Imagen del autor
E

l emprendimiento en Bolivia ha evolucionado como una estrategia de subempleo ante la precariedad del mercado laboral formal. A pesar del crecimiento en la creación de empresas, la mayoría opera en la informalidad y sirve más como un mecanismo de supervivencia económica que como un motor de innovación y desarrollo. Según la OIT, aproximadamente el 62,3% del empleo en Bolivia proviene del sector informal, una cifra que ubica al país entre los de mayor informalidad laboral en América Latina. Este fenómeno está directamente relacionado con las dificultades que enfrentan los jóvenes y profesionales para insertarse en el mercado laboral formal.

El desempleo juvenil es una de las principales razones por las cuales el emprendimiento ha sido adoptado como alternativa de ingresos. Según la ONG Ayuda en Acción, solo el 23% de los jóvenes en la región logran acceder a un empleo estable y satisfactorio. En Bolivia, esta situación se agrava debido a la rigidez del mercado laboral formal, que impone altos costos de contratación y múltiples barreras burocráticas para la creación de empleo.

Uno de los principales factores que llevan a los jóvenes a emprender es la desactualización de los programas educativos en relación con las necesidades del mercado laboral. Las carreras universitarias en Bolivia, al igual que en gran parte de Latinoamérica, no están alineadas con la demanda del sector productivo, lo que genera una brecha de habilidades entre los egresados y las empresas. De acuerdo con el Banco Mundial, las carreras en la región son, en promedio, un 36% más largas que en otros países, lo que desmotiva a los estudiantes y retrasa su incorporación al mercado laboral. Además, muchos programas académicos carecen de enfoque práctico y no brindan a los estudiantes las herramientas necesarias para enfrentarse a un entorno altamente competitivo y tecnológico.

La desconexión entre la academia y el sector productivo es evidente en múltiples áreas. Mientras que las empresas demandan habilidades en tecnología, análisis de datos, inteligencia artificial y comercio digital, las universidades continúan ofreciendo programas tradicionales que no han evolucionado al ritmo de la transformación digital. Esto se traduce en una sobreoferta de profesionales en áreas saturadas y una escasez de talento en sectores emergentes con alta demanda laboral. Como resultado, muchos jóvenes se gradúan con títulos que tienen poca aplicabilidad en el mercado actual y se ven obligados a emprender como única alternativa de ingresos.

El subempleo, por tanto, se convierte en una respuesta natural a esta problemática. Muchos jóvenes optan por iniciar sus propios negocios debido a la falta de oportunidades en el sector formal, pero lo hacen sin un modelo de negocio sólido, sin acceso a financiamiento y sin las herramientas necesarias para crecer. Esta dinámica contribuye a perpetuar el círculo de la informalidad y la baja productividad.

La falta de acceso a financiamiento también representa un obstáculo crítico. Apenas el 3,33% de las startups bolivianas han logrado recibir inversión de capital de riesgo, lo que dificulta su crecimiento y sostenibilidad. La mayoría de los emprendedores recurren al "bootstrapping" o financiamiento propio, lo que limita su capacidad de escalar y profesionalizar sus operaciones.

La solución a este problema requiere un enfoque integral que combine la modernización del sistema educativo, la flexibilización de las normativas laborales y la promoción de un ecosistema emprendedor con mayor acceso a financiamiento y capacitación. Es fundamental que las universidades adapten sus currículos a las necesidades del mercado laboral y fomenten el desarrollo de habilidades digitales, pensamiento crítico y emprendimiento desde las aulas. Asimismo, el sector público y privado deben trabajar en conjunto para reducir las barreras burocráticas que impiden la formalización de los emprendimientos y promuevan incentivos para la creación de empleo formal.

El emprendimiento debería ser una vía para la innovación y el desarrollo económico, no solo una estrategia de subsistencia. Para lograrlo, Bolivia debe repensar su modelo de apoyo al ecosistema emprendedor y garantizar que los emprendedores tengan las condiciones necesarias para crecer, formalizarse y contribuir al desarrollo sostenible del país.

Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.