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n los pasillos de los estadios bolivianos, el murmullo se ha vuelto constante: Los futbolistas extranjeros están haciendo las maletas. No por falta de cariño del público ni por escasez de talento en la cancha, sino por una realidad que los supera: la inestabilidad económica y social que atraviesa Bolivia ha comenzado a vaciar los vestuarios de sus figuras internacionales.

A medida que se aproxima el segundo semestre del año, el éxodo de jugadores foráneos se ha convertido en una tendencia preocupante. La falta de dólares estadounidenses —moneda en la que se pactan la mayoría de los contratos— ha generado retrasos en los pagos, incumplimientos contractuales y una creciente desconfianza en la sostenibilidad del fútbol profesional boliviano. A esto se suma un clima social tenso, con conflictos regionales y protestas que, aunque ajenos al deporte, terminan afectando directamente a quienes lo practican.

A esta crisis monetaria se suman otros factores que complican aún más la permanencia de los futbolistas extranjeros en territorio boliviano. La escasez de carburantes y productos básicos de la canasta familiar ha trastocado la cotidianidad de muchas familias, incluyendo las de los jugadores. Hacer filas interminables para conseguir gasolina, enfrentar aumentos repentinos en alimentos esenciales o lidiar con la incertidumbre del abastecimiento diario, no son situaciones que esperaban encontrar al firmar sus contratos.

Este escenario genera incomodidad, frustración y, en muchos casos, decisiones drásticas: regresar a sus países o buscar nuevos destinos donde puedan encontrar no solo estabilidad deportiva, sino también calidad de vida para ellos y sus seres queridos.

Los clubes, muchos de ellos ya golpeados por sanciones de la FIFA por deudas impagas, se ven atrapados entre la espada y la pared: retener talento extranjero se vuelve cada vez más difícil sin garantías económicas mínimas. Y aunque algunos jugadores bolivianos han logrado emigrar a ligas pequeñas del exterior en busca de mejores horizontes, la salida de los extranjeros deja un vacío inmediato en la calidad y competitividad del torneo local.

Este fenómeno no solo desnuda la fragilidad financiera de los clubes, sino también la falta de planificación estructural del fútbol nacional. La dependencia de figuras extranjeras para elevar el nivel del campeonato ha sido una constante, pero sin un entorno estable, ni siquiera el talento más comprometido puede resistir.

Incluso clubes con respaldo económico como Bolívar, no han quedado al margen de esta tormenta. A pesar del poder financiero de su presidente, Marcelo Claure, la institución celeste también ha sentido el impacto de la crisis: dificultades logísticas, demoras en transferencias internacionales y un entorno social que complica la planificación deportiva. Sin embargo, su dirigencia ha optado por no quedarse de brazos cruzados.

Con una visión más empresarial y estratégica, Bolívar trabaja en alternativas para sortear los obstáculos: desde la renegociación de algunos contratos hasta la búsqueda de soluciones mediáticas que garanticen estabilidad. Su caso demuestra que, aunque el músculo financiero ayuda, no es inmune a un contexto nacional que exige creatividad, resiliencia y liderazgo.

Sin embargo, ni siquiera la planificación más meticulosa ha logrado evitar ciertos desajustes. En Bolívar, las complicaciones contractuales derivadas de la crisis —como la imposición de firmar en moneda nacional y las demoras en pagos internacionales— han generado un efecto contradictorio: algunos jugadores extranjeros que estaban en los planes del cuerpo técnico para continuar optaron por marcharse ante la falta de certezas; mientras que otros, cuyo ciclo parecía haber concluido, permanecen en el plantel por falta de ofertas o trabas logísticas.

Esta situación ha obligado al club a replantear su estrategia de refuerzos, priorizando perfiles que no solo aporten calidad, sino también disposición para adaptarse a un entorno cada vez más desafiante.

The Strongest tampoco escapa a la incertidumbre que sacude al fútbol boliviano. A los efectos de la crisis económica se suma una prolongada inestabilidad dirigencial y judicial que ha afectado la planificación deportiva del club. Esta situación ha repercutido directamente en la gestión de su plantel, donde varios de sus jugadores extranjeros —como Enrique Triverio, Abdiel Ayarza, Joel Amoroso y Darío Aimar— han debido adaptarse a un entorno cada vez más incierto, con dificultades contractuales y falta de claridad sobre su continuidad.

La incertidumbre no solo complica la toma de decisiones clave, como renovaciones o fichajes, sino que también genera un ambiente de tensión que impacta tanto en el vestuario como en la hinchada. Su flamante titular, junto a su directorio, trabajan buscando solucionar este problema.

El fútbol, como reflejo de la sociedad, no puede aislarse de la crisis que atraviesa el país. Pero también puede ser un motor de esperanza si se toman decisiones valientes como invertir en divisiones menores y garantizar condiciones mínimas para que tanto nacionales como extranjeros encuentren en Bolivia un lugar donde crecer, competir y quedarse.

Porque cuando el balón deja de rodar por razones ajenas al juego, todos perdemos.

Gonzalo Gorritti Robles es periodista deportivo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.