridades, aunque sigo extrañando al gatekeeper.

Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.