n agosto de 1964, en las montañas de Colombia, un grupo de rebeldes, liderado por Manuel Marulanda (orador campesino con ideas de izquierda) fundó oficialmente lo que denominaron: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una organización armada que con el paso de los años se convirtió en la más grande del continente, incluso una de las más grandes del mundo, por el alto número de efectivos y por su esmerada preparación para los combates.
Tras varias décadas de duros enfrentamientos con el Ejército, y sin poder ser desarticulados por la fuerza, los guerrilleros optaron finalmente dejar las armas y sumarse a la normalidad de la vida política y civil de ese país.
La trascendental firma del acuerdo de paz, entre el gobierno y las fuerzas rebeldes, tuvo lugar el 24 de noviembre de 2016, en la hermosa ciudad de Cartagena de Indias, un acto que puso fin a esa guerra interna.
Pero el conflicto, como era de esperar, dejó, no sólo grandes pérdidas humanas, sino también secuelas imborrables e historias que ahora se empiezan a contar.
“Código Nicole” es una novela narrada por un periodista boliviano que durante doce años asumió la cobertura del conflicto armado en Colombia, es un relato fehaciente de la vida cotidiana dentro de los campamentos guerrilleros. Esta novela, que aún no ha sido publicada al ser parte de un concurso literario, no asume ninguna valoración política o moral de los actores de la contienda. Para muchos, los guerrilleros eran eficaces y frías máquinas de matar. Para otros, hombres altruistas, benefactores, que ofrendaban sus vidas en aras de un cambio social. El autor no toma ningún partido. La obra no tiene carácter de denuncia, ni pretende ser un alegato pacifista.
En la novela se registran todas las emociones humanas que se abren paso dentro de un espacio determinado. Las mismas emociones que pueden animar dentro de los empleados de una gran firma comercial, o dentro de las apacibles y educadas maneras de los miembros de la docencia universitaria, aquí, en los campamentos guerrilleros, el autor las ha visto desfilar una detrás de otra: el altruismo, el odio, la bondad, la belicosidad, los celos, la simpatía, la empatía, la alegría y, por supuesto, el amor.
La obra está llena de acción y aventura en un mundo donde los espías y contraespías son personajes reales; en el que llamarse por sobrenombres es la regla y donde es vital saber descifrar los códigos encriptados en mensajes destinados únicamente a los ojos de sus destinatarios, sin cometer el más mínimo error.
A continuación, se transcribe parte de uno de los capítulos de la novela.
Es marzo de 2010, en un campamento de la guerrilla, emboscada por el Ejército:
“…Cuando los rayos del sol comenzaban a desgarrar el velo oscuro de la noche, las mujeres que se habían enfrentado las adversidades de la selva como combatientes, regresaron al campamento. La escena que se presentó ante ellas era desoladora, un cuadro de ruinas y desesperación, en el que se recogían a los muertos y heridos de ambos bandos.
Entre el caos y el lamento, se alzaba la voz rota de Nicole. Llamaba a Martín con una desesperación que desgarraba el alma, sus lamentos incontrolables se mezclaban con el crepitar de la madera que aún ardía a su alrededor. El eco de sus gritos regresaba como un cruel recordatorio de su soledad. En medio de la tristeza, el mejor amigo de Martín se acercó a ella, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, expresando la aflicción que sentía en lo más profundo de su alma. Con un tono quejumbroso, como si las palabras hubieran tenido que ascender desde un profundo abismo de pesadumbre, dijo: “Lo siento”.
La noticia golpeó el corazón de Nicole como un rayo devastador, sus rodillas cedieron bajo el peso de la angustia. En un acto de desesperación, se despojó de la radio que colgaba de su espalda y, con las manos impregnadas con la mezcla de pólvora y restos de plantas que habían sido su escudo, cubrió su rostro y dejó que las lágrimas brotaran irrefrenables. Era un llanto desgarrador, el lamento de alguien que había perdido más que a un compañero de armas, a su confidente, a su amor, a su razón de ser...
En un trance de sufrimiento, Nicole se arrodilló junto al cuerpo inerte de Martín. Sus manos temblorosas, que habían sostenido armas y luchado por la causa, ahora se extendían con una impotencia abrumadora hacia las heridas que habían silenciado su corazón...”
José Luis Toro es periodista y abogado.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.