
arios acontecimientos recargan la coyuntura de conflictividad, a la vez que se vislumbran esfuerzos por encaminar el proceso electoral de marzo. Las dudas sobre la selección y elección de autoridades de los tribunales supremo y departamentales electorales, serán resueltas en una mezcla de atisbos meritocráticos y viejas prácticas, en cuyo seno convivirán personajes con adscripciones diversas.
El clima electoralizado que a momentos disimula la crisis, se encamina con una explosión de candidaturas que prometen un proceso variopinto alimentado por la presencia de siglas espectrales que podrían llegar a su fin junto a las dirigencias corruptas de los movimientos sociales que están en estado de descomposición y sus bases en búsqueda de otras fuerzas que los cobijen.
En dichas elecciones no solo se elegirán a gobernadores y alcaldes, también está en juego el rearmado del tablero político nacional, en el que se reagruparán, separarán, reaparecerán, aliarán o se crearán fuerzas políticas. El camino a recorrer será pedregoso, empinado, nebuloso y con interferencias promovidas por el autoritarismo que ha sido arrinconado, pero no derrotado.
Según el Informe Latinobarómetro 2024 “El deterioro democrático visto desde 2010 hasta hoy 2024 se detiene y se revierte.” En Bolivia las elecciones de octubre y noviembre fueron un punto de inflexión para la recuperación y reconstrucción de la democracia en medio de amenazas, avances y retrocesos que deben ser superados hasta desmantelar el autoritarismo que es el autor de la pulverización de los partidos políticos, del envilecimiento de los parlamentos, de la deslegitimación de los sistemas judiciales y del descrédito de las élites.
Estas elecciones subnacionales y locales, se desarrollarán bajo la influencia de remoras del pasado mezcladas con visiones esperanzadoras de un nuevo sistema que debería permitir el renacimiento del partido político y la revalorización del político como sustentos necesarios de la democracia.
No faltarán quienes de ser militantes del autoritarismo se declaren amantes de la democracia y sean candidatos de fuerzas que las consideraban sus enemigas irreconciliables y, quienes fueron perseguidos y golpeados, pacten con sus agresores, activando la infame frase dicha en amoríos enfermizos “porque me quiere me pega.”
Será un proceso en el que jugarán un rol distorsionador los menudos mesías regionales y locales apapachados por sectores retardatarios de la sociedad. El poder político deberá jugar un rol protagónico pues, requiere cobrar musculatura para controlar y cohesionar su alianza y lograr cierta gobernabilidad equilibrando fuerzas con un parlamento que tiende a la hostilidad.
En la oposición democrática tratarán de afianzarse para ser parte del juego político con mayor contundencia, en tanto los residuos de la dictadura ya están en el esfuerzo de cobrar una hipócrita vida democrática acompañada de amenazas y presiones con lo poco que le queda, con el fin de eludir sus responsabilidades penales por su corrupta gestión.
Las candidaturas, estarán concentradas, unas en pretenciosos salvadores, otras en aproximaciones o articulaciones con el gobierno y las de la dictadura en la sobrevivencia con alianzas repudiables.
Todo hace prever que las futuras gestiones serán de pequeños cambios, aunque electoralmente las promesas serán exorbitantes, dejando desairada a la demanda ciudadana que exige profundos cambios.
El estudio antes comentado, hace referencia de cuanto cambio se requiere “Un 35% elige la frase, las sociedades pueden mejorarse con pequeños cambios, un 29% dice que se necesitan reformas profundas, y un 26% dice que debe cambiarse radicalmente.”
Sin embargo, en el caso boliviano, la respuesta es reveladora “Los países que más quieren cambios radicales son Bolivia con el 40%, Honduras con el 38%, Venezuela y Perú con 37%.” Al parecer la tendencia indicada se debía a que estábamos gobernados por una dictadura y la ciudadanía exigía un cambio a democracia. Producidas las elecciones generales e instalado el nuevo gobierno, la demanda se mantiene inamovible, es previsible que la misma será proyectada desde la ciudadanía a las autoridades regionales y municipales.
El gobierno nacional debería tomar medidas que lo diferencien del ´periodo anterior efectuando esfuerzos por consolidar un nuevo sistema político que impulse la necesidad de contar con partidos políticos modernos como parte fundamental del sistema democrático y promueva la generación sólida de nuevos liderazgos no sujetos a las casualidades.
Este desafío debe ser enfrentado sin complejos ni temores, la inexistencia de un sistema de partidos políticos favorece la reproducción de rasgos autoritarios en los gobernantes y facilita la recuperación de las fuerzas neopopulistas.
