y hijitos, no digan que no les he avisado, hace tiempo que les vengo diciendo lo mismo. Yo no hago milagros. El único que hace milagros es mi hijo, por si no leyeron el libro. Me gusta el cariño que traen a la casa, pero me gustaría que también pongan atención y dedicación a sus otros hermanos, a los menos afortunados. ¿Sabían que este año murieron varias personas por frío en el invierno?
Estamos viviendo tiempos difíciles. Por eso no me siento a gusto, cuando vienen con ruegos, polleras cortas, escotes pronunciados o bailarines que dicen que me aman, pero tienen demandas por pensiones.
Siempre me toman por prestamista, “hazme el milagro”, “te lo estoy bailando”, “quiero que cumplas mi promesa”, y prácticamente, me obligan “por fe”, a ser un banco, una librecambista o una socia prestamista. Si supieran lo que me piden: terrenos, autos, lotes, departamentos, viajes, títulos.
Hijitos. El verdadero milagro está en no gastar lo que tienes, y trabajar de sol a sol, estudiar con empeño, y ponerle el hombro día a día. ¿No se acuerdan de mi historia? Soy una mujer humilde, casada con un carpintero y que di a luz en medio de animales, porque no podíamos pagar un alojamiento. Nunca tuve joyas ni corona ni capa. Eso se lo inventaron ustedes porque me quieren. Son regalos que preferiría ayuden a las mujeres humildes de su propio tiempo y lugar. A las otras Marías.
Las piedras tampoco hacen milagros. Pueden llevarse el cerro entero si quieren, pero la fe es un proceso interno. Cuando mi hijo dijo que “la fe mueve montañas” se refería a sanar desde adentro, cambiar tu manera de ver la vida, de tener esperanza junto a nuestro padre. No era literal.
Pueden venir cualquier día del año, no sólo en estas fechas. En silencio, charlaremos, quiero saber de sus familias, de sus dolores y sueños, de lo que juntos podemos sanar en tu corazón.
Consejo: Baila, alégrate, disfruta de estar vivo y celebrar en tiempos difíciles, pero no te olvides de los demás, de los que están enfermos, huérfanos, ancianos, solos o lastimados. Ahí me encontrarás, ahí podrás venir de rodillas, porque exactamente así es como me gusta que celebren mi nombre, en el amor al prójimo que mi hijo les enseñó.
¿Se acuerdan?
Mónica Briançon Messinger es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.