Imagen del autor
T

erminó el partido entre Bolivia y Paraguay; empate 2 a 2, sabor amargo a derrota en Villa Ingenio. Se cumplió la duodécima fecha de la eliminatoria mundialista y la Selección Nacional volvió a dejar mucha insatisfacción en la afición boliviana que sigue esperando buenos resultados en un torneo muy complicado.

Con resignación una vez más, pues ya ni siquiera me enojo; tomo el control remoto, apunto a la pantalla y apago el televisor. Una notoria insatisfacción me hace pensar qué y cómo escribir esta columna de opinión. La verdad no se me ocurre nada; entonces un tema de los años 70 se escucha a lo lejos y son los vecinos que cantaban una inolvidable canción de Eduardo Franco y su éxito con Los Iracundos “No sirve de nada”.

¡Bendita inspiración! El tema hace volar mi imaginación, pues parte de su estribillo, me da la pauta para transcribir mi desgano de frustración y desencanto, luego de ver el magro empate con Paraguay que desnudó las falencias. “No sirve de nada, de nada, de nada”. “Que sufra, que llore, no sirve de nada”. Es más, hasta me hace cambiar un tanto la letra y acomodar frases de acuerdo a mi estado de ánimo. “Tú no lo quieres, Tú no lo puedes, no vas a cambiar”. Y es que la pobre producción de nuestro equipo me lleva a esto.

Los últimos 3 partidos de Bolivia fueron realmente para el olvido; el empate frente a Paraguay desnudó ahora la falencia de jugar incluso a 4 mil 100 metros sobre el nivel del mar. El Alto ya no es garantía para lograr buenos resultados. La Selección perdió su norte futbolístico y de pronto comenzó a volar sin rumbo y su instrumental es malo, como para recuperar el tramo correcto.

Bolivia en la era Villegas comenzó cual avión de nueva generación, despegando prolijamente, ganando a Venezuela bien. La plenitud del despegue alcanzó su mejor altitud sumando 3 puntos en Santiago ganando a Chile de visitante. Por si fuera poco, se le ganó también a Colombia en El Alto pese a tener problemas de turbulencia que fueron sofocados por la tripulación. Hasta ahí todos pensábamos que La Selección había alcanzado la altitud correcta y estaba lista para llegar a la velocidad de crucero, que con vuelo tranquilo y seguro nos llevaría al destino soñado.

Sin embargo, no contaban los tripulantes de la nave que el destructor argentino nos “bajaría” con 6 misiles (aire–aire), haciéndonos dar un tremendo “sacudón”, obligando a tener que improvisar un aterrizaje forzoso, con “panzazo” precipitado y aparatoso, que nos devolvió a la realidad. Esa manera dura de hacernos dar cuenta que el vuelo no era para nada sencillo y lo que fácilmente sube, cae de manera más rápida y dolorosa.

Los responsables le dijeron al piloto que improvise una solución inmediata; había que volver a levantar vuelo con parches frágiles y repuestos sin haber sido probados. El destino era Ecuador y no importaba cómo y en que condiciones se llegaría ahí y mucho menos qué se tendría y cuánto se perdería allí. Los repuestos originales, correctos para arreglar la aeronave estarían en El Alto para su reparación garantizada en Villa Ingenio frente a Paraguay

Las piezas que se quedaron en el hangar local estaban tan desgastadas y malogradas como las que fueron a Guayaquil. Al momento de intentar levantar vuelo, fallaron y el avión se vino nuevamente abajo. Otro “panzazo” de emergencia. Esta vez la con la interrogante ¿Se podrá reparar la nave? ¿Los repuestos podrán ser encontrados? ¿Se podrá volar nuevamente y de manera segura? Difícil.

Es una incertidumbre total. Un dilema interminable. Una manera de desgastar nuestro ánimo y paciencia innecesariamente, pues este avión tiene el instrumental fallado. No lo fabricaron de acuerdo con las normas internacionales de la aviación. Tiene problemas de fondo y forma; su estructura es frágil, el fuselaje no permite garantizar nada. Los motores fueron construidos por técnicos sin escuela profesional. Todo el diseño está mal elaborado; hasta la empresa dueña del proyecto no tiene idea de la responsabilidad que significa poner todo eso al aire y con pasajeros.

A este paso y de aquí hasta marzo de 2025, a ver qué y cuánto se puede hacer para reparar correctamente el aeroplano y este pueda nuevamente elevarse, alcanzar altura y velocidad, tratando de llegar al destino fijado, la Copa Mundial 2026. De momento muy lejos, sobre todo por el medio en que se pretende viajar.

Al terminar la agenda deportiva de este año, el avión está siniestrado a un lado de la pista, luego de un aterrizaje forzoso, muy descompuesto. Sobre su estructura el piloto sentado, triste, tratando de encontrar explicaciones y toda la afición mirando de lejos, sin poder ayudar y limitando su atención a escuchar a Los Iracundos a través de una linda emisora que emite música del recuerdo y justo en ese instante, la canción que todos cantan al unísono, “No sirve de nada, de nada, de nada”. “Que sufra, que llore, no sirve de nada”.

¡Vaya momentos que nos hace pasar nuestra Selección!

Tan risibles e irascibles, como su juego sin alma y sin actitud.

Gonzalo Gorritti Robles es periodista deportivo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.