Imagen del autor
C

omenzamos octubre en Bolivia con un anticipo: octubre iba a ser un mes negro, como ya es costumbre. Las predicciones se hicieron realidad. Es un mes negro para Cochabamba. Cercada y asediada por el Huido. Porque no quiere rendir cuentas a la justicia y declarar por el caso de pederastia, y usa a sus orcos a Bs 200 al día, para desviar el tema.

Al sur del país, en Tarija, desde donde escribo este artículo, la noticia apenas llega, esa la del bloqueo y del pederasta; y si lo hace, no genera tanto interés como aquellas largas filas, hechas por buses, y camiones para cargar combustible. Lo demás no importa. Su cielo es azul profundo. No gris como el cielo del Beni o el de Santa Cruz, que siguen igual de contaminados y tristes, debido a los millones de hectáreas quemadas y masacradas por los incendios provocados.

El fuego no se detiene, porque los horripilantes y execrables avasalladores continúan incendiando. Hoy, la tumba chiquitana alberga a millones de anfibios, reptiles, osos, loros, tortugas e insectos. El silencio es terrorífico. La selva ha muerto.

Probablemente este incendio haya acelerado el cambio climático, pero al mundo no le importa. La máquina voraz de China, India y Arabia Saudita sólo quiere el oro boliviano, su madera y la carne vacuna porque ¡“el modelo cruceño es exitoso"!

De ahí que a futuro, la exselva servirá para sembrar palma aceitera, soya genéticamente modificada y pastizales para las vacas, sin embargo lo que allí se produzca no quedará para Bolivia. Todo se exportará y servirá para mostrar el crecimiento exponencial de las exportaciones. A un costo mortal. Irónicamente, la “locomotora que mueve a la economía”, está humeando.

Y cuando el mes de octubre debería ser pintado de rosa, para tomar conciencia sobre el cáncer de mama y la urgencia para que se efectúen los controles correspondientes, las mujeres quedamos vulnerables a los incendios y bloqueos. Y los controles de salud pasan a último plano, ya que además son caros.

Miles de emprendedoras chiquitanas se han quedado sin plantaciones de cacao y café. Sin elementos para realizar sus artesanías. Sin su fuente principal de alimentación. Han sido condenadas a desparecer o a migrar a las ciudades para volverse comerciantes ambulantes, pordioseras o prostitutas. Y las mujeres que bloquean, lo hacen amedrentadas por el Huido Jefazo y sus secuaces.

Las amenazan con violarlas, con quemar sus parcelas o simplemente con cortarles sus ingresos monetarios, provenientes de los aportes “voluntarios” que hacen ciertos sectores del evismo, quienes han sido convencidos de llevar adelante un bloqueo que ha puesto en jaque al país.

Así que pensar en el futuro, para las mujeres víctimas de un sistema injusto e indigno, que no es ni negro, ni rosa, ni gris. Es simplemente un futuro impensable. Sólo se trata de sobrevivir. Como se pueda. Si llega el cáncer de mama y esa mujer muere, morirá frente a la indiferencia.

Ahora sólo se trata de salvar al Huido bloqueando al país. Hoy se trata de seguir incendiando.

Total, el futuro es negro. Y siempre habrá un Miami donde arcistas y evistas puedan escaparse, buscando un lugar donde se respete la ley, haya jardines y un cielo azul sin humo.

Mónica Briançon Messinger es periodista y ecologista declarada.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.