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er hincha de la Selección Boliviana es un ejercicio de pura incertidumbre, casi un deporte extremo en sí mismo. No hay lógica que valga, ni estadísticas que alivien el sufrimiento: Bolivia puede perder con estrépito cuando parece que tiene todo a favor, y ganar con brillantez cuando nadie lo espera. Lo único constante en esta historia es la irregularidad. Un día, los errores defensivos rozan lo absurdo y entregamos goles como si fueran obsequios; al siguiente, desplegamos un fútbol aguerrido que nos hace creer que, tal vez, la esperanza no ha muerto. Cada partido es una ruleta rusa, una apuesta emocional en la que nadie, ni el más optimista ni el más pesimista, puede predecir el desenlace con certeza.

La Selección Boliviana continúa mostrando un desempeño futbolístico marcado por la irregularidad en las Eliminatorias Sudamericanas. En la fecha 15, la Verde cayó 2-0 ante Venezuela en Maturín, en un partido en el cual los errores individuales fueron determinantes. El primer gol llegó tras una falla garrafal del arquero Guillermo Viscarra, quien no logró controlar un pase hacia atrás complicado del volante Héctor Cuellar, permitiendo que el equipo “Vinotinto” aprovechara y festejara el gran regalo. Más adelante, el defensor Luis Haquín falló en la marcación de un centro, dejando espacio para que Salomón Rondón definiera con comodidad y sellara el marcador. Esta derrota volvió a exponer las dificultades de Bolivia para mantener solidez en su juego, especialmente cuando enfrenta rivales en condición de visitante.

El partido en Maturín, Bolivia no perdió ante Venezuela, perdió con Bolivia y con esos fantasmas que aparecen en momentos determinantes. No es de ahora, siempre ocurren. Le pasó en Barinas en la anterior Eliminatoria y también visitando a Venezuela; un “blooper” entre Diego Bejarano y Carlos Lampe, terminó con gol de los dueños de casa. Le pasó recientemente a Bolívar el mes pasado jugando Copa Libertadores, regalando ridículamente 2 balones y permitiendo que el rival marque 2 goles en el Hernando Siles. La gente vinculada al fútbol boliviano le llama accidente. En realidad, es falta de trabajo mental a nivel individual, como de equipo.

Sin embargo, en la fecha 16, Bolivia logró reivindicarse con una victoria por 2-0 sobre Chile en El Alto, demostrando que cuando juega en casa y aprovecha las condiciones de altura, puede ser un equipo competitivo. En este encuentro, Miguel Terceros tuvo una actuación destacada, aportando calidad y dinamismo en el mediocampo, lo que permitió a la selección boliviana controlar el partido y asegurar los tres puntos. A pesar de este triunfo, la inconsistencia sigue siendo un factor preocupante en su camino hacia la clasificación.

El técnico Óscar Villegas ha mantenido un discurso mesurado a lo largo de las Eliminatorias, destacando el esfuerzo de sus jugadores y evitando confrontaciones directas. Sin embargo, su enfoque prudente puede parecer poco competitivo para una selección absoluta que necesita mayor determinación en momentos clave. Tras la victoria ante Chile, Villegas enfatizó las dificultades que enfrentó Bolivia en el proceso, incluyendo la retención del equipo en Venezuela y la adversidad de jugar con un hombre menos. Aunque su trabajo es positivo en la consolidación de jóvenes talentos, su discurso en la conferencia de prensa posterior al partido con Chile reflejó una tendencia a justificar los obstáculos más que a proyectar una mentalidad ganadora.

Óscar Villegas ha optado por victimizar su labor y la de sus jugadores, trasladando el foco de la exigencia deportiva hacia la carga emocional que supone dirigir una selección absoluta. En su más reciente declaración, subrayó el sacrificio personal que implica su trabajo, revelando que, junto a su cuerpo técnico, apenas ha podido ver a su familia en 18 días. Sin embargo, el fútbol de alto nivel no es un refugio para sensibilidades; es una arena donde la presión no solo es inevitable, sino que debe convertirse en motor de competitividad. Al eximir a sus jugadores de esta responsabilidad, Villegas les quita un elemento crucial: la capacidad de canalizar la presión como estímulo para el rendimiento. En el escenario internacional, donde cada segundo cuenta y cada error pesa, la mentalidad debe ser firme, no indulgente.

El análisis de la Selección Boliviana no busca ser una crítica destructiva ni hacia Óscar Villegas ni a sus jugadores, sino una reflexión necesaria sobre el rumbo del equipo. La irregularidad en el rendimiento sigue siendo su mayor desafío, y la necesidad de un fútbol más prolijo y constante es innegable. Más allá de la juventud y renovación, hay futbolistas con experiencia que atraviesan un gran momento en sus clubes y que podrían aportar liderazgo y solidez al equipo nacional. En un proceso eliminatorio donde cada punto es crucial, el equilibrio entre frescura y trayectoria puede marcar la diferencia. Bolivia no necesita excusas, sino soluciones que fortalezcan su competitividad y le permitan aspirar a algo más que simples chispazos de buen fútbol.

El tramo final de las Eliminatorias Sudamericanas será una prueba de fuego para Bolivia. Primero, deberá enfrentar a Colombia en Barranquilla, un escenario históricamente complicado, donde la resistencia física y trabajo futbolístico serán claves. Luego, recibirá a Brasil en El Alto, un equipo dirigido por Carlo Ancelotti, que, pese a su poderío, deberá adaptarse a la altura.

Con 17 puntos en la tabla, Bolivia necesita sumar y esperar un tropiezo de Venezuela, que mantiene una ventaja con solo un punto de diferencia. Todo se definirá en la última jornada de septiembre, donde la Verde jugará su última carta para alcanzar el repechaje y mantener viva la ilusión de clasificar al Mundial.

El fútbol, como la vida, no concede certezas. Bolivia sigue en la cuerda floja, entre la esperanza y la frustración, en busca de ese equilibrio que nunca parece llegar. Lo que está en juego no es solo un repechaje, sino la posibilidad de cambiar la historia, de demostrar que los errores no definen a un equipo, sino la forma en que decide sobreponerse a ellos. La última batalla está cerca, y más que esperar milagros, la selección debe construir su destino con valentía, inteligencia y determinación. Porque en el fútbol, como en la vida, el que se atreve es el que deja huella.

Gonzalo Gorritti Robles es periodista deportivo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.