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ay que comenzar a pasar del diagnóstico a la acción. Es correcto que el Gobierno, desde el día de la posesión del presidente Paz, haya marcado una línea de base, un punto de partida con el diagnóstico de la situación en que se encontró el país. Los bolivianos necesitaban saber, aunque ya lo sentían en los bolsillos, cuál era la magnitud de la crisis y quiénes habían sido los causantes de la quiebra. Pero hasta ahí.

En el manual de la nueva gestión presidencial debe figurar, aquí y en otras partes, que es fundamental acuñar una frase, contundente, de impacto, que resuma la situación, sobre todo cuando de crisis se trata.

En 1985 fue “Bolivia se nos muere”, una descripción más o menos certera, un tanto dramática, pero finalmente política que le permitió al presidente de entonces, Víctor Paz, no solo preparar la aplicación del paquete de ajuste, sino 33 años después de la Revolución Nacional, cambiar drásticamente el rumbo del país y el modelo económico.

Otro Paz, Rodrigo, 40 años después se topó con un país igualmente devastado económicamente y, además —cosa con la que no se encontró Víctor Paz— destruido en sus instituciones democráticas. Doble tarea que no depende solo de decretos, sino del reaprendizaje nacional de los valores democráticos, lamentablemente ignorados durante dos décadas por los gobiernos del MAS.

El diagnóstico, sin embargo, tiene sus tiempos, No depende del cálculo gubernamental, sino de la ansiedad colectiva. La gente acepta las primeras señales, entiende que para que todo se solucione se necesita más tiempo, pero también quiere ver que se adopten decisiones que involucren pequeños cambios, positivos en sus vidas.

Que hayan desaparecido las colas para comprar gasolina y diésel es un adelanto, sin duda, aunque la sostenibilidad del abastecimiento a futuro también importa y no puede estar condicionado solo al respaldo internacional, sino a una política sectorial interna que garantice estabilidad.

Lo mismo con los dólares. Para muchos, la crisis es alza de precios, sobre todo, pero también en este caso se asocia con la falta de dólares. Se sabe que las soluciones a estos y otros problemas económicos demandan una estrategia integral, acciones en múltiples terrenos y haría bien el gobierno en precisar bien los tiempos y en construir la narrativa, que permitan moderar expectativas, sin que ello signifique generar desaliento o, peor, decepción.

Del otro lado, hay que valorar la devolución del inmueble a la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, una de las instituciones históricamente más importantes en la construcción de la democracia y todo un simbolo de la resistencia a los atropellos de las dictaduras tradicionales del pasado y de las más recientes también.

Es significativo, también, que periodistas de un indudable prestigio profesional, pero también comprometidos con la democracia, formen ahora parte del equipo de comunicación del Estado, lo que hace albergar la esperanza de que desaparecerá el culto a la personalidad y se asegurará el acceso a la información pública, además de apuntar - la esperanza nunca se pierde - a que los medios de comunicación oficial transiten realmente hacia una nueva visión de pluralidad y servicio.

La gente aprende y refuerza sus creencias a partir de lo que ve. Fueron muchos años de abusos, de violación de derechos, de atentados a las libertades y de vulneración del orden democrático que constituyeron el telón de fondo de la vida de toda una generación que no vio otra cosa y que, ahora, debe asimilar esos principios y reflejarlos en sus vidas.

El presidente Paz goza de un gran respaldo en estas primeras semanas de su gobierno. Su mensaje inaugural fue bien recibido y no caen mal los videos rutinarios en redes, que muestran a un mandatario resuelto, activo, sensible y con capacidad de trabajo.

Pero los romances pasan, los idilios suelen acabarse y es mejor aprovechar esos momentos de sintonía plena con la gente no solo para decir qué fue lo que pasó, sino, sobre todo, para mostrar qué es lo que se está haciendo o se va a hacer para que todo eso que está mal, cambie.

Hace poco más de cinco años una movilización colectiva inédita logró recuperar temporalmente la democracia, pero factores externos como al pandemia e internos como la ambición de poder y la corrupción, impidieron que las cosas llegaran al puerto que todos esperaban y, finalmente, volvieron los que se habían ido a los tropezones y por la ventana.

Los tiempos no son los mismos, los protagonistas tampoco, pero hay que hacer todo lo necesario para “cuidar” el cambio. Dejar atrás el diagnóstico, compartir las acciones y señalar con claridad el rumbo es una manera de hacerlo.

Hernán Terrazas Ergueta es periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.