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olivia enfrenta una paradoja económica en su ecosistema emprendedor: mientras el país muestra un dinamismo creciente en la creación de empresas, la mayor parte de ellas operan en la informalidad. Según datos de la OIT, aproximadamente el 62,3% del empleo en Bolivia proviene del sector informal, mientras que se estima que este contribuye alrededor del 80% del PIB nacional. Esta informalidad se traduce en un ecosistema empresarial donde la mayoría de los negocios no cuentan con acceso a financiamiento, protección social ni soporte para su crecimiento sostenible.

El ecosistema emprendedor en Bolivia ha visto un incremento de startups tecnológicas, aunque estas representan menos del 1% del total de emprendimientos en el país. En contraste, las empresas unipersonales representan el 77,8% de los registros empresariales, lo que evidencia una preferencia por modelos de negocio de bajo costo inicial y operación independiente. Sin embargo, la alta mortalidad de emprendimientos y el escaso acceso a capital de riesgo reflejan que el ecosistema no está proporcionando los mecanismos adecuados para transformar iniciativas informales en empresas formales y escalables.

Uno de los principales obstáculos que impiden la formalización del emprendimiento en Bolivia es la burocracia excesiva. El proceso de registro de una empresa sigue siendo engorroso y costoso para los emprendedores, lo que desincentiva su ingreso al sistema formal. Además, la falta de incentivos fiscales y el acceso restringido a créditos bancarios refuerzan la tendencia de operar en la informalidad. A pesar de la existencia de programas de microcrédito y asistencia técnica, su alcance sigue siendo limitado frente a la magnitud del problema.

En términos de financiamiento, la brecha es abismal. Apenas el 3,33% de las startups bolivianas han logrado acceder a financiamiento de inversionistas, lo que dificulta su crecimiento y sostenibilidad. La falta de capital de riesgo y la baja participación de inversionistas ángeles en el país limitan las oportunidades para los emprendedores que buscan escalar sus negocios. En cambio, muchos recurren al "bootstrapping" como única alternativa, dependiendo de sus propios recursos o de redes informales de financiamiento.

Otro factor crítico es la fragmentación del ecosistema emprendedor. La ausencia de espacios de coworking, incubadoras y redes de mentores dificulta la conexión entre emprendedores, inversores y entidades gubernamentales. Esto impide la generación de sinergias y dificulta la creación de una comunidad emprendedora que impulse la innovación y la colaboración. La educación empresarial y digital sigue siendo una barrera importante, con una brecha significativa en la capacitación técnica y financiera de los emprendedores, lo que reduce sus posibilidades de éxito en el mercado formal.

La transición de la informalidad a la formalidad requiere una estrategia integral que abarque la simplificación de trámites, incentivos fiscales, programas de financiamiento accesibles y un entorno regulatorio que favorezca la inversión. A nivel internacional, países con altos índices de informalidad han implementado políticas de digitalización y reducción de costos burocráticos para atraer a emprendedores al sector formal. Bolivia podría beneficiarse de iniciativas similares, aprovechando la tecnología para facilitar registros empresariales y mejorar el acceso a financiamiento.

En definitiva, Bolivia tiene un ecosistema emprendedor vibrante, pero con desafíos estructurales profundos. La prevalencia del sector informal no solo limita el crecimiento económico, sino que también frena la innovación y la competitividad del país en la región. Transformar este panorama requiere un esfuerzo coordinado entre el sector público y privado para cerrar las brechas de financiamiento, reducir barreras burocráticas y fortalecer la educación emprendedora. Solo así se podrá articular un ecosistema donde los emprendimientos tengan el soporte necesario para prosperar y contribuir de manera sostenible al desarrollo del país.