yudar sí. Pero es temporal. Hagamos cosas a largo plazo. Pidamos la abrogación del “Paquete de leyes incendiarias” compuesta por las leyes 337, 502, 739 y 952 aprobadas entre 2013 y 2017, las 740 y 741 aprobadas en 2015, y las 1171 y 1098, aprobadas respectivamente en 2017 y 2018, que permiten incendiar Bolivia. Eso le toca al Poder Legislativo. Al Ejecutivo le toca la abrogación de los decretos supremos 3973 y 4334 dictados en 2019 y 2020, respectivamente.
Toca a todos los diputados opositores, mesistas, camachistas y demases, unirse con sus antiguos enemigos, hoy devenidos en evistas, para que de una vez por todas, se impida que estas psicóticas leyes sigan vigentes. De otra manera seguiremos, como cada año, armando campañas para ayudar a los bomberos voluntarios. Los verdaderos héroes de esta historia. Los verdaderos influencers de nuestra historia.
El ecocidio ya ha sucedido. Respiras una humareda compuesta por cadáveres de monos, batos, jaguares, osos perezosos, capibaras, culebras, loros, y millones de insectos, así como millones de árboles que han perecido ante la indiferencia, la crueldad, la apatía, la barbarie y la complacencia de unos pocos seres codiciosos y angurrientos.
En 2019, el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza emitió una sentencia determinando como autor de Ecocidio en la Amazonia y Chiquitanía al gobierno de Evo Morales provocado por la política de Estado y el agronegocio y estableció la abrogación de las normas señaladas como “incendiarias” a fin de que estos hechos no se repitan. De nada ha servido esa sentencia. La “expansión agrícola”, “la soberanía alimentaria” y las cuotas de tierras pueden más.
Culpables hay por todo lado. Están los masistas que emiten leyes incendiarias, que permiten los chaqueos controlados, están los avasalladores e interculturales que se apropian de los terrenos quemados, a título de “ya tengo mi terrenito”, están los narcotraficantes que buscan expandir los cultivos de coca, están los monocultores del sector agrícola, estamos muchos en la lista.
Porque comemos carne en parrillada, esa carne que proviene de las vacas que pastan en zonas que antes eran bosques, estamos los que usamos plásticos, los que depredamos, los que matamos insectos sin conocer su utilidad. Todos somos culpables en pequeña o en gran medida.
No estamos dispuestos a cambiar de modelo. ¿O si? Los números sólo muestran dos colores: rojo o azul. Los gráficos van hacia arriba o hacia abajo. Pero ninguno muestra cuánto dolor y destrucción ha causado. Cada vez que “exportamos toneladas de carne a China”, ¿sabemos cuánto costó ese cargamento en término de biocidio? El capitalismo salvaje nos está asfixiando. Literalmente.
Llorar no sirve de nada. El daño está hecho y tenemos algunas formas de revertir el daño desde donde estamos. Mira alrededor tuyo, tu cuadra, tu acera, los lugares que transitas. Estoy segura que podrías hacer mucho ahí. Reforesta. Haz crecer arbustos y flores silvestres para las abejas y otros insectos que sí aportan al medio ambiente. No mates a insectos sin conocer su utilidad. Compra a granel. No hay plásticos malos, dales un segundo uso (a ese vaso, bombilla, envase).
Realiza un seguimiento para que los responsables (por acción u omisión) sean sancionados por los más de 200 años de herencia perdida. La verdadera pelea es contra el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), cómplice de todos los incendiarios que se ven beneficiados por el uso de esos suelos. ¿Quieres salir a marchar? Qué tal si vamos al INRA a pedirles explicaciones, qué tal si Santa Cruz (amante de los paros cívicos) finalmente logra ir al Cristo, en una masiva movilización contra los verdaderos culpables de esta masacre de fuego, que cada año destruye “este lindo país” “bajo el cielo más puro de América”. Muchos culpables actúan por omisión.
Allí está la verdadera pelea. Hasta mientras una cortina densa de humo, nos llenará de cáncer los pulmones. Porque “el padre Nuestro ya no está en los cielos”, está muriendo en el infierno aquí en la Tierra.
Mónica Briançon Messinger es periodista y ecologista declarada.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.